Bebé, lo cubano que llevamos dentro

Al estreno de Bebé, por el grupo de teatro Polichinela de Ciego de Ávila, asistió muchísima gente que no se sintió defraudada y que supo valorar la calidad de la puesta en escena

La risa desde la platea era la justa medida de la aceptación pública de Bebé. El estreno reciente de la compañía Polichinela, además, era colorido y con una cubanidad despampanante. En la sala Abdala no cabía un alma más. Este espectador tuvo que sentarse en el suelo para poder apreciar todo aquel esplendor. Valió la pena.

La escenografía hermosa, estilizada y con una producción exigente, atrapaba. Cuatro pendones blancos hacían de pantalla para las imágenes que se proyectaban sobre la catedral, el puerto, las calles de La Habana Vieja.

Los elementos escénicos, que no pasaban de unas cuantas cajas que hacían las veces de sillas, estaban en la justa medida para lograr el equilibrio sobre el tablado.

Con la luz que lo bañaba todo desde su limpieza, y que era un personaje más, se dejaba relucir cada detalle de los trajes, muñecos y la más mínima, pero exacta, gestualidad. Su diseño corrió a manos del propio Rafael González Álvarez, el director.

Rica la manera en que fue realizado y escogido el vestuario, los sombreros, las máscaras, cada atuendo y sábanas, por Luis Gabriel Oviedo, egresado de la academia de artes plásticas de Camagüey. De esa forma, también, lo colorido cumplía su objetivo de llamar la atención.

Si no fuera por los primeros minutos del prólogo, donde el ritmo de la obra iba por el suelo, el montaje sería perfecto. Pero es entendible porque, dramatúrgicamente, la obra arranca con la anunciación de un suceso funesto que ensombrecía la vida de Bebé y su familia, la muerte del padre. Y luego, la salida hacia París.

Así mismo, los nervios propios de un estreno, el recuerdo de Yosvany Abril gravitando entre todos los actores, más otros asuntos propiamente humanos, hicieron de las suyas en la proyección vocal y dicción de algunos actores. Asunto que no le resta calidad al espectáculo.

Repito, la risa, en una obra infantil, siempre será la medida de que las cosas marchan sobre ruedas.

Loable la manipulación de los distintos marotes y el buen empleo de este tipo de muñecos para contar todo el drama. Marotes simples, no tienen extremidades. Marotes animados, porque la mano del actor es parte de su torso. Marotes de piso, tienen extremidades móviles y pueden trasladarse por distintas superficies, Bebé y su primo Raúl. Marotes parlantes y mimados, los que tienen mecanismo para hablar, Jesús del Monte, Luisa.

Y lo genial de cada una de las interpretaciones es la manera tan humanizada con que los muñecos interpretaban. No había grandes movimientos escénicos, pero los marotes lograban transmitir la esencia de sus bocadillos, así como las intenciones, la gracia y la jarana.

titeres 2Bebé, en las manos de Laritza López

En cada actitud corporal mostraban esa ansiedad orgánica propia del cubano. Su deseo de chotear en todo momento y de llevar las cosas por la comicidad y el doble sentido.

Mención especial merece Luisa, manipulado por Richel Fernández Gómez.

En esto Polichinela ha ganado una maestría absoluta. Sus títeres son como actores. No necesitan saber qué hacer, porque están concentrados en la forma en que lo harán. Y los actores son como los títeres, porque dejan la vida en un soplo creativo. Se miran. Gestualizan. Hasta parpadean a pesar de no tener párpados y sus ojos no son movibles. Se ríen y lloran. Y, de paso, nos hacen reír, hasta conmovernos.

Lograr eso es un verdadero arte.

En este momento se está estrenando en La Sala Abdala, Bebé y el Señor Don Pomposo, del Guiñol Polichilena, dicha...

Posted by Artes Escénicas_Ciego de Ávila on Wednesday, November 1, 2023

Oportuna esta versión contemporánea del cuento de José Martí, aparecido en la revista La Edad de Oro, de 1889. Oportuna porque en estos tiempos actuales, donde el dinero es rey, y la emigración y las ausencias están a la orden del día, ya se venía necesitando una puesta en escena que nos sacudiera lo cubano que llevamos dentro. Es el punto sobre la i de isla, nación, cubanismo.

La familia de Bebé se va a París, “como todos los años, para que los médicos buenos le digan a su mamá las medicinas que le van a quitar la tos, esa tos mala que a Bebé no le gusta oír”. Y alrededor de este suceso, el drama se enriquece con las situaciones graciosas, las soluciones coreográficas de traslación.

Era necesario hacer la versión porque el original es un cuento sencillo, con cierta debilidad argumental pues lo que perseguía su autor era la moraleja, el sentido didáctico, pero ahora se trata de algo teatral donde todo debe estar justificado.

Rafael se apropia de personajes pintorescos como Jesús del Monte, interpretado de manera elocuente y estilizada por Giovanny Cervantes, y otros de apoyatura dramática, pero la obra no pierde su esencia, sino, que la enriquece. No salieron de la nada, están ahí, diseminados por toda La Edad de Oro.

A este espectador le pareció muy lograda la actuación de Luisa, el haya francesa de Bebé, en manos de Richel Fernández Gómez. Desde la concepción del personaje, hay una intención de hacerlo el epicentro de la comicidad escénica.Y lo logra.

Con su diseño, que me recuerda a algún personaje del largometraje de Juan Padrón, Vampiros en la Habana, Luisa viene cumpliendo el rol catalizador de cada escena. Es la que arma el chisme. La que asusta. La que provoca risa nada más con salir a escena. Y mucho más.

Su presencia se agradece, también, por lo que representa con su trasvestismo en tiempos de igualdad de género. Asunto que nunca estuvo ajeno al discurso teatral de Yosvany Abril desde su entrada triunfal al Polichinela.

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Mis consideraciones también felices para Laritza López en su protagónico de Amalia, la mamá de Bebé. Convincente madre enferma que lo mismo te saca una lágrima, que te revuelca de la risa con algún bocadillo.

El protagonista de la noche, Bebé, es un marote de piso nacido desde la candidez más ingenua. Cobra vida con soltura y sobriedad en las manos de Jorge Isel Lorenzo Mejías. Es tierno hasta la médula. En su composición como muñeco, con ese pelo alborotado y riso, ya resulta de interés. Y atrapa. Durante su actuación, no pocos niños expresaron su admiración y cariño por él. Hubo hasta suspiros.

Me encanta esa manera tan sutil de cargar al personaje de simbolismo. Como el Momo de Michel Ende, Bebé es un personaje excepcional y así lo ideó Martí. No solo es un ser vivo, es mucho más.

Podría ser la añoranza de pasado, el dolor de la partida, el amor, la necesidad de mirarnos por dentro para rectificar, el perdón, el choteo, la risa hecha cuerpo de tela. Y es, también, la corporización de lo cubano que tenemos dentro.

No por aparecer muy pocos minutos en escena, el señor Don Pomposo deja de ser carismático y grandilocuente. Se roba la atención del público y provoca carcajadas. El actor René Rivas lo asume desde una vis cómica que dice mucho. Atinado y sostenido, Don Pomposo es el personaje también esperado y muy bien recibido, esperpento en su actuar.

En general, el nivel de actuación es muy parejo y la obra se vuelve más rica cuanto más se regocijan, en ella, sus actores. En eso el Polichinela también es una escuela.

Y en un espectáculo que se respete, no puede faltar la música. El reguetón va en decadencia, pero no acaba de desaparecer, y estrenar una obra infantil con música cubana es un lujo. Desde los acordes iniciales de Pedro Luis Ferrer y su voz redentora, Un día de noviembre de Leo Brouwer, las zarzuelas en los intermedios, brota la cubanidad. A uno le brota una alegría desde lo más profundo porque nos identificamos con ella, tan nuestra.

titeres 3Un sacudión de cubanidad desde el trasfondo escénico

Ya pasado el clímax de la obra, uno se da cuenta de que la historia se acerca al final. Y es como que se resiste el alma a decirle “adiós” a toda esa magnificencia.

Ojalá el Polichinela sepa aprovechar este estreno para realizar varias temporadas, aunque el teatro en Ciego de Ávila no tiene esa rutina, y continuar ese imprescindible oficio de sembrar cubanía.

En este momento se está estrenando en La Sala Abdala, Bebé y el Señor Don Pomposo, del Guiñol Polichilena, dicha...

Posted by Artes Escénicas_Ciego de Ávila on Wednesday, November 1, 2023


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