Ruido chabacano

María Adela Herrera Lazo no quiere parecer cansina ni una persona intolerante, pero ha decidido volver a escribir a esta sección porque no puede dormir. El ruido no la deja. Siente que tiene la música dentro de su casa, a los pies de su cama.

Ahora, además, cuestiona las habilidades y categorización de quien dice animar el recinto ferial del Parque de la Ciudad, adjuntando a su queja una lista de frases chabacanas y de mal gusto que se repiten fin de semana tras fin de semana. No las vamos a listar, pero cabe decir que van desde lo estrictamente de mal gusto, grosero y vulgar, hasta expresiones de micromachismos naturalizadas como “jocosas” o “divertidas”.

Con la autoridad moral que le otorgan los muchos años de trabajo en el sector de la Cultura y las canas que peina, María Adela —quien vive en la calle Libertad, número 515 (altos), entre Avenida de las Flores y Siete, en la ciudad capital— plantea en su misiva que hace unos meses dirigió “una queja a la sección Cartas a la dirección [de Granma], denunciando el ruido que las actividades recreativas realizadas generan, interrumpiendo el sueño y descanso de los vecinos”.

Después de esa carta, ella asume que se tomaron algunas medidas, porque en los fines de semana siguientes moderaron el volumen de los equipos de amplificación y el animador “hablaba menos”. “Pero ya estamos igual que antes, sobre todo en las noches de sábado y las madrugadas del domingo”.

“Los ruidos pueden causar trastornos psíquicos graves como agotamiento, agresividad e insomnio”, dice María Adela y la ciencia la respalda. “Soy una persona mayor, y tengo derecho a mi sueño y mi descanso”.

De los derechos reclamados por la remitente nadie debe tener dudas, pero, si las hubiera, bastaría con revisar la Norma Cubana 26:2012, que establece los niveles sonoros tolerables y los máximos admisibles, cuya variación depende de si se trata de una zona urbana o suburbana, y si es de día o de noche.

• Lea el texto de la Norma Cubana 26:2012

En ese sentido, cabría preguntarse si los responsables de las actividades del recinto ferial tienen cómo medir los niveles, para cumplir lo que dicta la norma; si respetan los horarios admitidos; y también si la orientación y la potencia de los equipos de amplificación son las correctas para un espacio pequeño como ese.

A ello añadiríamos la revisión, desde el punto de vista cultural, no solo de la propuesta musical, sino de las formas, maneras y discurso de quien tiene la misión de animar, no lo contrario.


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