La primera vez que Yoandry habló de su barco tenía la estampa del pescador recién salido de una tormenta. Y como dijo “este es mi barco” horas después de que Irma destrozara lo que encontrara sobre el mar y la tierra de Punta Alegre, creí que Yoandry alucinaba, que decía cualquier cosa para convencerse de que había sobrevivido porque ni él mismo podía creérselo.
Era él quien necesitaba escuchar que todavía tenía un barco, que aquel amasijo de tablas encaramadas en un carreta no eran leña de hoguera ni remiendo de rancho, y por eso pensé que su frase de autoconsuelo era solo eso y no la fatua intención de convencer a nadie.
Pero mientras posaba para la foto levantando sobre sus brazos aquella tabla pintada de “Los Valderrama” y aclaraba "este es el nombre de mi barco”, tuve que empezar a ver un barco donde había una pila de palos. Un barco hecho astillas, pero barco al fin…y al comienzo, como seguía viéndolo él, de principio a fin.
Del muelle de Punta Alegre al lomo de la carreta, como si haber estado a la deriva fuera culpa de una tormenta en pasado y el desguace fuera reflujo de un mar en calma y en presente. Así de rápidas fueron su bajamar y su resiliencia. Así de súbita la transición, aunque yo necesitara más tiempo para entender la fortuna de la que hablara Yoandry.
Porque una semana antes, “cuando Irma todavía no había enfocado su ojo en Punta Alegre y la recurva que lo alejaría de la costa norte era una posibilidad sin latitud ni longitud definidas, a Yoandry Valderrama le ofrecían 12 000 dólares por su yate”.
Entonces no lo vendió y aun con su barco destrozado intentaba convencerme de por qué para un pescador de Punta Alegre los barcos no tienen precio. De cómo él seguía siendo un hombre muy afortunado en un poblado de pescadores donde el mar escupió contra el yeso de la montaña los barcos que no pudo tragarse antes y muchos ni siquiera encontraron vestigios de lo que tuvieron: solo sargazo o escombros indescifrables.
En cambio él tenía qué mostrar: no solo era un recuerdo. Aquellas tablas eran la constancia de haber tenido; un detalle importantísimo en la marea de trámites por navegar.
Un año después, en septiembre de 2018, todavía la capitanía le negaba el derecho a reconstruirlo y las idas y vueltas a La Habana le agenciarían un permiso para armarlo que tardaría casi otro año en ser efectivo. Y sin legalidad y sin madera era imposible. Allí no alcanzaban los troncos ni para los 150 derrumbes parciales que quedaban por enderezar ni para las más de 600 familias que permanecían en derrumbe total.
Alejandro García SánchezYoandry Valderrama posa para Invasor, un año después de que su barco quedara a la “deriva”
En ese mar de dificultades, un barco no sería la obra a evaluar durante los tantos recorridos de las autoridades. Los techos terminaban ganando con amplio margen la secuencia de prioridades. Sin embargo, para Yoandry, con su casita de madera en pie, la jerarquía comenzaba por sobrevivir, por pescar y ganar dinero para mantener a los suyos.
Lo mismo para otros pescadores, sin techo y sin barco: vender pescado significa el atajo, el camino al hogar. Porque los subsidios no alcanzan para todos, el programa de esfuerzo propio no oferta bloques regalados, y la construcción estatal apenas cubre un pequeño porciento de las necesidades. Y aunque para el 2021 el 24 por ciento del plan de viviendas de la provincia descansa en el municipio de Chambas ( fundamentalmente en Punta Alegre, el poblado más dañado por el huracán Irma), la realidad sigue siendo tormentosa para muchos allí. Están sin barco y sin casa. En ese orden.
Felizmente, ya Yoandry no está en esa lista. El 2021 comenzó con su barco en el agua. Un mensaje de su esposa lo anunciaba por Whatsapp y las fotos que enviaba dejaban ver el barquito en el patio y en la costa . Había otra, del interior, que es una imagen triste y hermosa, al mismo tiempo. En ella aparece el hermano, el otro Valderrama, porque Los Valderrama nunca fue solo el nombre de un barco. Sigue siendo el apellido de dos hermanos, aunque la muerte haya dejado, aparentemente, a uno solo navegando.
KatiaYoandry se niega a navegar solo
También de eso ha intentado recuperarse Yoandry. Pero no es tan sencillo como salir de una tormenta y navegar por un mar en calma, tres años después.
Katia