Ser el primero, cara a cara con el Presidente, le estremeció hasta la médula. Jamás imaginó estar allí, en el salón Cubanacán, un lugar donde este 13 de mayo los rostros limpios fueron el puro reflejo de hombres y mujeres imprescindibles, con toda una vida dedicada al trabajo en el campo.
Y él, con la frente en alto, como los guajiros de vergüenza, en un mes de fechas que no envejecen en el tiempo y trajeron libertad: El próximo 17 de mayo se cumplirán 65 años de la firma de la Primera Ley de Reforma Agraria, por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y el 63 de la creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
Lo de Héroe del Trabajo de la República de Cuba se veía venir. La seriedad con que siempre miras la tierra, porque la “tierra es la más grande las fortunas”, comentaste una vez; las condecoraciones; el hecho de ser el único presidente de una Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) con los galones de miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba; por las toneladas de alimento que tu organización pone en la mesa de los hogares; por tu lealtad, humildad y por ser la persona que eres, bondadoso hasta la última vértebra.
El compromiso de hacer más, y más, y más; porque para quien no te conozca, la perseverancia y lucha constantes ante las carencias y vicisitudes actuales son rasgos distintivos de tu estirpe. A una visita importante, una vez dijiste: “Lo que hace falta es tierra para producir”. Y así los límites de tu CPA fueron ensanchándose, hasta sobrepasar las 1000 hectáreas.
Desde que diriges la Paquito González aumenta por horas la credibilidad en uno de los guajiros más modestos y transparentes que pueda conocerse. Y de los 35 años en la cooperativa, ya llevas 17 al frente de ese clan de buenos hombres que también te ha elevado hasta donde estás hoy: el altar de los Héroes, sitio escogido, solo, para los indispensables.
Se veía venir. La rentabilidad cultivada, año tras año, sin interrupción y durante más de cuatro décadas de creada la organización, terminaría cosechando sus frutos. Y ese crédito le ha servido a la cooperativa para que no solo su gente crea en lo que ellos pueden sacarle al surco. Han ido convirtiéndose en referentes, con todo el peso que implica en estos tiempos, presumir de quintales y quintales de comida, cuando muy cerca, por ejemplo, una CPA acaba de disolverse y ellos asumen esas tierras, como si fueran un monopolio entrenado para oler posibilidades donde otros, apenas, hieden a pérdidas.
Antes de salir de la casa pensó en si llevaría la gorra de siempre o el sombrero de ocasiones. Ambos los dejaría en casa y se decidió por la guayabera, la prenda más popular de Cuba, más, si eres guajiro.
En el instante de la medalla, en su mente, Fidel, precursor de estas nuevas formas de producción; el viejo Pipo, fundador de la CPA de quien aprendió las mejores enseñanzas; la gente que compone la junta directiva de su organización y los más de 300 hombres y mujeres que todos los días laboran en el campo estaban a su lado.
Todas las mañanas llega antes que salga el Sol. La primera mirada es para el taller de equipos, al lado de la oficina. Uno, dos, tres, cuatro, cinco… cuenta en silencio. Los restantes tractores sabe que salieron muy temprano en la mañana a cumplir con alguna faena útil, porque en la cooperativa los tractores no son para pasear, ni para llegarse a casa de la novia, no se cansa de repetir.
Hoy no tiene José Alberto el don de la palabra para una entrevista. Tampoco tiene temor en decir lo que siente, pero prefiere hacer en silencio. Solo habla cuando las circunstancias lo ameritan. Tiene, además, otro lenguaje más entendible y prolífero: el del trabajo.
Me sobran las razones, guajiro, para dedicarte unas líneas. Y celebro que hoy, con la medalla en el lado izquierdo del pecho —dónde si no— y la mirada fija y vidriosa pienses en tus guajiros, que también ayudaron a que seas Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Y si ahora estuvieras, de nuevo, delante de mí. Volveríamos a hablar de que hay que amarrarse el cinto y producir más, que es lo que le toca al guajiro de campo; de los precios altos como las nubes, y de la necesidad de poner la comida en el plato de la familia cubana, que también forman parte de tu familia.
Este es José Alberto González Sánchez, con espejuelos, gorra y camisa a rayas; el hombre que no anda desgranando méritos y dedica la mayor parte de su vida al campo, a sus guajiros. Lo de la medalla fue anoche y ya anda junto a ellos, con olor a perfume de la campiña.