Como suele pasar con las peores noticias que llegan de madrugada y cuando todos duermen, el río de Guayacanes aprovechó la noche y el silencio para desbordar su cauce y subir varios metros hasta sitios donde nunca antes lo había hecho.
Quienes viven allí prefieren dividir el pueblo, metafóricamente, en dos regiones: antes de la línea del ferrocarril y después de ella. También esta demarcación ha servido para entender la agresividad del desbordamiento y quienes tuvieron más o menos tiempo para resguardar sus pertenencias y a ellos mismos, sobre todo, porque dicha la línea actúa como barrera de contención y solo una alcantarilla comunica y desagua a ambos puntos.
La mayoría de las casas se ubican después de esta línea y alguna que otra inundación ligera es habitual si llueve mucho y se desborda la alcantarilla. Por eso en algunas zonas bajas se habían tomado precauciones, pero ninguna suficiente para hacer frente a un alud intempestivo de agua.
Desde su casa Roberto Carlos Armas Díaz tuvo un ángulo privilegiado para observar como los niveles subían porque la primera alcantarilla que dio señas de saturación fue justo cerca de su portal. Por suerte el otro aviso le llegó de un familiar que desde el cuarto piso del único edificio del poblado pudo ver el río demasiado cerca y grande.
Cuando se dio la alarma, se sintieron los gritos y el aviso comenzó a rodar de puerta en puerta entre los vecinos eran las 6: 00 de la mañana y minutos después el río había inundado Guayacanes.
A ellos los acompañó la suerte y tiempo, pero allá no todos tuvieron esos privilegios. Dicen que algunos arrastraron a los animales a zonas altas, y televisores y refrigerados terminaron sobre las mesas, las mesetas y las camas. Otros ni siquiera a esta altura encontraron seguridad y debieron subir a los techos de las casas en espera de los equipos de Rescate y Salvamento del Cuerpo de Bomberos y la Cruz Roja Internacional.
A las 10:00 de la mañana ya el Primer Teniente Carlos Luis Limia desde un extremo del pueblo impedía el paso de los curiosos, informaba y esperaba el retorno de los cinco muchachos que debieron arrastrar casi 100 metros la lancha, a contrapelo de la corriente que los desestabilizaba, para poder entrar aguas adentro de la inundación.
Cuando la profundidad fue la ideal echaron andar el motor y rescataron a 10 personas que permanecían incomunicadas sobre los techos, entre ellos, una anciana en silla de ruedas. Si el tiempo no alcanzó para una entrevista fue porque les indicaron que se necesitaban refuerzos en Majagua, donde varias personas esperaban sobre los árboles ser rescatadas.
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Posted by Yeilys Rodríguez Sánchez on Monday, November 9, 2020
Roberto vive también sobre una pequeña loma y con el agua a la rodilla pudo comprobar como a otros los tapaba. De las casas abiertas salieron, a veces rodando y otras flotando, equipos eléctricos inservibles y recuerda la tristeza de aquel vecino al que una jaba de guano le bastó para guardar las pertenencias salvadas.
Él es demasiado joven para acordarse pero en estas horas de incertidumbre volvieron las remembranzas de los pobladores y más o menos coincidieron en que solo tres veces el río ha llegado a tanto y que en 1994 fue la última vez que todos debieron correr para protegerse de su furia.
Las inundaciones se reportaron en varios consejos populares de Majagua
Con reportes de inundaciones que interrumpieron la circulación de vehículos por la carretera central en el kilómetro 435 y un metro de agua o más en diferentes puntos de la cabecera municipal, entre ellos, el reparto conocido por Los rusos, Majagua recibió 147. 7 milímetros de lluvias en pocas horas, según los reportes del Centro Provincial de Meteorología, sobre suelos que ya estaban saturados debido a las precipitaciones de los últimos días.
Si bien esto se previó desde el primer aviso temprano de la Defensa Civil Nacional lidiar con las consecuencias es más difícil que con los pronósticos y para ver el agua subir varios metros en cuestión de minutos ninguna capacidad de reacción es lo suficientemente rápida.
Así lo confirma también Ricardo Hinojosa, delegado de la zona de Guayacanes, que ha tenido la difícil tarea de vigilar la presa que amenazaba con unirse al desbordamiento del río, estar atentos a las necesidades de los vecinos y comenzar a inventariar los daños.
A estas alturas el río vuelve a su cauce dejando tras de sí una nata turbia de fango y la tristeza de muchísimas familias que de seguro en lo adelante lo mirarán con el rabillo del ojo y con desconfianza porque a veces tanta cercanía puede ser dañina y Guayacanes lo ha comprobado de la peor manera.