Un tuit del Presidente conjurando la solidaridad de cubano a cubano; un equipo gubernamental liderando la respuesta desde la base; médicos y enfermeros llegando de todo el país y ultramar a contrapelo de miedos o cansancios; autoridades políticas y administrativas conscientes de que hay que dar el extra; gente maravillosa con nasobuco y amor compartiendo lo que tienen. Esa es Ciego de Ávila ahora mismo.
Tiene que serlo, porque la COVID-19 se ha cebado en el dolor de la provincia, apretando el pecho de la familia avileña y cortándonos la respiración. Nos ha costado vidas e incertidumbres que son, acaso, el precio más alto a pagar. Es un desafío sin precedentes y, se ha comprobado, precisa de un enfoque y accionar distintos, sin demoras, sin esperar voces de mando, sin derecho a equivocarnos.
Sobre el sentimiento de pérdida y la emergencia hay que levantarse a como dé lugar, porque el compromiso con la vida es más que un tuit o una tarea. La obligación de contener el paso demoledor del virus aquí, aun sangrando por las heridas, tiene que ser la divisa con la que todos encaremos el día a día. ¿Para cuándo lo vamos a dejar? ¿A quién se lo encomendaremos?
Será de a poco, pero sin pausas, que dobleguemos esa curva de contagios y muertes que nos ha ganado críticas severas y un pesar compartido, descorazonador. Mas, allí donde algunos prefieren exacerbar el rencor, este país y la solidaridad que, como el karma, devuelve lo que se ha dado, están pariendo corazones y poniéndolos a latir donde hacen falta; y oxigenadores y ambulancias y ventiladores pulmonares.
A ese esfuerzo colosal de multiplicar lo poco y responder siempre, hay que apuntalarlo, reforzarlo, blindarlo con la conciencia individual y colectiva, para en cada momento dar lo que cada momento demanda. Ninguna enfermedad es responsabilidad solo de quienes aprendieron a curar. No basta con sus juramentos; el primer compromiso tiene que venir de adentro. Lo primero es no enfermar, cuidarnos hasta de nuestra sombra, darle tiempo al sistema sanitario para reaccionar. Toca ser minuciosos, sobreprotectores, obsesivos en el hogar, el trabajo, la cola, el centro asistencial. Toca honrar juramentos, códigos de ética, normas, leyes; toca honrar la dignidad de este país y su gente.
La pelea avileña contra la COVID-19 se gana trabajando más, trabajando mejor, cumpliendo lo indicado y auscultando cada una hora los signos vitales del pueblo. En este minuto es preciso dar, siempre dar: respuestas, palabras de aliento, certezas… vida.
Ciego de Ávila saldrá adelante, no hay dudas. Dependerá de que ganemos batallas personales y colectivas contra el cansancio, la indolencia y los obstáculos reales de una economía sometida a los más crueles cercos. Repetimos, Ciego de Ávila vencerá.