Tuvieron que pasar 28 días sin ningún nuevo caso positivo a la Covid-19 en Belice, para que las primeras respuestas y fotos llegaran a este lado del mar, donde la familia de Rothens Almanza descuenta días en Ciego de Ávila a un regreso que todavía no tiene fecha definida.
Es que desde el pasado 26 de marzo volvió a empacar su experiencia internacionalista en Venezuela y Brasil, y se unió al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias, Henry Reeve, que partió hacia esa nación centroamericana a combatir la COVID-19.
Si bien la situación no era alarmante y los registros de la Organización Mundial de la Salud lo catalogaron como el último país de Latinoamérica en confirmar la presencia del virus el pasado 23 de marzo, cuando el caso índice se asoció a una mujer de 38 años de edad que había viajado a Estados Unidos, prevenir antes que tener que lamentar ha sido una de las lecciones que va dejando la pandemia.
Al recibimiento encabezado por el primer ministro Dean Barrow le siguió la cuarentena obligatoria de 14 días, y luego se definió su permanencia en el Western Regional Hospital de Belmopan, donde su rutina, dicho rápido y preciso, se basa en el diagnóstico y atención directa a pacientes con COVID-19, en una población que supera los 17 000 habitantes.
Sin embargo, habría que decir que el asunto no es tan fácil porque en entrar y salir del área roja, bañarse, y poner y quitarse el traje protector se juega también la vida, más cuando las posibilidades de contagio son tan sutiles que viajan en el aire en cualquier partícula de saliva.
Cumplir con las medidas sanitarias establecidas garantiza la salud de todosSu equipo se reduce a otro médico, tres enfermeros y una técnica de Rayos X que en turno de 12 horas de trabajo chequean signos vitales, vigilan síntomas respiratorios y aplican medicación específica para que cada paciente pueda volver a casa sano y salvo, aunque ya sabemos que no siempre es así y que la muerte también va dejando su rastro.
En Belice suman más de 60 los cubanos que brindan su ayuda humanitaria y es cierto que la noticia de su arribo llegó mucho antes que ellos, y para cuando pudieron salir a la calle el saludo fue cordial y la pregunta casi retórica: ¿ustedes son los médicos cubanos que vinieron por el coronavirus?
Lo otro ha sido más sencillo, sobre todo, porque se permite comparaciones y no es la primera vez que se enfrenta a la distancia y a enfermedades casi desconocidas que también aprendió sobre el terreno como el zika o la malaria. Incluso cuando dio su disposición para partir al continente africano, justo cuando el ébola amenazaba con borrarlo del mapa, quedó clara su convicción de salvar.
Con medidas de prevención certeras como el cierre de fronteras, suspensión de vuelos, la restricción de movimiento y el toque de queda, Belice, según reportan medios de comunicación internacionales, se convirtió en la primera nación en el continente americano en no reportar casos activos de la COVID-19 por lo que se prevé que entre pronto a la fase de recuperación.
Aunque lo cierto es que Rothens se quedará más tiempo porque fue seleccionado junto a otros cubanos para permanecer allá con el afán de extender y acercar servicios de salud a la población. Su compromiso de salvar vidas continuará con o sin COVID-19.