¡Tania, ejemplo inmortal de mujer y de comunista!

taniahttps://www.telesurtv.net “Ella sentía y pensaba como argentina”, puesto que había nacido en Argentina el 19 de noviembre de 1937. Su madre Nadia Bídel, explicó a los investigadores cubanos Adys Cupull Reyes y Froilán González García que Haydée Tamara Bunke Bíder “fue una niña decidida, se ejercitaba con frecuencia, montaba a caballo, bicicleta, nadaba muy bien y tenía un buen oído musical; que a los siete años comenzó a tocar el piano y el acordeón y lo hacía con mucho sentimiento. Siempre prefería la música y los bailes folclóricos argentinos”.

La bella muchacha de ojos verde-azules vivió los días hermosos de su niñez y adolescencia en la ciudad platense de Saavedra, junto a su hermano Olaf y los padres, quienes llegaron a Sudamérica huyendo de la persecución del fascismo.

Arribó a la República Democrática Alemana (RDA) en 1952, cuando ante sus asombradas pupilas de 14 años se mostraban las ruinas dejadas por la Segunda Guerra Mundial.

Cumplió tareas en la Juventud Libre Alemana y el Partido Socialista Unificado de Alemania y se preocupó por saber tirar para proteger el socialismo. Rebozó de felicidad cuando conoció el triunfo revolucionario de 1959 en Cuba y poco tiempo después dejó sus estudios de Filosofía en la RDA y, convertida en traductora del Ballet Nacional de Cuba, llegó a la isla en 1961. Entonces la increíble vitalidad de la muchacha alegre, sencilla y profunda se desbordó.

Trabajó en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, el Ministerio de Educación, la Federación de Mujeres Cubanas y fue guía de turismo. En la Universidad de La Habana inició la carrera de Periodismo, se hizo miliciana, llegó hasta la cima del Turquino, y ante el busto de José Martí selló su compromiso de servir a la definitiva libertad de América Latina, por el entrañable amor que le guardó siempre.

El 31 de octubre de 1963, en escuetas líneas dirigidas a sus padres, habló de la delicada e intensa labor que inició a partir de marzo de ese propio año, en La Habana. Comenzó en aquel momento a materializar su mayor anhelo: dedicarse por entero a la causa de la revolución latinoamericana.

Nacía entonces Tania, la luchadora clandestina, despojada de cualquier vestigio de egoísmo, que impresionaba por su cálida presencia, sencillez, inteligencia y seguridad; la mujer capaz de renunciar a la familia, las amistades, el amor, la maternidad, por hacer realidad, día a día, las palabras del poeta revolucionario Nicolai Ostrovski que ella anotara en la primera página de un diario y llenara solo con su ejemplo. “He consagrado toda mi vida y mi gran fuerza a lo más hermoso en el mundo, a la lucha por la liberación de la Humanidad.”

Por eso nada la detuvo, se dedicó por completo al servicio de la Revolución desde la difícil trinchera de los que luchan en las filas del enemigo, sintió las dificultades que entrañaba su nueva responsabilidad y el sacrificio sin condición alguna para crear una nueva sociedad.

Un año después, al concluir en Cuba el riguroso entrenamiento operativo para el trabajo de Inteligencia, el propio Comandante Ernesto Che Guevara le explicó en detalles la labor que realizaría en Bolivia.

A pesar de que, como dijera Nadia, “su hija quería ser como las demás muchachas, tener hijos, un hogar; eligió esta otra carrera, esta otra misión”. Partió hacia Europa Occidental como Haydée Bíder González, el 9 de abril de 1964, con el objetivo de obtener las vivencias personales, las evidencias necesarias para el fortalecimiento de la fachada y la leyenda que utilizaría para su radicación clandestina en Bolivia.

Durante algún tiempo viajó transformada en Marta Iriarte. A escasos metros de la familia —a la cual no pudo acercarse—, estando en Berlín Occidental, tomó la personalidad de Laura Gutiérrez Bauer, la etnóloga especializada en Arqueología y Antropología que el 5 de noviembre del propio año llega a Perú para seguir hacia La Paz.

Apenas dos meses después de haber atravesado la frontera peruano-boliviana, Tania ya había logrado los elementos mínimos necesarios para permanecer por tiempo indefinido en ese país suramericano. Se movió en la capital boliviana entre personalidades de la cultura y la política, al punto de sostener una estrecha relación con Gonzalo López Muñoz, jefe de la Dirección Nacional de Información de la Presidencia de la República, amigo personal y de absoluta confianza del presidente general René Barrientos.

Consiguió la acreditación como agente suscriptor de un semanario dirigido a las personas de más alto rango de la sociedad boliviana, que le dio acceso a las propias oficinas de Información.

Su seria e inteligente labor la llevan a penetrar en casas de familias poderosas, donde imparte clases de alemán a los niños y se convierte en colaboradora del Departamento de Folclore del Ministerio de Educación.

Legalizó su radicación definitiva en Bolivia cuando contrajo matrimonio con Mario Martínez, hijo de un importante ingeniero en minas, lo que le permitió desprenderse del acoso masculino que tanto le molestaba.

Después de dos años de solitario trabajo, hace su primer contacto. Bajo el seudónimo de Mercy, el agente le da la gran alegría de conocer que se le había concedido la militancia en el Partido Comunista de Cuba.

Gracias a su excelente capacidad de asimilación y fantástica memoria, venció la preparación para la nueva y difícil etapa. En abril de 1966 Tania viajó a un país latinoamericano para establecer contacto personal con un enviado de la isla y su sorpresa es enorme cuando acude al lugar de contacto y se encuentra a Papi (José María Martínez Tamayo), antiguo compañero de Cuba.

Comenzaba la labor de preparar la recepción y traslado de los combatientes hasta la zona donde se desarrollaría la lucha, cuidando, sobre todas las cosas, evitar su detección y con ello la pérdida de su eficiente labor de años.

El Che, a su arribo, conversa con ella y le imparte nuevas instrucciones. Anota en su Diario, el 20 de diciembre, la designación de Tania como parte de la red de apoyo urbano, y el día de fin de año se entrevistaría con el jefe guerrillero en Ñacahuasú, donde recibe misiones para contactar con revolucionarios en Argentina.

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El campamento guerrillero la recibe nuevamente en marzo de 1967, cuando llega allí para llevar a Regis Debray, Ciro Bustos y Juan Pablo Chang (El Chino). En su afán de trasladarlos hasta la base operativa del naciente Movimiento de Liberación, Tania incumple la indicación del Che de mantenerse alejada de los revolucionarios. Vicente Rocabado y Pastor Barrera habían desertado, su delación hizo imposible la salida de Tania hacia La Paz y ese tercer viaje a Ñacahuasú le propició, sin proponérselo, alcanzar su mayor ambición: sumarse a la lucha guerrillera. Sería entonces a partir del 27 de marzo, una combatiente más, que dio múltiples muestras de su valentía, eficiente preparación y alto espíritu combativo, haciéndola una enemiga temida por el ejército.

Perteneció a la Retaguardia desde el 16 de abril, donde más de una vez quedó sola con una ametralladora 30, encargada de defender el campamento y se oponía a cualquier privilegio por ser mujer.

La tarde del jueves 31 de agosto de 1967, hace hoy 55 años, su delgada figura de largos cabellos claros salió de la enmarañada vegetación portando un M-1; iba cargada con la mochila y vistiendo pantalón de camuflaje, botas algo grandes para sus pies y una desteñida blusa a rayas verdes y blancas; los soldados agazapados en la maleza quedan impresionados ante la presencia de la mujer que muchas veces les conminara a la rendición.

Penetró penúltima en la rápida corriente del Río Grande. Marchaba entre Paco (José Castillo Chávez) y Joaquín (Juan Vitalio Acuña). El agua le llegaba casi a la cadera cuando se escucharon los primeros disparos. Una ráfaga disparada por el soldado Vargas le alcanza el pulmón cuando levantaba los brazos, en un intento para comenzar a disparar su metralleta, y su cuerpo inerme es arrastrado por la corriente.

El Negro (José Restituto Cabrera Flores), el médico peruano a quien el Che le encargara el cuidado de Tania, trató de salvarla y se dejó arrastrar por la corriente. Nadó desesperadamente hasta darle alcance y comprobar su muerte. Siete días después encontraron su cadáver en la orilla del Río Grande; allí también estaba la mochila con sus escasas ropas, las libretas de anotaciones con nombres y direcciones de personas ajenas al movimiento revolucionario, presupuestos de los víveres comprados y cintas grabadas con la música del continente que tanto amó.

Antes de darle cristiana sepultura, su cuerpo fue vestido por unas religiosas. Hasta el cementerio de Valle Grande la escoltaron soldados y hasta allí llegó el propio presidente Barrientos, quien la había conocido en recepciones oficiales y, sin confesarlo, admiró a la bella muchacha de 29 años, que había burlado todos los servicios de Inteligencia.

A Tania el pueblo boliviano la convirtió en leyenda, vive hoy allí donde entregó su valiosa vida y continuará viviendo en la medida en que conozcamos sus sentimientos y la razón de su entrega a la redención de la humanidad.


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