Benito Pérez Galdós, un clásico en su centenario

Si alguien quiere adentrarse en el agitado siglo XIX de la sociedad española, mejor leer a Benito Pérez Galdós antes que un libro de Historia, por excelente que sea.

A 100 años de la muerte de quien fuera más que un literato, escritor, novelista y dramaturgo, Galdós (1843-1920) sigue siendo uno de los máximos exponentes del Realismo español.

Representa el nacimiento de la novela española en la segunda mitad del siglo XIX, toda su vida se volcó en la observación de los ambientes que retrató en sus libros.

Su obra, cuyo eje central son los Episodios Nacionales -una colección de 46 novelas que narran la cotidianidad del siglo XIX en España-, refleja de un modo fiel y magistral los avatares del país, las costumbres, las ideas y las intolerancias de la época.

Aunque nació en Las Palmas de Gran Canaria, el 10 de mayo de 1843, ambientó muchas de sus novelas en la capital de España, convirtiendo a Madrid en su ciudad.

Su pasión por esa urbe, para él su Madrid, lo llevó a descubrirla como ningún otro escritor, y la describió a través de ocho mil personajes que forman el complejo mundo de ficción creado por Galdós, por lo que la crítica no duda en calificarlo como el mayor novelista después de Cervantes.

El genial escritor canario, también periodista y político, publicó hasta 31 novelas, 46 Episodios Nacionales, 23 obras de teatro y el equivalente a 20 volúmenes de ficción más corta.

"Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno", escribió en su novela Doña Perfecta, para ilustrar una sociedad provinciana y beata sumida en las falsas apariencias.

Utilizó su pluma para denunciar los males que arrastraba España, el protagonismo de la Iglesia, las desigualdades sociales y por encima de todo estuvo muy comprometido con el tiempo que le tocó vivir.

Defendió la importancia de la educación y la ciencia y los derechos de las mujeres; de hecho, a Galdós se le considera el primer autor moderno que sitúa a la mujer en el centro de la narrativa.

Esta identificación con las causas populares lo condujo a un escaño por el partido de los liberales en 1886, y ya en su madurez a un asiento en el Congreso por la coalición republicano-socialista en 1910.

Pero los sectores más conservadores y la Iglesia, según Cánovas (biógrafo), "no le perdonaron al viejo Galdós, el mejor novelista de su tiempo, que luchara por sus ideas republicanas y anticlericales".

Aquella campaña de desprestigio de los reaccionarios logró impedir que en 1912 Galdós ganara el Nobel de Literatura, candidatura que había sido avalada por los más prestigiosos intelectuales españoles de la época, como Santiago Ramón y Cajal, José Echegaray o Jacinto Benavente.

Fue candidato en tres ocasiones al Premio Nobel de Literatura. Excedía los requisitos, pero nunca obtuvo el galardón.

El conservadurismo ultracatólico español se empleó a fondo, sobre todo en 1913, para impedir que este premio recayera sobre el autor de Fortunata y Jacinta.

Dos años después (1915), el comité del Nobel volvió a considerar su candidatura a iniciativa propia. Fue su última oportunidad.

En las deliberaciones archivadas en la Academia Sueca, según una traducción inédita de Juan Capel, el presidente del comité del galardón, el historiador Harald Hjarne, defendió que Galdós fuera premiado "en calidad de escritor de genio espléndido, noble y generoso, altamente considerado y ciertamente relevante en su país".

La propuesta de 1915, que recibió el apoyo de instituciones científicas y literarias españolas, no fue renovada desde España.

Yolanda Arencibia, autora de "Galdós. Una biografía", libro distinguido con el premio Comillas, considera que fue "una vergonzosa campaña de descrédito".

Su vida sentimental la conservó celosamente en secreto, permaneció soltero hasta su muerte, aunque se le conoce una hija natural, María Galdós Cobián, nacida en 1891. 

A pesar de su discreción, la lista de pasiones amorosas más o menos carnales es extensa y se asocia a nombres como los de la actriz Concha (Ruth) Morell o la novelista Emilia Pardo Bazán.

En el último periodo de su vida, Galdós repartió su tiempo entre los compromisos políticos y la actividad como dramaturgo, años que estuvieron marcados por la pérdida de la visión y estrechez económica.

En la madrugada del 4 de enero de 1920 moría Benito Pérez Galdós, el cronista de España, en su casa de Madrid. Tenía 76 años y estaba casi ciego, obligado a dictar sus últimas obras y devastado por la arterioesclerosis.


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