La historia de Lázaro y Yarelis se ha convertido en el meme nacional de estos días. ¿Qué hay más allá del “chiste”?
Captura de pantalla de GoogleAl poner estas palabras clave en Google salen más de ¡90 000! resultadosDe Yarelis y Lázaro se ha hablado mucho por estos días, incluso quienes no acceden a las redes sociales de Internet. Alguien les ha contado que un hombre despechado y arrepentido suplica a su expareja volver, a través de videos y fotografías publicadas en Facebook, sin el consentimiento de ella.
El suceso, una suerte de reality show, es empleado como leitmotiv por humoristas (y usuarios de las redes sociales en general) para parodiar y por otros para hacer canciones y videoclips. No han faltado los youtubers e “influencers” que han “analizado” el suceso y, de paso —o para eso mismo—, han conseguido suscriptores y monetizado aún más. A simple vista parecería que, ante el desahogo de Lázaro, ganan muchos. Y sí, podría ser, pero, a la vez, perdemos todos.
Si bien es cierto que no es raro que hombres y mujeres se inspiren en amores y desamores para hacer arte, como lo hizo José Alfredo Jiménez en sus rancheras o Mario Benedetti en sus versos, usar Facebook, la red de interacción social más empleada en Cuba, genera más que altas audiencias y alcances.
No perdamos de vista que el objeto de la risa, el meme, el chiste, es una mujer y su intimidad. No perdamos de vista que esa información fue publicada sin su consentimiento. Y, sobre todo, no perdamos de vista que de esta historia apenas sabemos lo que se ha dicho. En casos como estos se demuestra que las redes dejaron de ser una herramienta de información para convertirse en escenario para el bulo, el ciberacoso y el machismo, tan arraigado en nuestra patriarcal sociedad.
Lázaro ejemplifica cómo la democratización en el acceso a las tecnologías de la información y las comunicaciones permiten, con tremenda instantaneidad, pasar de ser consumidor de mensajes a “creador de contenidos”, y de ahí a generar estados de opinión en el espacio virtual, que no siempre revelan lo mejor del ser humano.
En su empeño por regresar a los brazos de “su amada”, el hombre vulnera la privacidad de ella, al dar detalles íntimos de su relación mediante fotografías y videos, lo que tendría importantes implicaciones según la Ley 149 “De Protección de Datos Personales”, que regula el empleo de la información personal, la imagen, la voz, la identidad, el honor y la intimidad por parte de los medios de comunicación masiva y de personas naturales y jurídicas.
Y por si no fuera poco, a la violencia ejercida en el ciberespacio se suman varios episodios de agresiones físicas y acoso, denunciados a posteriori por la propia Yarelis, valiéndose también de redes y medios digitales.
Toda esa agresión psicológica, verbal y física está ya tipificada como delito por motivos de género en el actual Código Penal, y la impresión que da es que los Lázaros cubanos no se enteran.
Habrá quien todavía crea que esta historia solo se trata de un show montado por alguien para obtener ganancias —o la ilusión fatua de volverse “viral”—, al estilo de aquel tristemente popular programa Caso Cerrado, que aún pasa de una memoria flash a otra entre los cubanos.
Sin embargo, después de que Lázaro ganara apoyo en las redes (también burlas, es cierto) por su súplica de “amor”, la propia muchacha ha salido a contar su versión de la historia, en la que ella deja de ser la culpable para convertirse en víctima. “Me han hecho viral sin yo pedirlo”, dice en un video publicado en Facebook, reafirmando lo que apuntábamos sobre la violación de sus datos personales.
“Si él fuera un hombre tan bueno yo no hubiera tenido ninguna necesidad de dejarlo. Él es un hombre posesivo, celoso, obsesivo. Mentalmente no está bien, sé que muchos se han dado cuenta, pero le siguen dando cuerda. Es un hombre que puede volverse peligroso”, insistía.
No sabemos si esta historia ya llegó a su final, habida cuenta de que con la misma rapidez que se viralizan algunos acontecimientos, luego desaparecen, pero los sucesos siguen su curso ya sin el foco de atención. Las redes sociales suelen tener poca memoria. Lo importante aquí es que la sociedad comprenda que los nuevos códigos de la Familia y Penal, el Observatorio sobre Igualdad de Género o la Ley de Protección de Datos no obrarán por sí solos el “milagro” del respeto al derecho.
Y es perentorio, asimismo, sacar las lecciones que algo como esto deja a su paso, fundamentalmente de cara al ámbito familiar y hasta el escolar, porque niños, niñas y adolescentes están accediendo muy rápido a las tecnologías y a la Internet, incluso sin supervisión. No pueden asumir como normales o naturales este tipo de conductas.
En apenas unos días Lázaro Pérez pasó de ser un usuario más de Facebook a tener miles de reacciones en sus videos y a generar empatías, a todas luces, sin merecerlas. Ojalá no crezcan en la misma proporción el irrespeto, la violencia y la tolerancia a la desfachatez, porque ese es un punto de no retorno.