Más largo que un día sin pan

Las intermitencias con que está llegando a las bodegas el necesitado producto motivan esta reflexión. Las coyunturas exigen respuestas coyunturales

La medida más exacta de la gravedad de la crisis económica y social en la que se debate Cuba hoy se expresa en gramos: 80, según las normas del Ministerio de Comercio Interior. Es lo que debería pesar el pan normado diario que corresponde a cada consumidor en el país y que, en los últimos meses, ha mermado o, incluso, ha dejado de llegar.

Podría parecer una trampa de la memoria, pero ni en la década de los 90, cuando el llamado Período Especial nos hizo cuestionar siglos de gramática española, el humilde pan de la bodega dejó de ser el salvavidas que todavía es en la actualidad. Más largo que un día sin pan, dice un viejo refrán ibérico. Esa podría ser la “regla” con la que se mide lo “especial” de este momento.

La falta de materias primas para producir el bíblico alimento ha experimentado su período más agudo en 2023, pero las noticias del déficit son anteriores. Reportes en este mismo periódico, de octubre de 2018, esclarecían rumores sobre si solo se aseguraría el pan de los adultos mayores. También en mayo de 2021 directivos de la Empresa de la Industria Alimentaria actualizaron sobre los inventarios de harina de trigo y los días de cobertura.

Pero, desde inicios de este año, más que las noticias, se ha acumulado la incertidumbre en los mostradores de bodegas y panaderías, adonde llega la gente a buscar su “pan de cada día” y no siempre lo encuentra. El 4 de junio, por ejemplo, el 30 por ciento de los avileños no recibió el producto.

Lo dijimos al día siguiente, un lunes en el que amanecimos, además, con la buena noticia del barco en el puerto y el inicio de las labores de descargue, transportación hacia los molinos y la promesa de que, a mediados de esa semana, se normalizaría la situación. Después de eso ha habido otros “baches” de hasta el 100 por ciento, aunque no siempre se pueda encontrar un reporte que lo explique.

Por tanto, lo “normalizado” ha sido que el pan llegue más pequeño de lo establecido —una decisión del Gobierno provincial a fin de que todos los consumidores reciban diariamente el alimento— o que no se produzca, no un día o dos, sino hasta tres.

Las causas están explicadas. No hay harina porque no hay divisas para comprar el trigo, a lo que se suma la larga lista de impedimentos a los que se somete a Cuba, como resultado del bloqueo estadounidense y de su alto riesgo país, para maniobrar con las divisas en el sistema financiero internacional. Según se ha explicado, a veces, el barco está en el puerto y no se puede descargar porque el proveedor no ha recibido la transferencia. Así de complicado se presenta el escenario.

• Un reportaje del periódico 26, de Las Tunas, indagó en las intermitencias del pan normado 

Una complejidad que se ceba con otros “factores”, digamos, por ejemplo, lo que yo he dado en llamar la ley del descaro y la demanda. El lunes de la semana pasada, cuando se supo que el pan faltaría, el pan en bolsas que se vende por actores privados entre 170.00 y 180.00 pesos, subió inmediatamente 10.00 pesos. Un pan ya elaborado, empaquetado, transportado hacia los puntos de venta y al que, solo por la circunstancia de que más personas lo necesitarían, se le elevó el precio.

Donde dije descaro usted puede escribir abuso. Y donde dije que se trata de un alimento bíblico, olvide aquel mandamiento de “amarás al prójimo como a ti mismo”. La levadura del “amor” parece que no fermenta lo suficiente.

Mas no sería del todo honesta y rigurosa, periodísticamente hablando, si no mencionara como otra “complejidad” la existencia en las tiendas recaudadoras de divisas de harina de trigo en varios formatos (1 kilogramo, 2 kilogramos) que, presumo por cuestiones de caducidad, ha sido, incluso, rebajada para su comercialización. Frente a las vidrieras de esas tiendas una se llena de preguntas.

La más sencilla de esas interrogantes es cómo unos sí tienen harina y otros no, sobre lo cual habría que decir que en el país hoy se trabaja con tres “tipos” de materia prima: la que compra el Estado y llega en esos barcos que son noticia cuando atracan en el puerto, la que se compra mediante el nuevo esquema cambiario en el que un dólar es equivalente a 120.00 CUP (y depende de la exportación de bienes y servicios), y la que compran las formas de gestión no estatal y permiten mantener producciones no solo de pan, sino de palitroques, galletas y otros alimentos.

En virtud de esa multiplicidad de orígenes y destinos uno puede perder la brújula y no entender los déficits. Pero a la par cabría preguntarse si no podrían adoptarse medidas coyunturales y hasta locales, dígase utilizar la harina de las tiendas en MLC o llegar a acuerdos con los nuevos actores. Es verdad que eso elevaría el déficit fiscal, porque obligaría al Estado a asumir el subsidio y quizás hasta implicaría actualizar o redactar normas, pero lo que está en juego es ese día interminable cuando en el desayuno de los niños y los ancianos no hay un pan. Si no es por ellos, ¿por quién?


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