Cuando Náyade no visita nuestras casas, llega el desespero, la ansiedad, la desesperanza, porque sabemos que, hasta la vuelta de siete u ocho días, su retorno es imposible. Y es que para lograr que esta musa de agua dulce esté en cada hogar avileño se necesita un bombeo de 600 litros por segundo, cuando en la práctica solo se cuenta con 350 litros por segundo.
Así que, justo en el momento de esa desesperación, echa a volar la imaginación de qué hacer para solucionar la situación y lo primero es pensar en picos, palas, martillos eléctricos, llaves y por supuesto, manos a la obra. Todo esto con la esperanza de que la ninfa griega haga la visita en su próxima estancia al reparto.
Así piensa y actúa más de un avileño cuando ven trucadas sus necesidades imperiosas de recibir agua. Cuando en la esquina, esta corre cual manantial de poco caudal a causa de un salidero, o por personas inescrupulosas que, cuando sus embalses están a tope, se despreocupan del dolor ajeno.
Como manada en estampida se vuelcan a las calles a romper el pavimento y hurgar, como quien busca el gran tesoro escondido, en este caso la conductora principal del preciado líquido.
A pesar de que, en entrevista con Invasor, Miroslava Reyes González, directora de la Empresa Provincial de Acueducto y Alcantarillado, aseveró que se trabajaba en la culminación de una nueva estación de bombeo, San Fernado II, con la perforación de dos pozos y la instalación de una bomba con capacidad de 100 litros por segundo, disminuyendo así el ciclo a cuatro días, pero aún no llega esa mejoría deseada.
Sin pensar en posteriores consecuencias, los vecinos hacen cráteres en las calles, de modo que solo aquel que sepa de equilibrio y malabarismo es capaz de transitar sin problemas por esos lares. Pero para ellos el fin justifica los medios: rompen, Náyade visita las casas, y las calles quedan con múltiples aberturas, listas para ser hospedaje seguro de Culicidae, ese pequeño y molesto insecto que en noches de penumbras se convierte en el animal más amistoso.
Pero, ¿en realidad se logra atraer a Náyade a esos conductos vacíos que llamamos tuberías? A juicio de Reyes González eso no resolverá el problema, pues no es cuestión de romper calles, ni de una nueva conexión, es que no hay disponibilidad de agua, pues toda la parte norte de la provincia está en plena sequía y el agua entra desde la parte sur; solo se notará mejoría cuando se cuente con toda la infraestructura necesaria.
Lo cierto es que la irresponsabilidad social ha conllevado a crear montículos en cada cuadra, cual si fuera zona de picheo y donde los jugadores —los transeúntes— no saben adónde van a dirigir la pelota —en este caso, el ciclomotor—, porque se torna intransitable; de ahí se deriva otro gran caos: los accidentes, acápite que merece otro tiempo de reflexión.
La ausencia prolongada de ese líquido incoloro sin el cual es imposible vivir, trae aparejados otros eventos desafortunados que afectan la vida social del avileño. Romper calles no es la solución o al menos, si lo hacen, hay que ser capaces de sellar esas grietas.
La responsabilidad ciudadana se impone en estos tiempos en que aparejado a la crisis económica, debemos evitar sumarle desorden e irresponsabilidad. Todos vivimos esos momentos de angustia cuando no tenemos la famosa musa de las aguas dulces en nuestras viviendas, pero se impone la sensatez.