Eso de poner la mesa y arrimarse ha sido siempre vocabulario del campo, al menos así hablaban mis abuelos finca adentro, donde si servían había que comer; sobre todo, porque lo que estaba encima de la mesa había costado sudor y tiempo. Y ninguna de esas dos monedas eran reembolsables. Ni lo son aún.
Lo perecedero en la Agricultura tiene ese inconveniente y el tiempo (perdido) vale oro. Supongo entonces que el mal empleado valga plata, y que terminen simultaneándose y perdamos doble.
Por eso, que a mi abuelo los mediodías lo cogieran con el machete en la cintura —y que cuando se hizo más viejo y más sabio, entendiera que la eficiencia no iba tanto de dedicarle horas al surco, sino inteligencia—, solo tuvo implicaciones para el autoabastecimiento familiar.
Pero que una empresa venga a entenderlo a la vuelta de un quinquenio, dos, tres… tiene impacto en muchos abuelos, hijos y nietos que podrían sentarse luego a una mesa raquítica o vacía.
La metáfora la dejaba caer el ministro de la Agricultura, Ydael Jesús Pérez Brito, en Ciego de Ávila, y mientras alertaba a las principales entidades del territorio que tenían “la mesa servida” yo pensaba en cuánto le costaba a cualquier abuelo como el mío, el hecho de que algunas “ni comieran… ni dejaran comer”. El cuánto de esa inercia o ineficiencia les costaba a ellas, en primer lugar, y cómo hipotecaban el futuro, cegadas en la cosecha del presente.
Hacia la explotación de la tierra iría el primer llamado, por supuesto. A no tener tierras ociosas en propiedad de empresas que no las cultivan. Suelos de calidad, cercanos a poblados, con infraestructura…, ahí, en papeles, en planes de algo un día y enyerbados ahora.
“Los dueños de la tierra tienen que ser quienes la exploten”, les decía el titular de la Agricultura, con una indicación que dejaba sobre la mesa, pues, “quienes no la cultiven no tienen derecho a mantenerla y se les expropiará de oficio”, adelantaba con una lógica que se les volvía en contra, sin querer: ¿Si hoy no permitimos que tenga ganado quien no tiene tierras, cómo se sigue permitiendo que quienes sí la tienen no hagan nada con ellas?
La idea iba, incluso, en “sentido inverso”, en pedirles a quienes sí la explotan y tienen resultados que, por favor (porque nos hacen un favor), aceptaran más. Porque es el Estado el máximo interesado en que los guajiros prosperen y lo hagan prosperar, de paso. Pequeñas escalas que sumen a la grande. Agricultura “de pedacitos” a la que habrá que dinamizarle leyes porque hoy cinco caballerías le quedan chiquitas a algunos.
• Lea aquí una investigación sobre la entrega de tierras
Tres días después del intercambio con los agricultores avileños, el ministro comparecía en la Mesa Redonda y aclaraba que “no aspiramos a concentrar la propiedad de las tierras en usufructo, sino la gestión de esos terrenos”.
No obstante, como el rendimiento no es mayor ni menor, en correspondencia con los términos de la entrega y la nomenclatura del papel, la intención seguía apostando a los mismos frutos: es necesario producir más… y si se quiere cuestionar la escasez, hay que dejar de mirar a las tarimas y los precios, y poner la vista en el surco y los recursos para hacerlos germinar.
En una semana, por ejemplo, esta provincia aprobaba 66 solicitudes para el usufructo, y si bien no computaba cifras de atraso considerables, el llamado era desterrar burocratismos en un proceso que hace una semana tenía en el país más de 1 000 solicitudes fuera de término, informaba el propio ministro.
Un dato aquí podría respaldar la urgencia, además. La emblemática La Cuba, que llegó a recibir cientos de toneladas de potasio, hace más de dos años que no recibe ni un saco, de modo que el descenso de sus rendimientos los obliga no solo a ellos a intentar empinarse, sino a otros a sembrar que son, en definitiva, quienes también van a comer.
A estas alturas, lo menos que podríamos hacer es “sostener las patas de la mesa” y desbrozar el camino de malezas. Y eso es barato, lo caro es servirla. Lo triste, no poder comérsela.
Aprendí de mi primer jefe , que el asunto no era trabajar fuerte, que lo importante es trabajar con inteligencia.
Llevo mucho tiempo meditando el por qué veo muchas más personas comiendo en la calle dulces, y a casi ninguna degustando una fruta, si los dulces sin sumamente más caros, además de ser perjudiciales para la salud.
Soy de la opinión que se debiera prohibir la venta de golosinas y dulces en la vía pública. Ahh y por más que recorro la ciudad no me he topado con un establecimiento que venda frutas para comer en el lugar.
Que ganas tengo de comer una yuca de esas que mi madrina llamaba " esas son de señora ponga la mesa "
Mi apellido es Hortelano, que no significa que no coma ni dejé comer, es que soy el dueño del perro, ahora en serio, dicen que ese apellido se los ponían a los niños si padres, el Hortelano es el que cultiva la tierra.
brmh
Mira,alguien me dijo que si había cambiado de equipo por un comentario crítico que hice en Invasor.cito a Salvador Díaz Mirón, el poeta mejicano del Atlántico cuando dijo:
Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos
hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan,!mi plumaje es de esos!,
pero hay que demostrar que el Socialismo es mejor.