Bajas escolares: Lecturas entre líneas desde Ciego de Ávila
Fotos: Alejandro García
Infografías: Amanda Tamayo
Por cada alumno que abandona los estudios hay una vida que se acerca a la peligrosa línea de la vulnerabilidad social, pero antes de llegar a ese punto hay mucho camino por recorrer
Claudia* era la más bonita del aula y la primera a la que le empezó a cambiar el cuerpo. Como es lógico, los muchachos más grandes se fijaban en ella. Y a nadie le sorprendió que en décimo grado estuviera con Alejandro, de veintipico, que la llevaba a la playa y a las discotecas.
Su mamá nunca le habló de sexo ni de condones. “Ella todavía no entiende de esas cosas”. Y por no entender fue que confió en Alejandro y en que la “marcha atrás” era un método seguro. De la barriga a la boda fueron un par de meses. Casi que apenas se supo.
Tampoco nadie le dijo que la vida seguía, que terminara la escuela, que ahora ella y su bebé necesitarían independencia económica, un futuro…
II
Melisa* vive una contradicción que ni ella misma puede entender. La depresión la acecha a ratos sin motivos aparentes. Dice el doctor que la escuela no le hace bien, al menos, no en esa situación. Ella cree exactamente lo contrario.
A simple vista un día normal de clases, sin embargo, otra vez ese raro sentimiento la impulsa a salir corriendo quien sabe a dónde. Después de todo, el médico llevaba razón, mas le sigue costando aceptarlo. ¿Dónde quedan sus sueños de llegar a la universidad?
Melisa y su mamá han pedido hablar con el director del preuniversitario. Alguna opción debe haber para que “el adiós” no sea definitivo.
III
Con 17 años, Leonardo* podría tener las mismas aspiraciones que cualquier muchacho de su edad, pero en su lista de prioridades el orden resulta otro. No siempre tienes a una madre muy enferma y un hogar que depende de ti.
Aunque lleva unos meses intentándolo, “luchar” para la casa y estudiar es una carga que lo vence. Mamá está de acuerdo. A partir de mañana su silla estará vacía en el aula, a la que espera algún día volver.
IV
No es ficción. Las historias de Claudia, Melisa y Leonardo constituyen apenas la punta del iceberg de un fenómeno que, si bien no se perfila como tendencia en los centros escolares de Ciego de Ávila, cada día pone a prueba al sistema educacional, quien carga con el mayor peso, aunque hayan tantos implicados como motivos por los que los estudiantes abandonan los estudios.
Emigración, matrimonio, embarazo, prescripción facultativa y otras tantas causales engrosan las estadísticas en las que, más que números, puede leerse una realidad social para nada divorciada de las aulas.
Prólogo contado en números
La UNICEF, que estudia la educación en relación a la equidad social, publicó en 2019 un resumen de Hojas Informativas entre las que contempla la repetición y el abandono escolar en Cuba. Los grados en que más se deja la escuela son, por orden: duodécimo, noveno, onceno, décimo y séptimo. Un 10 por ciento de los que terminan noveno no siguen a la siguiente enseñanza y lo mismo ocurre con el 39 por ciento de los que terminan la enseñanza media superior.
Hacia adentro del perfil, se empiezan a observar las desigualdades. Los niños y las niñas van a la escuela en igual medida, pero de los que repiten, no pasan de grado o no continúan estudios, el 60 por ciento son varones. Si tenemos en cuenta la tendencia de unirse en pareja a edades tempranas, pudiera estar relacionado al rol de género asociado a los hombres, de trabajar para proveer económicamente.
Por color de la piel, a nivel nacional no se observan grandes brechas. La población cubana, y por deducción, también la escolarizada, se compone de un 63 por ciento de piel blanca, un 9 de piel negra y un 27 de piel mulata o mestiza, aproximadamente. El grupo de alumnos que abandonan, repiten o no continúan tiene una composición similar, con un ligero aumento del grupo de piel mestiza.
No ocurre así por área de residencia. Según ilustra el Anuario Demográfico de Cuba 2021, el 22 por ciento de la población cubana y, deducimos, de la escolarizada, es rural. Sin embargo, casi el 30 por ciento de los alumnos que repiten, abandonan o no continúan, vive en zonas rurales. En su caso, habrá que pensar en la calidad del transporte, el costo monetario y de tiempo y energías que significa para los adolescentes salir de sus comunidades hacia las escuelas, dado que son edades en que la enseñanza se imparte casi siempre en áreas urbanas.
Ciego de Ávila tiene un comportamiento similar a las estadísticas generales. Si eliminamos la emigración y la defunción, porque son causas de baja escolar “inofensivas”, ciertamente 43 bajas no son mucho. Hasta que pensamos que transcurrieron en solo un mes, en una provincia pequeña, y que son 43 vidas, de jóvenes, sobre las que habrá consecuencias.
¿Podemos no alarmarnos cuando las estadísticas de solo un mes revelan siete niñas embarazadas y cuatro casadas? ¿Podemos no alarmarnos cuando leemos de un niño con discapacidad intelectual involucrado en un robo? ¿O de 26 que no desean continuar estudios?
Causas habrá tantas como individuos, desde acoso escolar que afecte a adolescentes con una identidad de género y orientación sexual fuera de la norma cis-hetero, hasta familias en las que el futuro de los hijos simplemente no es una prioridad. Adolescentes que trabajan, otras que se hacen cargo de la casa y de hombres adultos… Por eso nos fuimos a las escuelas.
Escuela adentro
A la ESBU Roberto Rodríguez Fernández, de Morón, no llegamos al azar. Es una de las escuelas con mejores resultados académicos en los últimos cursos, y otros indicadores como la continuidad de estudios.
Pedro Macías Macías recibe al equipo desde la calma de la dirección y, al explicarle lo que buscamos, responde: “Eso aquí no es muy común. Hace más de cinco años que no tengo estudiantes que abandonen la escuela”. Solo cuenta un alumno de baja por causas de salud, y que recibe clases en casa. Clases que, acota, le ayudan a sentirse “un niño normal”, más que a vencer objetivos docentes.
Su respuesta va en consonancia con lo que interpretamos de los datos provinciales: en la Enseñanza Secundaria, y en los municipios de Ciego de Ávila y Morón, es más común que las bajas escolares sean por emigración que por causas en las que sí trabaja el claustro.
El día a día se ha encargado de demostrárselo a Kelvis Robert Quesada, que, desde que llegó a dirigir el Instituto Preuniversitario Urbano La Edad de Oro, en la capital provincial, ha sido esa la principal razón por la que ha tenido que lamentar las bajas de su matrícula, en un centro donde “no es común el abandono de los estudios, pues los estudiantes vienen con otros intereses”.
Y a pesar de que la emigración constituye uno de los motivos que deja de manos atadas a los profesores, a Madeleys Sánchez Llanes, subdirectora general en la Dirección Provincial de Educación, le preocupa una tendencia que este curso escolar ha hecho estragos en la matrícula como nunca antes, al punto de que solo en el primer mes, 105 educandos salieron del país, casi la mitad de los que lo hicieron al cierre del calendario docente 2019-2020.
Sin embargo, para Macías Macías eso no indica que tengan un alumnado libre de conflictos. Si tiene que hacer memoria, habla de una estudiante que debió dejar la escuela para cuidar a su madre con pérdida de visión. “Una niña buenísima, que tuvo que hacerse cargo de la casa. Y por mucho que insistimos en ir a darle las clases, aunque fuera dos veces a la semana, para que terminara el noveno grado, nunca hubo disposición por la mamá”. Otro niño que se mudó para Oriente, con el padre, y nunca debió continuar la escuela “porque su expediente todavía está aquí”.
A esas edades, quienes deben pensar en el futuro son los padres
“Generalmente, estos niños son los que vienen con mal manejo familiar. Son familias disfuncionales. Padres alcohólicos, madres que trabajan muchas horas y los dejan solos...”. La lista, en sus años como director, debe ser más larga. En esos casos, comenta, la escuela puede hacer adaptaciones curriculares al plan de estudio para que reciba los elementos esenciales que le ayuden a continuar; y, si es incapaz de ir a la escuela por problemas ajenos a él o ella, los profesores deben visitarle al menos tres veces por semana.
Bien claro lo tiene Madeleys, a quien más de una vez sus alumnas embarazadas le tocaron la puerta de su oficina en la Escuela Pedagógica Raúl Corrales Fornos, durante sus años como directora. “En esa situación se buscan alternativas para que puedan cerrar el ciclo, si es el curso mejor, siempre que su asistencia a clases no comprometa la gestación. Se les otorga un permiso especial, causan baja y, una vez que nazca el bebé, la estudiante decide cuándo reincorporarse”.
La pregunta es ¿cuántas regresan? Para nadie es un secreto que en esas edades el abandono del padre, cuando reconoce a la criatura, pocas veces pasa del primer año, y el apoyo de la familia resulta esencial para poder conjugar maternidad y formación.
A ese punto no han llegado los adolescentes de la Roberto Rodríguez en los últimos cursos. Ciertamente el abandono de la escuela o las bajas por embarazo y matrimonio son más comunes en la enseñanza media superior, lo que no descarta la posibilidad de que las adolescentes de la secundaria se unan con hombres de mayor edad; motivo que, para la antigua directora de la Escuela Pedagógica, no necesariamente se traduce en abandono de los estudios. “Muchas veces la pareja insiste en que continúe asistiendo a la escuela y son ellas las que usan el matrimonio como excusa para no hacerlo”.
Para llegar ahí, antes debieron saltar las alarmas cuando, durante 15 días, el estudiante se ausentó, y luego transcurrieron otros 15 para visitarlo y conocer sus motivos. El procedimiento casi que lo recita de memoria Yenia Hernández Díaz, directora de la ESBU Clotilde Agüero, en la ciudad cabecera, a quien su grupo de trabajo preventivo la ha salvado en los últimos tres períodos lectivos de los dolores de cabeza en los que pueden convertirse las bajas escolares, aun cuando muchos de sus escolares lidian a diario con la difícil situación del transporte para asistir a clases, por vivir en comunidades alejadas del centro urbano.
Ojalá pudieran decir lo mismo en todas las escuelas y todos los municipios. Sin que la ciegue la pasión, Sánchez Llanes no duda en reconocer que “sigue faltando en el qué hacer antes, para que el estudiante no cause baja”, más allá de la estrategia intersectorial diseñada para lograrlo. La realidad ha demostrado que el trinomio escuela-familia-comunidad sigue sin funcionar a las mil maravillas.
Si bien la Secundaria clasifica como la enseñanza de mayor ruptura en la continuidad de estudios, según confirma la subdirectora provincial, desde la Roberto Rodríguez su director prefiere mirarla con otros ojos. “Es un período de tránsito. Vienen de primaria, pero tienen que seguir hacia una enseñanza que los encamine en la vida. Y nosotros tenemos que lograr que todos salgan de aquí con un futuro profesional o un oficio”.
Un panorama en el que una silla vacía será otro nombre que acabará en una estadística, dejando el sinsabor de lo que pudo hacerse y no se hizo, de lo que pudo ser y no fue.
*Los nombres de los estudiantes han sido cambiados para proteger sus identidades