Por estos días ha sido noticia que algunos peloteros de los Tigres del béisbol avileño han solicitado la baja del equipo de manera oficial. No olvidemos que esos atletas fueron contratados por el organismo deportivo para participar en la 63 Serie Nacional de Béisbol y, por tanto, tienen el derecho elemental de dar por terminado el contrato, si es que este ya no satisface sus expectativas.
No descubro el agua caliente si digo que la sociedad cubana, en sentido general, atraviesa por difíciles momentos por factores económicos, y que no es ocioso recordar el criminal bloqueo a que es sometida nuestra Isla, aunque no desconozco algunos errores cometidos ante las contingencias que el país ha debido enfrentar.
En el caso de los peloteros, si bien en décadas pasadas no ganaban un salario exorbitante, sí eran protegidos y estimulados por la entidad deportiva, algo que ahora esta última, lógicamente, no puede hacer.
Hay una verdad que pudiera explicarnos mejor por qué un atleta, por demás padre de familia, opta por quitarse el traje de pelotero y vestirse de obrero, tanto en el sector estatal como en el privado, pues ahora puede percibir salarios hasta 10 veces superiores al que devenga como deportista.
Antes, bien sabemos, no era así, pues dejar el béisbol y dedicarse a otra tarea, podía ser ligeramente mejor, si de salarios se trataba, pero no tan superior.
Para solucionar el problema, desde luego que ahora mismo no se puede pedir que nuestros atletas perciban lo mismo que los que compiten en otras ligas, pero desde cualquier lógica, ya se impone una remuneración salarial superior a la actual o se corre el riesgo de que sea el fin de nuestras series nacionales.
Desde luego, no son pocas las aristas para explicar o resolver el asunto. Nuestra pelota es un fenómeno social en Cuba que, si bien no ofrece riquezas materiales, sí regala durante largas temporadas esa pasión que desborda a los cubanos. Habrá que salvar nuestro pasatiempo nacional, pues no por gusto ya el poeta dijo que el béisbol se parece a la vida.