No es el boxeo un deporte que apasione a este cronista, aunque he disfrutado de los memorables éxitos cubanos en esta disciplina desde la remota década del 60. No obstante, lo confieso, no me atrae mucho presenciar un cartel boxístico.
Pero hago una salvedad: cuando pelean un estilista, de esos que hacen de la máxima “pegar y que no te peguen”, entonces si me acomodo para disfrutar del arte y el deporte.
Lo anterior se duplica si uno de los contendientes agrega algo de magia a sus desplazamientos por el cuadrilátero. Es por eso que pocas veces me castigo con perderme una pelea del camagüeyano Julio César la Cruz. ¡Es todo un espectáculo¡
Y en el horario nocturno cubano de este jueves fui uno de los millones de cubanos que estuvo prendido al televisor desde antes del primer “piñazo”. Y Julio César no me defraudó en esta Olimpiada 2020. Ganó a un rival que, por demás, nació en esta tierra de tantos campeones y que ahora es nacionalizado español.
Con solo lo anterior, ya había algo de morbo en el esperado pleito de los 90 kilos, solo que había un ingrediente más para aumentar la expectación. Reyes había declarado a la prensa que “Aquí hemos venido a arrancar cabezas” y que al finalizar el combate iba a gritar bien alto una consigna que por estos días enarbolan los contrarios a nuestra obra.
Un buen combate. Reyes, en verdad, no fue nada fácil para nuestro campeón olímpico, pero fue evidente que el que vestía la camiseta de las cuatro letras fue superior, aunque la decisión fue dividida.
Fue entonces que el Patria o Muerte Venceremos se escuchó en el Arena Kokugikan de Tokio. Julio César lo gritó a toda voz. Y no se por qué esta vez la consigna me supo más a Patria.