La novia de Tamakún

Oriundo del entonces central Cunagua, Andrés Martínez aportó brillo y espectáculo en los diamantes beisboleros y en las lides de baloncesto. Hoy Invasor lo evoca, en tanto figura esencial en la historia deportiva de Ciego de Ávila

I

La tierra parece sangre. Hay que doblar el cuerpo una y otra vez para que, a la caña, no la acompañe más que la paja que la distingue, aunque no es mucho lo que se cobra en Cunagua después de tanto sudar.

Ramiro Andrés va para los nueve. El abuelo avista el futuro, lo ve como en un espejo: alto, fuerte, guapo. Y bueno. Que esos ojillos dicen mucho. Se lo imagina muy lejos de la guataca y el machete, de los surcos de tierra roja y del traqueteo del central, y la asociación le brota tan natural como el agua de los manantiales que ha visto en la loma.

Un día empieza a nombrarlo del mismo modo que el héroe de la popular radionovela que trasmite la emisora R.H.C, Cadena Azul desde 1941 —justo el año en que nació su nieto. Supone que su Tamakún también estará “donde el dolor desgarre, donde la miseria oprima, donde la maldad impere, donde el peligro amenace…”

El abuelo masculla una frase ininteligible, escupe la mascada de tabaco sobre la tierra roja como la sangre; ríe como un niño, mientras su “vengador errante”, el que probablemente un día se hará acompañar de un séquito de súbditos leales y valientes, corretea al pie del casucho de madera, guano y zinc. “Ven acá mi Tamakún, vamos a conversá, ¿qué te gustaría ser cuando seas grande?”

II

El párvulo que llega a la capital, impresiona por su estatura y complexión. De a poco, se forja el slugger que defiende la primera base. En el Nacional Juvenil de 1960, deviene pieza clave en la novena de Mantilla. ¡Campeones! Y de La Habana a Caracas, Venezuela, sede de la Serie Mundial Juvenil. Es el cuarto bate de los cubanos que en el debut doblegan a los de Antillas Holandesas. Rechinan las pelotas que golpea Tamakún, hasta que, caramba, empieza a molestarlo una lesión. Pero no abandona los terrenos, maltrecho sale a jugar, porque el mánager se lo ha pedido a quien considera la inspiración del conjunto que termina detrás de los anfitriones.

“Seré pelotero profesional”. La confesión arranca una expresión de desagrado; ellos se han sacrificado para que estudie y después sea “alguien en la vida”. No quieren que secunde al padre como soldador del central. En Cunagua, los viejos conocen que el contrato está oyendo el cuento, los scouts del béisbol rentado le ofrecen 5000.00. Pero Tamakún recapacita, sin sospechar que una novia permanece a la expectativa, hasta que la descubre.

III

El baloncesto le gana el pulso a la pelota en los colegios privados, sobre todo, cuando recesan los torneos de los bates y los guantes. Un día se atreve. El balón rebota en sus manos negras y grandes. Aprende rápido. De lejos lo distingue la buena puntería, también sobresale como defensor.

Tan veloz como las acciones que suscita el deporte ráfaga, se erige en ídolo de la afición de Bejucal. Ha caído en un cerco amoroso del que jamás intentará escapar, mucho menos cuando luzca el uniforme de los Caribes de la Universidad, o el número 10 de la selección nacional sobre el pecho.

IV

Basta un trienio para que asista a tres Juegos Mundiales Universitarios. La primera oportunidad acontece en Sofía, la capital de Bulgaria, en 1961; dos años después la brasileña Porto Alegre le abre los brazos, y en 1965, Budapest es la sede. Tres puntos de la geografía deportiva en los que Tamakún defiende el uniforme de las cuatro letras. Del gigante sudamericano regresan los criollos con el subcampeonato del básquet masculino. Y con bronce de los Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe de 1966. Allí Tamakún —con la experiencia a cuestas de la edición anterior (Kingston, Jamaica, 1962)—, irradia talento sobre los tabloncillos y un aluvión de aplausos lo premia cuando los de la isla mayor de las Antillas vencen a los mexicanos, algo que no ocurría en juegos múltiples desde el lejano 1946.

No todas las incursiones terminan con el final deseado. En octubre de 1964, con los juegos estivales a la vista, el preolímpico de Yokohama depara la quinta plaza a los cubanos. Se esfuma el sueño de los cinco aros.

 tamakunSemanario Deportivo LPVEn 1979 exhibía orgulloso la medalla de plata ganada en la Universiada de Porto Alegre

V

Fue en los 60 del siglo pasado cuando los tres mosqueteros del norte avileño coincidían en equipos locales o del país. De Morón, Omelio Borroto; de Bolivia, Miguel Montalvo y Tamakún. Pero ahora, instalado en los confines de la inmortalidad, Ramiro Andrés Martínez logra el enceste que de un tiempo a acá vale tres, y le da la vuelta al marcador en el momento del pitazo conclusivo. Es la manera que asume la leyenda que es hoy, para que siga creciendo la estela de alegrías y triunfos que un día prolongaron Los Búfalos, a sabiendas de que su reclamo pueden cumplirlo únicamente los elegidos que derrochen incontables jornadas de sacrificio, y a la hora precisa, virtudes y coraje ante el canasto del adversario.

equipo baloncesto masculinoSemanario Deportivo LPVEn el extremo derecho, durante un memorable partido Cuba-Puerto Rico


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