Béisbol cubano: El síndrome de las 90 millas

 yander guevaraEdelvis Valido Gómez No suelo intervenir en las discusiones lógicas después de la integración de un equipo. Desde tiempos “inmemoriales” las polémicas por la inclusión o no de este o más cual atleta ha sido parte de la efervescencia beisbolera que nunca ha faltado en las tertulias cubanas.

Usted puede esgrimir este u otro detalles acerca de su “defendido”, pero siempre la última palabra la ha dicho —y la dirá— el cuerpo técnico nacional de esta disciplina, en coordinación con la dirección del equipo.

Una vez le escuché decir al nunca olvidado comentarista Bobby Salamanca, que “un equipo no es una constelación de estrellas”. Y esa frase, posteriormente, me ayudó a comprender un sin número de detalles en la formación de un conjunto.

Fue por eso que nunca estuve de acuerdo con que Enrique Díaz, uno de los hombres más rápidos que ha pasado por nuestras lides, estuviera ausente de las escuadras nacionales. Bien sabía que por encima de él aparecían más de cuatro camareros de mayor nivel, pero el debió ser, en no pocas oportunidades, el jugador utility que, en su momento, pudo haber decidido un juego de pelota.

En torneos cortos es una garantía saber que en el banco tienes a un jugador que puede intentar con buenas opciones el robo de segunda cuando, por ejemplo, hay un out y el equipo pierde por una, o que esté en primera o segunda y necesites aprovechar con su velocidad el posible último batazo.

Otros peloteros, tanto a la defensa como en el ataque, eran mejor que Enriquito, pero ninguno de ellos podía cumplir mejor que él la misión que acabo de describir. No, un equipo nacional no siempre deben integrarlo los mejores jugadores.

Lo mismo pudiera ocurrir con el cuarto o quinto jardineros. Estos pudieran tener menor nivel integral que otros que no hicieron el grado, pero no pocas veces deben incluirse porque tienen brazos poderosos o porque son muy superiores a la defensa y en el orden táctico desempeñan un mejor papel. Más de una experiencia pasada le ha dado la razón a Bobby.

Por estos tiempos, hay un mal en la pelota cubana al que este periodista ha calificado como “el síndrome de las 90 millas”. Ya casi es una verdad absoluta que aquel tirador que no alcance esa velocidad en sus envíos, o se le aproxime, está eliminado de toda posibilidad de vestir el uniforme de las cuatro letras.

Hay un caso que lo ilustra de la mejor manera: Yander Guevara Morales. El avileño fue el tirador de mejor promedio en salidas de calidad con 12 en 15, fue quinto en Promedio de Carreras Limpias (3,04), los rivales, en una lid en la que se promedió 301, solo lograron batearle para 248 y su WHIP (1,16) fue de los mejores.

Pero hay un detalle —y no incluyo el coraje que siempre ha demostrado en el box— que lo hace necesario en el conjunto: es un lanzador de mucho control, al extremo que solo promedió dos boletos por cada nueve entradas de actuación. No olvidar que ese fue el mal del pitcheo en la 60 Serie, pues los serpentineros promediaron 4,16.

No será el preolímpico de las Américas un torneo para “desarrollar el futuro del pitcheo cubano”. Es una lid que puede decidir la inclusión del béisbol de Cuba en la máxima cita deportiva del orbe y, por tanto, debe llevarse a las figuras que más puedan aportar.

Y, por último, acudo a otro grande de la narración deportiva cubana. En una improvisada tertulia en el parque José Martí de Ciego de Ávila, Eddy Martin le aclaró a un aficionado: “Hay situaciones en un juego de pelota que no se resuelven con lanzamientos de 90 millas”. Ojalá los directivos técnicos lo comprendan.


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