Bien saben los lectores que no han sido pocas las veces que, en este propio espacio, se han señalado deficiencias cotidianas de la esfera deportiva. Quien les habla no dejará de hacerlo, aunque les aseguro que, en estos tiempos, el periodismo de opinión es como el tránsito por una cuerda floja. No es fácil delimitar lo subjetivo de lo objetivo.
Ahora que con frecuencia se escucha en las tertulias deportivas el estancamiento de no pocas disciplinas en los resultados internacionales, y algunos, con lógica vehemencia, señalan lo que ahora no se hace y antes sí se hacía, sobre todo en materia de entrenamientos y estrategias, individuales y colectivas, no estaría mal el comparar también lo que antes teníamos.
No olvidemos que la mayoría de los atletas de alto rendimiento del país, durante aquellos años de esplendor, se fogueaban en Europa con los rivales que prácticamente serían sus principales oponentes en las competencias fundamentales del ciclo olímpico.
No obviemos tampoco que pululaban las competiciones internacionales en Cuba en las que nuestros atletas podían medir fuerzas con figuras de renombre internacional, y que los calendarios de las lides domésticas eran bien extensos.
En todo eso meditaba cuando supe del aplazamiento de la mayoría de los torneos nacionales en los que Ciego de Ávila sería sede en este primer semestre. Y, desde luego, no por capricho de nadie, sino porque, sencillamente, nuestra economía atraviesa difíciles momentos, en los que el factor energético es un elemento decisivo.
Por eso creo injusto, por ejemplo, las comparaciones que ahora se hacen sobre el nivel de nuestra pelota. Es bien difícil que surjan abundantes peloteros, como en décadas anteriores, si ahora mismo ya suman casi tres años sin competiciones en las categorías escolares y juveniles.
No hay que ser un erudito en esta materia para llegar a la conclusión de que sin medir, y a la vez potenciar las habilidades de los atletas, no se puede aspirar a un nivel, ni siquiera aceptable, en el concierto internacional de la actividad del músculo... Y no descubro el agua caliente.
Por eso, si bien no debemos olvidar nunca las glorias que se vivieron en Cuba en la época dorada de nuestro deporte, un día deberá reconocerse el esfuerzo y tesón del movimiento deportivo cubano por no dejar, en tiempos duros, que nuestro deporte muera.