Seca, una mirada a la marginalidad

A juzgar por el tiempo de preparación y ensayo, y porque apenas alcanzó a estar una vez en cartelera, la obra Seca, de Caminos Teatro, ha sido esperada por el público, más si tenemos en cuenta que ha crecido con el visto bueno de Freddys Núñez Estenoz, director de Teatro del Viento, y de los buenos vale aprender.

Con esas expectativas el público descubrió este martes sobre las tablas de la sala Abdala una escenografía minimalista y a cinco actores que con un fuerte trabajo dramático intentan contar realidades punzantes de nuestro contexto, a veces, postergadas.

La trama recrea varios acontecimientos que han estremecido la tranquilidad del país. Dibuja los caracteres de quienes reciben dinero para crear malestar e inseguridad, en nombre de un supuesto cambio y de la libertad, y de algún modo enfrenta dos discursos distintos, el del manipulador o “mesías” que promete y el de quienes cumplen sin calcular las consecuencias. Gente de barrio que se lanza al vacío con tal de elevar su nivel de vida y satisfacer necesidades básicas.

Así reconocemos al Nene (Roberto Castillo), quien se acerca a la Jefa (Jennys Ferrer) para ganar dinero fácil poniendo carteles o asaltando con tal de sembrar el pánico. La promesa es que si las cosas se complican los sacarán del país. Se suman la Raza (Mercedes Mesa), una socia del barrio, que termina traicionándolos; la Chula (Yamara Pereira), pareja del Nene; y el Papi (Jorge Luis Sardiñas), que resulta ser el “tipo duro” de la historia.

En esta lid, en mi opinión, se llevan los aplausos Mercedes Mesa, por la buena caracterización de la Raza, en la que recurre a tic nerviosos y a la tartamudez; y Yamara Pereira, por el dramatismo y énfasis que les pone a los parlamentos de la Chula. Si se quiere, son personajes arquetípicos de una marginalidad que prolifera y que termina con sangre, cárcel y arrepentimiento, cuando la policía los persigue y la salida del país se frustra.

Los actores parecen moverse en círculos sobre el escenario, acomodado de forma minimalista, como si sus vidas fuesen, precisamente, un círculo vicioso que revela su ser sin razón. Además, las escenas se superponen y se mueven del pasado al presente, con tal de que el espectador pueda reconstruir los hechos.

Pareciera que Seca se escribió luego del 11 de julio, cuando una turba de personas salió a las calles en varias ciudades del país. Sin embargo, los textos pertenecen a Roberto D. M. Yera y tienen ya algunos años, por eso, sólo podemos alegrarnos de la luz larga del dramaturgo para contar desde mucho antes tópicos entonces enarbolados como las realidades de barrios y comunidades que hemos coincidido en llamar vulnerables y, luego, de que Caminos Teatro se haya decidido por una puesta en escena tan atrevida como esta con actores noveles.

Lo otro sería que la dinámica del work in progress (trabajo en progreso) asumida por la agrupación, bajo la égida de Juan German Jones Pedroso, les ha permitido “investigar, contextualizar, hacer, deshacer y volver a empezar”. De algún modo, la presentación acontecida en la sala Abdala ha sido cualitativamente superior a la vista en agosto de 2020 en el teatro Principal.

Sin dudas es una obra incómoda, que hurga en heridas y fracturas del presente, por eso, no importa si hay que recurrir a palabras obscenas o a una gestualidad de índole sexual con tal de que el mensaje llegue y la verosimilitud cale. La otra certeza es que la acción dramática les exige el extra a los actores y, de seguro, seguiremos viendo entrega y pasión sobre el escenario.


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