La décima tiene talla

Del 23 al 25 de febrero tuvo lugar lo que podemos calificar como la resurrección de un movimiento que defiende la décima en Ciego de Ávila, al centro del país: El primer encuentro nacional Décima Cuerda ya es historia.

Lo que han logrado Rainer Nodal, Yeinier Delgado, Amanda Beatriz Ortega y un grupo de jóvenes en la tierra de la piña es impresionante. No fue el evento más sonado mediáticamente (aunque se hizo escuchar); no se realizó con el mejor presupuesto (si se piensa en los grandes eventos nacionales); no participaron las súper estrellas de la cultura cubana (pensando en la farándula), pero fue sin duda el acontecimiento más importante de los últimos años entre los dedicados a la décima y al punto cubano en la provincia avileña y ya pasa a ser uno de los más relevantes del país.

Cuba consiguió la inclusión del punto cubano en la lista de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y de la nación, pero poco a poco se ha dado el “lujo” de ir perdiendo sus principales eventos y festivales. Algunos, que se mantienen contra viento y marea, cuentan con un bajísimo —podemos decir tristísimo— presupuesto, que incapacita su desarrollo y sus posibilidades reales de competir en un mercado artístico cada vez más hostil para la poesía y la improvisación.

Recuerdo, cuando era adolescente, el Campeonato Mundial de Pies Forzados, una competencia de una envergadura sin precedentes, que tuvo tres ediciones antes de desaparecer. Vale destacar que en sus tres certámenes ganaron improvisadores cubanos, demostrando que los repentistas de la Isla están a un gran nivel frente a sus homólogos foráneos.

Otros festivales importantes fueron el Clásico Nacional de Punto Cubano (2015 y 2018); el Festival de Niños Improvisadores Francisco Riverón, en Mayabeque; o el llamado Rincón Criollo en las fiestas populares de cada pueblo, un área personalizada para la música campesina en la que actuaba una agrupación con solistas y poetas. Todos estos espacios han ido desapareciendo.

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Se mantienen vivos eventos significativos como la Jornada Cucalambeana, en Las Tunas, con su famoso concurso Justo Vega, que también pasó, de ser un festival que alcanzaba todo el país, a un evento disminuido abismalmente.

Para ir a “la Cucalambeana” primero se competía en los municipios de cada provincia, después a nivel provincial, y los ganadores de cada provincia iban a la competencia nacional en Las Tunas; era indudablemente una fiesta gigante y de gran repercusión.

Sobreviven el concurso de Jóvenes Improvisadores Francisco Pereira, Chanchito, en Limonar, Matanzas; y el Pablo Marrero, de Cumanayagua, Cienfuegos; ambos con un presupuesto bajo que limita su programación y efectividad. Algunos en realidad se mantienen por el mero hecho de que sus fundadores y verdaderos dolientes no quieren verlos morir.

En Ciego de Ávila ha ocurrido como en tantas provincias de Cuba: han desaparecido sus peñas campesinas, las que mantenían vivas un arte patrimonial. En su época dorada existían espacios fijos como la peña María la Matancera, situada en Los Elevados; la peña El Framboyán, que se hacía todos los domingos; la peña La Parrillada, en el municipio de Ciro Redondo (más conocido por Pina); o la que tuvo la propia Casa de la Décima, que no duró mucho tiempo.

La provincia avileña cuenta con una hermosa Casa de la Décima llamada Raúl Rondón, en homenaje al bardo camagüeyano. Es gratificante que, en medio del panorama descrito, en el centro del país nazca un evento con estas características, liderado por jóvenes, donde la vanguardia más fresca del repentismo es la protagonista.

Además se dieron cita poetas ya consagrados como Nelson Lima, Luis Paz, Papillo, o Alejandro González, y se le rindió homenaje a maestros de la vieja escuela y a los clásicos. Así pasó con el repentista Armando Alfonso Padilla, quien recibió la medalla 20 Aniversario del CIDVI (Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado).

En la zona conocida como La Turbina, frente a un lago rodeado de ofertas recreativas y gastronómicas, se encuentra dicha Casa de la Décima, un lugar que nació con todos los bríos y que cuenta con talleres de repentismo, instrumentos tradicionales, tonadas y música campesina; que empuja, pero con ínfimos recursos, sin un presupuesto para sus actividades, aunque con muchas ganas de hacer; un sitio dirigido por el decimista Armando Andrés López Rondón, quien tiene en su currículum meritorios logros como profesor de repentismo.

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A pesar de los males mencionados, el talento de los repentistas cubanos es innegable, y ante la reiterada pregunta en cada entrevista sobre la salud del movimiento, siempre decimos lo mismo: el fenómeno del repentismo, desde sus cultores, sigue gozando de un excelente estado, con magníficos jóvenes improvisadores, y con los maestros en activo, que siguen marcando el ritmo de los guateques, imponiendo nuevas estéticas y dinámicas.

Y aunque la emigración no es un tema ajeno y existe una oleada de poetas que han decidido escribir su historia en otras tierras, los laúdes y guitarras no han dejado de sonar para acompañar a los improvisadores.

Sin embargo, la salud del repentismo no se puede evaluar solo por sus cultores, hay muchísimos factores que agravan lo que algunos catalogan como un paciente terminal.

Tomemos como referencia los años 2018-2019 (antes de la pandemia). En ese tiempo se desarrollaron en Cuba varios certámenes prestigiosos; podemos mencionar el concurso de la canción Adolfo Guzmán (2019), el Festival Havana World Music con su concurso Primera Base o la Fiesta del Tambor, con sus competición de percusión, rumba o casino, entre otros festivales. Dentro del repentismo tampoco dejaron de celebrarse sus grandes jornadas.

En las 56 ediciones de la Jornada Cucalambeana, Sindy Manuel Torres es el repentista que más veces ha ganado el concurso Justo Vega, actualmente es pentacampeón. Este decimista pinareño de 44 años, de sus cinco trofeos en el torneo más importante de repentismo en Cuba (2012, 2014, 2015, 2016, 2018), solo obtuvo un premio en metálico, correspondiente al 2018, por un monto de 5000 CUP.

Sin pretender entrar en comparativas de géneros, ni de artistas, ni de manifestaciones populares o comerciales, solo partiendo del mero hecho referencial, el primer premio del concurso Adolfo Guzmán en el 2019 fue de 3000 CUC, un equivalente en ese momento de 75 000 CUP (15 veces más que el valor del Justo Vega); mientras que en la propia Jornada Cucalambeana el premio Cucalambé de Décima Escrita asciende a un monto de 30 000 CUP.

Otra de las competiciones para menores de 35 años es el Chanchito Pereira, en la tierra matancera, en el cual, el primer premio ha sido casi siempre de 3000 CUP; o el concurso Pablo Marrero, en Cienfuegos, que paga por su primer lugar 5000 CUP.

Otro de los grandes incentivos (más allá del dinero), para que los artistas participen en eventos o certámenes es el prestigio de este, elemento fundamental del Cubadisco, el Havana World Music o La Fiesta del Tambor, por solo citar algunos.

En el caso del repentismo podemos referirnos a Sindy M. Torres, mencionado anteriormente, y a Reiber Nodal, el único repentista cubano que ha ganado todos los concursos de su género en Cuba. Después de todo el palmarés, estos jóvenes prácticamente no existen en el panorama cultural cubano más allá de los guateques habituales (una gran parte organizados por negocios privados).

¿A cuántos festivales nacionales de otros géneros han sido invitados? ¿Cuántos medios de comunicación, programas televisivos o radiales saben, divulgan o se interesan por estos temas? ¿A cuántos festivales internacionales de improvisación y tradiciones han sido llamados, teniendo en cuenta que existen muchísimos eventos en toda Iberoamérica con representación de cubanos?

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Desde hace varios años hay una disminución de poetas participantes en competiciones. Muy pocos se motivan a concursar, estando algunos de ellos en el mejor momento de su carrera.

Los organizadores insisten y buscan la forma de que los repentistas vuelvan al rigor de los pies forzados y el nervio de un jurado evaluándolos, como sucedió hace décadas atrás; pero, ¿realmente los concursos, eventos e instituciones referentes al punto cubano prestigian o tributan al desarrollo de la carrera artística de sus portadores? ¿Crean de ese modo un incentivo para la participación de los mejores improvisadores poéticos del patio?

Por otra parte, ¿el repentismo se valora como lo que es? Un arte que combina lo culto y lo popular, que logra mover masas, emociona y mueve las manos aplaudidoras de los más puristas dentro de la intelectualidad; o quienes realmente deciden solo lo ven como un arte importante por su condición patrimonial y solo esto, mientras desconocen su alcance mediático de antaño y ponen el peso peyorativo e injusto de las palabras o frases guajiroarte longevo cultivado por personas poco letradas y pasado de moda.

Hacer un llamado de atención sobre todo lo que sucede en la actualidad con el fenómeno del repentismo desde sus cultores (escuchándolos), y sus eventos (evaluándolos y apoyándolos), es primordial para un movimiento de vital importancia en la historia de la cultura de este país.

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Volvamos a Décima Cuerda, un evento que encontró la brecha, la manera de aliarse y lograr un sueño: su festival. La vía expedita fue la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que también acogió a Oralitura Habana desde su surgimiento en el 2019 y en la cual varios jóvenes improvisadores han encontrado casa y apoyo.

La AHS apostó desde el inicio y ahí está el resultado. Por supuesto que hay varias instituciones más y proyectos que colaboran, y muchos amigos que fueron sin exigir condiciones. Dijeron: “dime la fecha y nos vemos”. Ahí está el triunfo, en agrupar.

Cuando desaparecen los eventos y peñas y el movimiento padece de una desunión sin precedentes, el éxito está en aglutinar proyectos. No estuvieron todos los que soñó su comité organizador, pero este certámen se expande y estamos convencidos de que tendrá otras ediciones con muchos más participantes y muchísimo más apoyo. El repentismo lo merece.

Una vez nos preguntaron al equipo de Oralitura Habana: ¿no tienen miedo a que existan otros como ustedes? Y la respuesta en ese momento fue que la rivalidad te ayuda a crecer, te hace notar tus fisuras y te empuja a seguir creando. Pero si la competencia son tus colegas y amigos, pues entonces mucho mejor, porque empujamos juntos por un bien común: la décima.


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