Porque la vida es así y pone y dispone a capricho, o porque los días pesan y hay quien vive tanto el presente que no alcanza a recordar el pasado, muchos de los avileños de hoy conocen más a la hija que al padre. Indiscutiblemente, Laritza Ulloa es uno de los rostros más populares de nuestra Televisión y cuando no se la ve en el Noticiero de los fines de semana se extraña. Pero, ¿quién es la persona que la ha guiado en su camino como locutora? ¿Quién le ha enseñado mucho de lo que sabe?
Ibrahím Ulloa Figueredo es de esos padres que se siente realizado al verse reflejado en su retoño. Sin embargo, su trayectoria lo avala suficiente como para no detenernos en nada más. Muy joven se interesó seriamente en la radio, en ese mundo de micrófonos y cabinas que, aun hoy cuando se sienta tranquilo en su balcón, lo lleva consigo, como un tatuaje, como una necesidad.
—En esa relación tan seria y leal entre la radio y usted, ¿quién se enamoró primero?
—Definitivamente, fui yo. Desde muy pequeño siempre me gustó la radio, siempre quise ser o locutor o médico. La Medicina se me hizo muy difícil y entonces tuve la oportunidad de ser locutor, que es lo que he hecho toda mi vida. En la radio he desempeñado otras funciones, porque me gustaba el medio en general, en todas sus manifestaciones, aunque lo fundamental era la locución. Cuando era jovencito, yo escuchaba la radio y me hacía una idea de lo que era una emisora, sin embargo, nunca había estado en una.
“En una ocasión mi mamá me llevó a Sancti Spíritus, donde había en aquella época dos emisoras de radio. Allí fui a un programa campesino y pude ver cómo era un micrófono, cómo era un estudio, cómo hablaba el locutor, qué hacía, qué decía y eso me motivó más aún.
“Viví hasta los 13 años en el campo, donde, además de la casa principal de vivienda, había otra más pequeña que servía para guardar lo que se cosechaba. Y allí jugaba con un primo mío que le gustaba cantar, Adalberto Figueredo, un parrandero. Entonces jugábamos a que yo era el locutor. Hice con una cajita y un hilito un micrófono a semejanza del que vi en Sancti Spíritus. Y así lo presentaba y él cantaba. Recuerdo todavía un anuncio que escuché en aquella emisora de espirituana que decía: ‘Para Radio Molina, el peligro elimina.’”
—¿Y en qué momento se entrega a ella completamente?
—Pasó el tiempo, nos mudamos para Ciego y comencé a estudiar en la Escuela de Comercio. Allí tenía un profesor que era uno de los dueños de la emisora Radio Cuba. Esta se fundó el 10 de octubre de 1952 y, en el año 53 del pasado siglo, hablo con ese profesor y le planteo mi interés por conocer la emisora, que me gustaba la locución, y él me dijo que sí, que con mucho gusto. Y me encuentro ahí a un pariente mío, Cloroberto Echemendía, quien fue el primer mártir de la radio avileña, asesinado días después de la Huelga del 9 de Abril de 1958.
“Tuve la suerte de que enseguida me llevaran a trabajar. Empecé haciendo cosas muy sencillas.”
—Con la creación del Colegio de Locutores se hizo obligatorio titularse. ¿Cómo fue su experiencia?
—Como bien tú dices, en aquella época era obligatorio tener el título de locutor para poder hablar por radio. Y no era nada fácil, era un examen complicado, era difícil, incluso, que te citaran a examen.
“Tengo una experiencia maravillosa con eso, porque Roberto Aguilar Oliva era en aquel entonces el Secretario del Colegio de Locutores, porque además de ser locutor titular tenías que ser colegiado. Aguilar era una persona maravillosa, son pocas las palabras para elogiarlo, muy amable, servicial, un magnífico amigo. Entonces voy a verlo y le digo lo que yo quería, en ese momento él trabajaba en la CMJH de Marauri, uno de los pioneros de la radio en Ciego de Ávila. Y me ayudó muchísimo, dentro de lo que él sabía, me orientó.
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“Los dos fuimos a La Habana para hacer las gestiones para los exámenes. Primero visitamos el Colegio de Locutores y allí nos encontramos con algunos compañeros de la dirección del Colegio, compañeros que Aguilar conocía y que me presentó. Y me dijeron, sobre todo el Secretario del Colegio, ‘si quieres que te hagan caso, háblales mal de nosotros, diles que aquí te dijeron que si no tenías una recomendación de un alto jefe militar o político no te aceptamos’. Y así lo hice. El que me atendió, que era el Director del Tribunal, se puso muy incómodo cuando le dije eso, incómodo con algunos compañeros, no conmigo, y me dijo que para demostrarme que eso no era verdad me iba a citar a examen.
“Vine muy contento para acá y a los pocos días me citaron. Aguilar me acompañó nuevamente a la capital cubana. De más está decirte que fue un momento muy importante, porque el examen era bastante riguroso, además impresionaban mucho aquellos señores que no tenían contigo ningún tipo de contacto, en un salón de la Dirección de Radio del Ministerio de Comunicaciones, en el séptimo piso. Son cosas que no se olvidan, aunque pasen muchos años. El día que yo fui examinado se presentaron en total 16 compañeros y creo que aprobamos tres.
“El examen, como te dije, era muy riguroso, muy impresionante. Había una bocina por la cual ellos escuchaban y se oían también las expresiones del Tribunal cuando hacían algo mal. Yo estaba pensando que correría la misma suerte, al extremo que cuando por la bocina se oyó mi nombre: Ibrahím Ulloa Figueredo, expediente 2228, no me puse de pie, cogí a Aguilar por el brazo y le dije, ‘no me voy a examinar’. Y Aguilar en ese momento me dice, ‘cómo no te vas a examinar, después de tanto trabajo’. Me convenció y fui para el examen. Había una persona que te daba los materiales que debías leer y le dije que me permitiera situarme frente a una ventana para tomar aire. Y así lo hice. Fui, respiré profundo e hice mi examen corrido, no me pararon y salí bien. Luego ellos te enviaban un telegrama donde decía si estabas aprobado. A partir de allí realicé los trámites de colegiación y ya podía empezar a trabajar como locutor.”
—¿Cuándo comienza a trabajar en Radio Cuba?
—Empecé en Radio Cuba cuatro días después del primer aniversario de la emisora, el 14 de octubre de 1953. En aquella época la emisora no contaba con los recursos con que cuenta ahora. En realidad se trabajaba mucho, se hacían cosas maravillosas con muy poco. Por ejemplo, durante toda la década del 50 y entrados los 60, en Radio Cuba no teníamos grabadoras. Se hacía todo en vivo. Para pasar los anuncios comerciales teníamos un tocadiscos al que había que cambiarle las revoluciones levantándolo y moviendo un mecanismo, y luego poner el disco nuevo en el plato. Se pasaba mucho trabajo, pero se hacía con calidad, porque eran muy exigentes los propietarios de la emisora. Influyeron sobremanera en mí, porque me enseñaron a hacer exigente conmigo mismo, a ser responsable, cumplidor, puntual.
“Cuando comencé ganaba 20.00 pesos, que eran muy poco. Luego fueron aumentando el sueldo paulatinamente. Existía un salario de acuerdo con tu calidad y el tiempo de entrada en la emisora. Uno de los que más ganaba en aquella época era Orlando Castellanos, porque ejercía como locutor y además como realizador y anunciante de comerciales. Cuando entré a la emisora trabajaban allí Orlando Castellanos, Fernando Alcorta, Manolo Sariol, Mario Héctor Miranda y Raúl Bolufé.”
• Lea aquí el artículo “Ciego de Ávila, capital de la locución cubana. Validación de un nombramiento”.
—Mencionaba a Orlando Castellanos, otra de las figuras imprescindibles de la radio y la locución avileñas. ¿Cómo lo recuerda?
—Orlando Castellanos fue un hombre de radio. Él nació para la radio. Ese hombre tenía una imaginación, una creatividad extraordinaria. Para mí es el mejor entrevistador de habla hispana y me atrevería a decir que del mundo, era un compañero magnífico. Siempre estaba hablando de radio y lo recuerdo muchísimo, con afecto y cariño.
—En tantos años de trabajo, debe atesorar momentos dulces y amargos.
—Por supuesto. He tenido momentos tristes y alegres. Recuerdo cuando la Zafra del 70, todo el período de la zafra estuve en el Estado Mayor, haciendo transmisiones de radio relacionadas con la contienda y fue muy triste cuando el Comandante en Jefe dio la noticia de que no se podían hacer los 10 millones, en realidad me sentí mal. Asimismo cuando he tenido que dar noticias del fallecimiento de compañeros muy queridos, no solo de trabajo, sino amigos, figuras relevantes del país o de la provincia.
“Momentos alegres también he tenido muchos, sobre todo los relacionados con los reconocimientos a la emisora o al territorio avileño. O los premios que me han otorgado, por ejemplo, con el programa Panorama gané muchos premios y todos los recuerdo con mucho agrado.
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Posted by Fernando Sánchez Rodríguez on Wednesday, August 2, 2017
—Sé que vive orgulloso de su hija. ¿Cuánto influyó Ibrahím en el destino de Laritza Ulloa?
—He tenido la suerte de que mi hija Laritza Ulloa es una magnífica locutora, no porque lo diga yo, sino porque lo dicen muchos compañeros que saben de esta profesión. Y me veo reflejado en ella, ese sueño dorado que tuve se ha realizado con creces en ella. Para mí es un orgullo tremendo y siempre la he ayudado en lo que he podido y creo que ha sido mi mejor alumna, ha tenido siempre sobresaliente. Mas soy muy exigente, eso sí.
Ciego de Ávila se prestigia con las voces de dos locutores como Ibrahim Ulloa y su hija Laritza
—¿Qué es lo que más le agradece a la radio?
—La relación con mis oyentes. Tuve la suerte de que siempre me gané el cariño del público, y vivo orgulloso de ese público que me quiere, me estimula y me alienta a seguir. Yo no concibo mi vida sin la radio, creo que nunca dejaré de vivir por ella y para ella.