Intentamos contar en fotos un día normal desde allí
Adosada a un extremo de la ciudad, la Escuela Elemental de Arte Ñola Sahíg Sainz ha crecido en edad y matrícula hasta ser un recodo feliz para la formación artística, un sitio de magia donde la melodía de un saxofón o el repique de los pies en puntillas sobre el tabloncillo seduce y engancha.
De tejas de barro y puntal alto, ocupó el espacio de un antiguo cuartel y alberga entre sus cuatro paredes siete líneas de formación y una matrícula de más de 200 alumnos, que se dividen entre carreras cortas y largas, y pueden ser de cualquier municipio de la provincia. Dos veces al año el ajetreo en sus pasillos se interrumpe por el torbellino que significan las pruebas de admisión y el pase de nivel, momentos cumbres que garantizan la continuidad del movimiento artístico desde dos extremos: la iniciación y la mayoría de edad.
En la Ñola Sahíg Sainz no hay esfuerzos menores y la constancia es el único camino que asegura el éxito. Mientras, un cuadro de esta insigne pianista, colgado en una pared, es evocación perenne a una historia musical que enorgullece y ensalza.
Intentamos contar en fotos un día normal desde allí, donde comienzan todas las formas y colores del arte.
En los pasillos de la Ñola Sahíg Sainz el estudio es constante
El clarinete es uno de los instrumentos de la cátedra de viento-metal
De cuerda frotada y tesitura grave: el contrabajo
Entre todos los estilos danzarios, la danza contemporánea es de las preferidas
La posibilidad de formar dúos instrumentales durante las clases es una fortaleza para el aprendizaje
Muchas veces, la literatura de las clases de música debe compartirse entre varios alumnos
Alcanzar una técnica perfecta es la meta en las clases de danza
Afinación y postura: dos primordiales en cada ejecución
Las prácticas grupales son disfrutadas al máximo