Cuba no teme a las sorpresas de noviembre

Cuatro años después de que sorprendiera a medio mundo y a medio país, Donald J. Trump quiere repetir la fórmula ganadora. De momento, y como en 2016, vuelve a tener a muchos en contra según encuestas de reconocido prestigio, pero si algo quedó claro durante su campaña electoral anterior y su actual mandato, es que él construye sus propios moldes.

Tal comportamiento todavía asusta a unos cuantos en Estados Unidos, muy apegados a las convenciones y los formalismos, y acostumbrados a un juego político en el que invariablemente se hacía más o menos lo mismo y terminaba igual: un presidente, demócrata o republicano (visto el caso no tiene grandes diferencias), que cumplimentaba casi siempre un doble período en la Casa Blanca.

Sin embargo, Trump ha pulverizado las viejas maneras de la política estadounidense a golpe de tuits, mentiras y mucho espectáculo, tanto en materia doméstica como internacional. La pregunta es si esa sociedad, a juicio de expertos polarizada como nunca antes, repetirá la cicuta trumpista o elegirá la propuesta de Biden.

La división hacia lo interno allí se expresa en un segmento de los votantes a los que les parece demasiado despropósito un mandatario que minimiza una pandemia de catastróficas consecuencias, mayores, incluso, en su territorio nacional; mientras otros siguen repitiendo a viva voz y sin nasobuco el mantra de Make America Great Again (Hacer a Estados Unidos grande otra vez), como si con ello bastara para construir el muro, ganarle la pulseada económica a China o la militar a Rusia, derrocar las “tiranías” de Cuba, Nicaragua y Venezuela, y volver a ponerle la venda en los ojos al resto del mundo ―promesas de campaña que, dicho sea de paso, no se cumplieron—.

Así va la mayor potencia del orbe, en bandos: los que consideran que Trump ha sido el peor presidente de la historia estadounidense, empuñando argumentos irrefutables como el de su comprobada evasión fiscal, quienes creen que saber aprovechar las debilidades del sistema lo hace más inteligente e idóneo para el cargo (a fin de cuentas, dirán, de eso se trata), y quienes no tienen derecho siquiera a pensar, mucho menos a votar.

¿Y nosotros por qué dedicamos tiempo y líneas a las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos? Para bien o para mal estamos demasiado cerca geográficamente, e incluso desde el punto de vista cultural, como para negar las retroalimentaciones que se dan entre la Isla y esa parte del continente. Son conexiones históricas que han tenido períodos de distensión y de tirantez extrema en las que no voy a abundar.

Además de la comunidad de emigrados cubanos allí, a Cuba le interesa la posición que asuma la próxima administración estadounidense de cara al proceso de normalización de relaciones bilaterales planteado entre ambas naciones en diciembre de 2014, bajo la presidencia de Obama y la vicepresidencia de Biden, y que en los últimos cuatro años no solo se ralentizó o detuvo, sino que está en franco retroceso.

Una victoria de Trump sabemos exactamente lo que significaría. Su gobierno, asesorado por lo más rancio del conservadurismo de la Florida, ha ido de vuelta de rosca en vuelta de rosca contra todas las medidas de la anterior administración que favorecieron, en su momento, un mayor intercambio económico, migratorio, político y cultural entre los dos países. Míster Trump desempolvó todos los instrumentos de coerción posibles y se inventó otros para bloquear todavía más. No negaremos que se siente el efecto de esta escalada en la hostilidad.

Por su parte, Biden ha dicho que su gobierno miraría a Cuba de una manera similar a como lo hizo Obama. Esta promesa de campaña podría ser solo eso o, por el contrario, un compromiso a recuperar el tiempo perdido y abrir nuevos frentes de intercambio bilateral.

¡Urgente! ¡Última noticia! ¡Joe Biden ha oído las voces de las familias cubanoamericanas en USA y de las familias...

Posted by Carlos Lazo on Tuesday, October 27, 2020

Nos toca esperar en primera fila el desenlace de un proceso electoral que ya acumula récords, como el del primer debate presidencial, donde Trump interrumpió más de 70 veces a Biden, o los 40 millones de estadounidenses que ya votaron.

Mientras llega el martes de las definiciones (si es que ese día nos enteramos quién ganó) rescato unas líneas publicadas en esta misma página hace, también, cuatro años, porque lo único invariable es que Cuba, pase lo que pase, no le tiene miedo a las sorpresas de noviembre ni se deja encantar por buenas intenciones.

“Si bien es cierto que la Isla está muy interesada en influir en el público norteamericano, en función de promover la eliminación del bloqueo y vivir pacífica y civilizadamente como los vecinos que nunca dejaremos de ser, no será esa intención una moneda de cambio.” A lo que añado: ni antes ni ahora.