La magia bajó de la Sierra

Caravana de la libertad por Ciego de Ávila Ya la historia de los Reyes magos había timado a los niños que podían darse el lujo de la imaginación porque sus padres compraban la República que se exhibía en las vidrieras. También los niños sin zapatos habían sido timados de otra manera en la República que siempre se les mostró paupérrima, sin ofrecerse siquiera. Pero ya sabemos que ambos engaños nunca fueron lo mismo.

Los unos y los otros vivían días diferentes, aunque el almanaque les coincidiera, y no debe haber sido hasta aquel cinco de enero cuando la vida dejó de bifurcárseles. Entonces, mientras aquella multitud le rendía honores a los barbudos de la caravana que atravesaba a Ciego de Ávila, sus fantasías debieron ponérsele de acuerdo a pobres y ricos: definitivamente eran Reyes, ¿y los regalos que les dejarían el 6?

A esa hora los grandes, que contemplaban eufóricos el desfile tratando de adivinar si el rostro de algún barbudo era el de Fidel, quizás no corrigieron a los chiquillos en sus fantasías y lo más sincero que le dijeron fue que sí, que la magia había bajado de la Sierra. Y como los niños son los soberanos de las preguntas, alguno debió preguntar qué era la Sierra, y por qué no tenían trineos, y por qué, en vez de tres, eran “una pila”.

Caravana de la libertad por Ciego de Ávila Ahí los padres tendrían que ingeniárselas, con ese instinto natural que tenemos para dibujarles la vida a nuestros hijos con los colores que un día podrán contrastar. Supongo que lo más sensato que dijeron fue que tendría que pasar un tiempo para que ellos entendieran dónde estaba la magia y de qué manera un país se convertía en otro.

Y el tiempo con sus escuelitas, policlínicos y aquellos cupones que dosificaban lo poco para que todos tuvieran algo, pero tuvieran, los haría ir descubriendo cómo ellos heredaban una Revolución mágica, sin que sus padres tuvieran ya que susurrar cuando en la radio decían algo de unos rebeldes.

Porque los rebeldes habían triunfado, y quienes no dispararon un tiro o se amarraron un brazalete pudieron hacer también su Revolución luego: esos niños que crecieron y un poco los hijos que nacieron de ellos…, y así, sucesivamente, hasta perpetuar los instantes que, en 60 años, han parecido interminables: todos, de alguna manera, construimos eneros.

Lorenza Gordillo SuárezOsvaldo Gutiérrez El fuego cruzado de la ofensiva —y una retahíla de acontecimientos concatenados—, quisieron, además, que aquella magia se hiciera el primero de enero, cuando media humanidad festeja el fin del calendario sin que alguna vez haya triunfado, y nosotros terminamos festejando doble.

Tiramos el agua para sacar lo malo de la casa que es nuestro país; brindamos con los que amamos para seguirlos teniendo; nos damos aliento para enfrentar lo que viene, sea lo que sea; nos reímos con el vecino porque convirtió el problema en chiste; recordamos a “los muertos de nuestra felicidad”… 

Algunos de ellos están ahí, fotografiados por Lorenza Gordillo Suárez un día cinco, pero hace 60 eneros, cuando esta avileña detenía el instante donde los barbudos decían adiós y parecía que decían “hola”, y las mujeres de sayas plisadas se hacían fotos eufóricas, y la gente se arrimaba para darle crédito a la incredulidad, y los pequeños no sabían si aquella algarabía era el presagio de lo que les reyes les traerían al otro día o era la magia en sí misma.


Comentarios  
# Luis Angel 09-01-2019 02:36
Gracias Katia por tus artículos, asi se hace revolución. Que tengas un año lleno de éxitos en lo pprofesional y lo personal.
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