Roberto Faz y el género popular

 roberto Habanero de pura cepa, por más señas, nacido en el ultramarino pueblo de Regla, a golpe de talento musical logró inscribir su nombre junto al de otras figuras oriundas de este caimán antillano y cimentar fama y gloria, aquí y allende el mar.

Su origen fue muy humilde y a la vez que descargaba, guitarra en mano, por los bares de su pueblo, Roberto Faz (1914-1966), se desempeñó como conductor de ómnibus y cantinero; eran los días gloriosos de la explosión del son en la capital, unido al ambiente folclórico de toques y cantos de bembé de las potencias ñáñigas y, además, las rumbas y congas de comparsas eran un plato fuerte en esa zona.

Según el portal cubano Ecured, el doctor Carlos González lo describe como “bajito, ojos color castaño, cabeza grande —le llamaban, cariñosamente, El Cabezón—, mucho pelo, castaño claro y, a menudo, con bigote. No era grueso, ni delgado, aunque por su estatura daba la impresión de ser más bien envuelto. Tez blanca y sonrisa fácil. Le faltaba un dedo en la mano izquierda. Dondequiera que se presentara había lleno total, pues era muy querido por su pueblo”.

Integró un septeto infantil llamado Champán Sport, de Carlos Toledo, junto al trompetista Félix Chapotín, quien “le fue enseñando a Robertico los trucos de la música, y el padre, servía un buen almuerzo todos los domingos”. Después el Tropical y el de Ricardo Cabana, que organizaba su papá, quien solo era un famoso cartero del pueblo.

Los jóvenes, en aquel tiempo, tenían como distracción tocar todos los instrumentos de la percusión y él aprendió, pero su padre —diría el propio Roberto— “metía cabeza donde quiera para que yo fuera cantante a toda costa y lo logró”.

Corría el año 1932 cuando se profesionalizó como cantante en un cabaret llamado Hit. Cantó en la orquesta Habana, en la Cosmopolita, y Los Hermanos Palau, en el aristocrático cabaret Sans Souci, que era lo más grande del show en aquellos tiempos, y llegó a ser artista exclusivo de la CMQ de Prado y Monte.

Sepan las amigas y amigos de la Gran Red de Redes que se presentó en el cabaret del afamado Hotel Nacional con la orquesta de Osvaldo Estivill. Tenía un estilo que influyó en la manera de cantar de casi todos los boleristas: fluido, callejero y natural.

La gran oportunidad de su vida le llegó con el Conjunto Casino de Roberto Espí, haciendo época en salones y sociedades cubanas, colocando éxitos con boleros, guarachas y canciones del filin como Quiéreme y verás, Realidad y fantasía, A romper el coco, y Que se corra la bola.

Viajó por Estados Unidos y América Latina. Grabó para la RCA Víctor y dominó la radio y la televisión. Se mantuvieron un tiempo en la marquesina del hotel Saratoga y en Radio Cadena Habana, la emisora musical de Cuba.

Cuando, en 1955, el Casino tuvo cambios en su elenco, Roberto Faz, dotado de un singular sentido musical, organizó su propio conjunto, con el cual debutó en 1956, durante un baile espectacular en el Liceo de su Regla natal, con éxitos como Deuda. En esa etapa viajaron a Panamá, Tampa y Cayo Hueso; además, realizaron una gira por Centro y Sudamérica que constituyó un soberano éxito.

Especialistas de la obra de este juglar precisan que estuvieron una temporada en el cabaret Alí Bar, donde ya Benny Moré era el Rey. Para la historia quedó una foto de ambos en aquel sitio.

Invito a los amigos internautas a escuchar el bolero Comprensión, de Cristóbal Dobal, que llegó a ser un súper éxito grabado en su voz; Como vivo en Luyanó, un son de René Barrera; y Cositas que tiene mi Cuba, un sabroso son montuno de Parmenio Salazar.

Arrasaron en los carnavales habaneros, pues durante la última etapa del conjunto de Roberto Faz se puso de moda el dengue, con su tiqui tiqui y la llanta de automóvil, así como zumba y suena, por lo que el conjunto tomó un nuevo aire, cuando este destacado intérprete y compositor cubano rubricó e interpretó, entre otros, Dengue de la caña, Dengue del pollo y Dengue en Fa.

Fue uno de esos artistas cubanos que siempre se mantuvieron en su país. Recibió innumerables propuestas, pero nunca abandonó el terruño.

Respiraba cubanía. En pleno auge del mozambique y el dengue falleció Roberto Faz, tres años después de la desaparición del Benny; fueron dos bajas muy duras para la música cubana, dos clásicos dijeron adiós a las armas.

De Roberto Faz, el musicólogo Helio Orovio dijo: “Con su peculiar voz, es una de las figuras más completas y aglutinantes que ha conocido nuestra música popular”. El cantante cubano Tito Gómez lo llamó “el mejor sonero blanco que dio Cuba”; el inigualable Miguelito Cuní acotó: “Hombre, amigo, compañero, como sonero, extraordinario. Fue el primer blanco en cantar sones”; y el destacado director y cantante Pacho Alonso señaló que fue “uno de los cantantes más completos del género popular”.

Curiosidades

• Las marsopas de Dall, amigos internautas, son consideradas las nadadoras más rápidas entre los pequeños cetáceos, llegan a alcanzar velocidades de ¡55! kilómetros por hora en distancias cortas.

• El matemático y cartógrafo francés Oronce Fine (1494-1555) fue autor de un notable mapamundi elaborado en 1531 que representa por primera vez, con cierta aproximación, la Antártida. Se conserva en la Biblioteca del Congreso de EE.UU., y muestra el continente helado sin hielos, como un solo cuerpo de tierra emergida, más grande de lo que es en realidad, y, además, demasiado pegado al extremo sur de América.

• La experiencia es una de las mejores maneras de aprender, de ahí que el escritor, pedagogo, filósofo, músico, botánico y naturalista Jean Jacques Rousseau  (1712-1778) rubricara: “El hombre que más ha vivido no es aquel que más años ha cumplido, sino aquel que más ha experimentado la vida”.

• Conozcan los amables lectores que los mapaches tienen patas delanteras extremadamente diestras; con ellas son capaces de abrir cerraduras y hasta colarse dentro de botes de basura y contenedores, así como zumba y suena. Son nadadores expertos, aunque especialistas de algunos zoológicos aseguran que son reacios a mojarse, pues su pelaje no es impermeable.

• “De humanos es errar y de necios permanecer en el error”, ingeniosa sentencia de la de Marco Tulio Cicerón, político, filósofo, escritor y orador romano durante los años 106 a. C. a 43 a. C.


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