• “Que poco cuesta construir castillos en el aire, y que cara es su destrucción”, sentenció el escritor, ensayista y dramaturgo francés Francois Charles Mauriac (1905–1970).
Especialistas en su obra lo consideran como el más grande escritor católico del siglo XX, cuyo éxito se debe, fundamentalmente, a la fuerza de los tipos que inmortalizó: madres austeras y posesivas, esposos desunidos y adolescentes con conflictos.
Mauriac abordó en sus obras, de profunda raigambre católica, el tema del hombre sin Dios. Participó como soldado en la Primera Guerra Mundial, y luego en la resistencia francesa antinazi en el transcurso de la Segunda; proclamó la caridad hacia los condenados por la depuración, criticó las torturas a que eran sometidos los presos; y combatió a De Gaulle, cuando este lo juzgó infiel a su vocación cristiana.
Escribió teatro, algunas de cuyas obras no fueron bien recibidas por el público. Entre una variada gama de creaciones publicadas, vieron la luz títulos como El beso del leproso, Nudo de víboras, El desierto del amor, Los mal amados y Proust, a los que se suman memorias, escritos autobiográficos, ensayos, artículos y obras de teatro.
Mereció en 1952 el Premio Nobel de Literatura. Fue miembro de la Academia Francesa y fue condecorado con la Gran Cruz de la Legión de Honor, entre otras distinciones.
• El mayor país en extensión de América Latina es Brasil, y es el único que tiene el nombre de un árbol: Palo Brasil. Esta especie es muy abundante en ese territorio y su madera es tintórea, la que se emplea para teñir de rojo.
• Se dice que la cría de abejas es anterior a la industria de la seda. En un jeroglífico de un sarcófago egipcio del año 1633 aparece un ejemplar del insecto.
• Según cálculos realizados por expertos, una araña puede producir —como término medio— un metro de hilo por minuto.
• Dos películas han ganado 11 veces las estatuillas doradas que identifican a los codiciados premios OSCAR. Estas, por demás muy taquilleras, son: Ben Hur, filmada en 1959, y Titanic, realizada en 1997.
• La primera reforma agraria promulgada en América Latina fue dictada en 1815 por el prócer José Artigas. Su creador sintetizó el objetivo de esa medida en la histórica frase: “Que los más infelices sean los más privilegiados.”