Tomada de https://www.toureiffel.paris “Cuando esté terminada les encantará”. Premonitorio y lacónico comentario. Tal fue la respuesta que dio el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel (1832-1923), famoso constructor francés, a quien se debe, junto a su equipo de colaboradores, la construcción de esa monumental obra de ingeniería denominada Torre Eiffel.
La contesta del avezado edificador estaba dirigida a unos 300 escritores y artistas, quienes, en un manifiesto hecho público, tildaban a la majestuosa obra de “horrorosa monstruosidad” concebida como parte de la organización de la Exposición Universal de París, a celebrarse en 1889.
Se conoce que luego de aprobado el proyecto presentado por la compañía de Eiffel, este tuvo que hipotecar su negocio para salir adelante en el empeño, ya que los organizadores solo aportaron una parte minoritaria del costo total del monumento.
En la construcción participaron unos 40 ingenieros y dibujantes. La parte inicial de la labor corrió a cargo de dos de sus colaboradores y más adelante otro de los integrantes de su staff realizó un rediseño, a partir del cual Eiffel entró en acción, mucho más motivado. Muy puntuales fueron los detalles en que trabajaron a partir de entonces. Téngase en cuenta que era necesario unir unas 15 000 secciones de hierro forjado para lo cual los técnicos y obreros emplearon nada más y nada menos que 2,5 millones de remaches.
En marzo de 1889, a solo dos años, dos meses y cinco días, quedó terminada la torre. Mientras el eco repetía las salvas de artillería inaugurales, su constructor izaba la enseña francesa. Lleno de gozo, según narran crónicas de la época, Eiffel aseveró: “Ahora la bandera francesa es la única que tiene un asta de 300 metros de altitud”.
La hazaña del constructor y sus seguidores devino hito histórico: nunca se había levantado un edificio semejante, ellos hallaron soluciones a los problemas que pudieran derivarse de la resistencia del viento, el izaje de pesos a grandes alturas, la protección y seguridad de los trabajadores, entre muchas otras. Y lo que resulta más asombroso: Eiffel y sus colaboradores no cometieron ningún error de cálculo.
A lo anterior sumaron la aplicación de novedosas técnicas, poco conocidas entonces e incluso algunas que demorarían años en ser utilizadas y generalizarse, como el empleo de cemento y acero para las bases que aguantaron con toda seguridad considerables pesos, y que fueron predecesoras de los cimientos de hormigón.
Se conoce que terminados los primeros ocho meses desde su inauguración, la torre había sido visitada por casi dos millones de personas. Por supuesto, Eiffel pudo liquidar la deuda contraída inicialmente y quedó, según estipulaba el contrato, como dueño único durante 20 años de la también llamada Mina de Oro Aérea.
Entre los primeros visitantes estuvo Tomás Alba Edison, notable inventor, quien en el Libro de Oro de la instalación, escribió: “Al señor Eiffel, el ingeniero, el valiente constructor de tan grandiosa y monumental obra de la ingeniería moderna”.
En los tres niveles de la torre y una zona intermedia entre el segundo y el tercero, los visitantes encuentran una variada gama de atracciones como restaurantes, bares, galerías dotadas de catalejos para la observación de distintos puntos de la geografía parisina; mapas para localizaciones con catalejos, la oficina-apartamento donde vivió Eiffel durante algún tiempo, entre muchas otras.
Al término de la Exposición Universal, la torre, que no iba a ser permanente, se utilizó para fines militares vinculados con la colocación de antenas para las comunicaciones, y también para las realización primero de transmisiones de la radiodifusión, y más adelante, para la emisión de señales de televisión. También para investigaciones vinculadas a la meteorología, por mencionar solo algunos de sus usos, además de los relacionados con la industria sin humo.
Cada cierto tiempo, la edificación es sometida a acciones de mantenimiento, conservación y reparación, Entre cinco y siete años, recibe tratamiento anticorrosivo. La estructura posee un sofisticado sistema de iluminación que le permite ser observada, según las condiciones del clima, desde varias distancias. Para el advenimiento del nuevo siglo fue montado un sistema especial que hizo las delicias de los parisinos.
Símbolo de Francia en el mundo, rincón de ensueño para los enamorados, la “horrorosa monstruosidad”, programada para una corta existencia, se mantiene incólume en el tiempo. Debe su fama al ingeniero Gustave Eiffel, quien dicho sea de paso, en un principio se sintió celoso de su obra. En cierta ocasión refirió que alguna gente pensaba que eso era lo único que él había hecho, cuando lo cierto era que tenía en su haber un amplio currículo.
Graduado en la Escuela de Ingeniería de París, pronto fundó la Compañía Constructora que llevó su nombre. Adquirió notoriedad nacional e internacionalmente en la construcción de estructuras metálicas: puentes para el ferrocarril francés, viaductos, estaciones, catedrales, mercados, iglesias… Incluso, concibió la estructura interna de la Estatua de la Libertad.
Ya retirado de sus negocios, dedicó parte de su tiempo a experimentos relacionados con la meteorología, la física y la aerodinámica, incluso llegó a diseñar un túnel aerodinámico donde colocaba maquetas de edificios para medir el efecto de los vientos. Esa instalación también se empleó para probar hélices y alas para aviones.
• Durante 41 años la Torre Eiffel fue el edificio más alto del mundo.
• En la actualidad hay diseminadas por el mundo unas 30 reproducciones de la torre. La más grande está en Las Vegas, con 65 metros de altura, y la más chica en Michigan, con solo tres metros.
• Entre 6,5 y 7,0 millones de visitantes recibe anualmente el monumento, que es el cuarto más visitado en el planeta.
• Es el monumento que cobra entrada más visitado del orbe.
• La torre rinde homenaje a 72 científicos franceses, ingenieros y personas notables, cuyos nombres están grabados en la base de la edificación.