Tomada de Telesur Aprendimos a quererte/ desde la histórica altura/ donde el sol de tu bravura/ le puso cerco a la muerte / Aquí se queda a la clara/ la entrañable transparencia/ de tu querida presencia/ Comandante Che Guevara/…
Un fragmento de la canción Hasta siempre, Comandante, quizás la más famosa de las muchas rubricadas por el compositor, poeta, guitarrista y trovador cubano Carlos Manuel Puebla Concha (1917–1989), basta para ejemplificar el por qué este juglar entró para siempre en el corazón de todos los cubanos y de gran parte de los revolucionarios del mundo.
Conocido artísticamente como Carlos Puebla, el Cantor de la Revolución, sus inicios no fueron fáciles debido a la apretada situación económica de la familia. La necesidad le puso ante sí el desempeño de humildes y disímiles oficios.
La música lo acompañó desde temprano. Primero fue la inseparable armónica con la cual alejaba la pobreza y la de otros. El aprendizaje de la guitarra fue sui generis: su hermano recibía las clases y él las escuchaba escondido. Luego las repetía. Más adelante se apoyó en métodos a distancia y en consejos y ayudas que pedía a algunos profesionales de su pueblo natal, Manzanillo. Precisamente comenzó a laborar en la emisora local.
Más adelante fue para Matanzas y trabajó en otra radiodifusora; formó parte de un trío y con ese formato se trasladó hacia la capital cubana en busca de mejoras. Se presentó en el programa radial La corte suprema del arte, y ganó el segundo lugar.
Integró el trío La clave azul y, más adelante, en 1952 formó la agrupación que llamó Carlos Puebla y sus Tradicionales, con la que con el tiempo fuera su preferida: La bodeguita del medio.
Según se conoce, desde sus inicios compuso canciones de corte romántico, las que muy pronto ganaron el favor del público, entre estas Quiero hablar contigo, Te vieron con él, Hay que decir adiós y Cuenta conmigo; además de firmar otras con temas sociales: Plan de machete, Se fue el General, Este es mi pueblo.
Puebla defendía, con singular maestría, distintos géneros musicales: bolero, son, guaracha, sucu–suco, entre otros. En su carpeta autoral figuran más de 70 temas.
Carlos Puebla y sus Tradicionales fueron una especie de embajadores culturales de la Isla antillana. Mediante un grupo considerable de giras , ya fuera con su afamada agrupación, o como parte de delegaciones, el también denominado Cronista de la Revolución paseó el arte del Caimán antillano por varios continentes.
En el Museo de Cera, único de su tipo en Cuba, se ubicó una escultura del artista, en posición de sentado y con su inseparable guitarra; la institución atesora documentos, trofeos, condecoraciones y vestuarios pertenecientes al juglar, quien con su obra perpetuó los hechos más relevantes acaecidos en su patria a partir del 1ro. de enero de 1959
Como muestra de lo fecundo de su inspiración, algunos títulos de sus obras: El survey, Emiliana, Esperando la invasión, Este es mi pueblo, Gracias Fidel, Llegó el Comandante y mandó a parar, La OEA es cosa de risa, Dejen de fingir, Este amor de nosotros, Hay que decir adiós, Qué vano empeño, Quien se lo iba a imaginar, si me acuerdo de ti…
Puebla falleció el 12 de julio de 1989 a causa de una larga enfermedad. En su tumba puede leerse el siguiente epitafio: Yo soy esto que soy: un simple trovador que canta. Hasta allí le acompañó la humildad que siempre lo caracterizó.
• Sí, amigo internauta: los griegos utilizaban un aroma diferente para cada parte del cuerpo. En los brazos se ponían menta, en el cabello mejorana, el pecho se lo embadurnaban con aceite de palmera; mientras que en las rodillas se untaban tomillo, y aceite de orégano en piernas y pies.
• Exegeta se le llamaba a aquellas personas que interpretaban o exponían el contenido de la Biblia.
• Quimera, amigos y amigas que leen estas líneas, es el identificativo de un horrible ser que, según la Mitología, tiene su cuerpo dividido en dos: una mitad de león y la otra con una cabra con cola de dragón que echaba fuego por la boca. Este ser fue asesinado por Belerofonte montado en Pegaso.
• En fecha tan lejana como 1 250 fue fundada la Universidad de Orleans, en Francia; y la de Sevilla, en España, cuatro años más tarde.
• “Quien mueve montañas, empezó apartando piedrecitas”. Esta bella sentencia pertenece a la autoría del filósofo chino Confucio (551–479 a.n.e).