Mujeres fenomenales, eso son ellas

En el Día Internacional de la Mujer nos acercamos a seis mujeres directivas dentro del sector bancario para conocer de sus luchas, logros y maneras de ver la vida

Porque soy una mujer
fenomenalmente.
Maya Angelou

¿Y ustedes, ahorran?, fue la pregunta con la que provoqué a aquellas seis mujeres que, cinco minutos antes, todavía ponían peros ante la inminencia de una entrevista. En sus vidas personales y profesionales van sobradas de temeridad, porque, cómo si no, asumir responsabilidades de dirección en el sector bancario. Sin embargo, la presencia de una periodista las hacía dudar, cuestionar la elección de ellas y no otras, “maldecir” la “orden” de estar, disciplinadas, en un lugar y hora señalados.

Por eso volví a preguntar y lo primero que dijeron antes de abrir el dique de las palabras es “esto no lo puedes poner”. Rieron en complicidad, reconociéndose exponentes de una filosofía que, si bien cree en la necesidad de precaver, guardando para imponderables, también defiende la existencia a lo carpe diem, disfrutando el momento, vivir viviendo.

O sea, ahorrar lo que se dice ahorrar —sinónimo de economizar, guardar, reservar, evitar un gasto, sustraerse al placer de “darse un gusto”—, ni tanto. Estas seis mujeres, directivas en las estructuras del Banco Popular de Ahorro (BPA) en Ciego de Ávila, son las primeras en poner a buen resguardo su dinero en las bóvedas, pero no les tiembla la mano (o la tarjeta) para, un día después de una reunión interminable o un domingo por la tarde, acompañadas de sus familias o de sus compañeras de trabajo, regalarse una cerveza fría que les “limpie” la garganta.

De alguna manera, la filosofía compartida les ha sido inoculada en el propio sector al que tantos años han consagrado. Si lo sabrá María Caridad Rópeda Pazo, Cary, gerente comercial de la Sucursal 5512, que puede citar, exactamente, el día en que pisó por primera vez un Banco. Fue el 11 de diciembre de 1989, gracias a un compañero de estudio que, viéndola quemarse las pestañas en las noches para hacerse Técnico Medio y desempleada durante el día, le propuso una oferta de trabajo que terminaría dándole sentido a su vida. Empezó como operativa, a cargo de los descuentos por nómina, y de ahí fue “subiendo” y “bajando” a comercial, gerente, gerente comercial, directora de sucursal, gerente de Negocios…

A Isabel Cristina Ventura Martín le pasó algo similar. Recién graduada de Técnico Medio en Contabilidad, una tía le recomendó quedarse en el Banco, donde ya había realizado prácticas laborales. Era 1985 y las modificaciones a la Ley General de la Vivienda auguraban mucho trabajo en el sector. La línea entre ese punto inicial y su actual cargo, subdirectora comercial de la Dirección General de BPA en la provincia, no ha sido recta ni fácil.

Aunque ha pasado el tiempo, no olvida aquellas jornadas interminables, cuando los bancos trabajaban hasta las 8:00 de la noche, y después de esa hora había que empezar a hacer cierres contables. Puede enumerar, también, mientras revive mentalmente esos días, la implementación de nuevos sistemas informáticos que cambiaron la forma en que se hacía todo; tareas muy complejas que demandaron de ella y sus compañeras de trabajo esfuerzos adicionales. “Fueron semanas completas, sábados y domingos. Fue duro”, recuerda.

Impulsadas por ella y por Noraida González Mellor —hasta 2023 directora general de BPA—, ejecutivas como Aracely Rodríguez Sánchez, Yudelsy Pérez Falcón y Mildrey Sánchez Alonso, pueden contar una historia de vida de entrega al sector bancario, sin pronunciar reproches.

Celita, como todas llaman a Aracely, empezó como secretaria de la directora y, 24 años después, es la gerente de Efectivo en la Sucursal 5532, el “Banco de los cajeros” del bulevar, como lo reconoce la gente. Ser la máxima autoridad del área de Efectivo, en los últimos meses, ha supuesto redoblar el buen carácter, la paciencia y las ganas de servir a los clientes. “El objetivo es que siempre salgan complacidos y para ello ponemos a su disposición todos los servicios de la banca. Puede faltar el efectivo en un momento determinado, pero buscamos alternativas”.

 

Hay un relato de superación constante que atraviesa el devenir de las “chicas”, tal cual las nombro para que olviden de una vez que es una entrevista y lo asuman como una charla entre amigas. A ninguna les fue regalado ningún resultado de los que hoy pueden ostentar, aunque no lo hagan. Todas empezaron desde abajo aprovechando cada oportunidad, y también han dicho sí donde otras y otros dijeron no. Aseguran que no ven el mérito en ello, pero podríamos coincidir en que se equivocan.

El 18 de marzo de 1993, con una niña pequeña que reclamaba toda la atención, Mildrey Sánchez aceptó una plaza, incluso sabiendo que la jornada laboral se extendía hasta la noche. Estaba desempleada y permanecer así, aun en medio de su incipiente maternidad, no era una opción. Manos amigas cuidaron desinteresadamente a su hija para que ella empezara a labrarse un camino que hoy la ubica como directora de la Sucursal 5522.

Habla bajo, siempre. No porque esté nerviosa, sino porque es una práctica perfeccionada en sus muchos años de trabajo. “Cuando llega un cliente alterado y le hablas en voz baja, de inmediato esa persona se calma, y puede explicar mejor lo que necesita y asimilar mejor la solución que le damos”.

Es directiva, pero adora el trato directo con los clientes y extraña un poco, además, dedicarse a la Contabilidad. Las exigencias de su cargo la han ubicado, en no pocas ocasiones, en ese lugar “privilegiado” del que “ayuda” en casa. Ella lo enuncia así, jocosamente, pero sabe que cuando se comparten las responsabilidades, el “privilegio” no tiene nombre ni género, es solo de quien llega más tarde. Y ya, esa circunstancia en sí misma, desvestiría cualquier “mayorazgo”.

Ser la jefa del Departamento de Banca de Negocios de la Dirección General del BPA en la provincia no estaba en el horizonte de Yudelsy Pérez Falcón desde el principio. Con 17 años, el horizonte es apenas una línea a 100 metros, a la que se llega rápido, porque la juventud siempre está apurada por vivir. Era casi una niña, pero su capacidad de aprendizaje y el deseo constante de superación la pusieron alguna vez al frente del Departamento de Cuadros, desde donde identificó y propició el ascenso de otras mujeres.

En su experiencia, las féminas dicen menos que no ante un cargo, aun cuando, por lo general, recae sobre ellas el cuidado de la familia. “En el sector bancario desarrollamos un fuerte sentido de pertenencia y las mujeres se comprometen mucho con las tareas. Dicen ‘voy alante’… y lo hacen”.

“Hubo momentos en que recogíamos a los niños en el círculo y los traíamos al Banco. Hoy algunos de ellos, y del resto de nuestros familiares, trabajan en el sector. Para una bancaria, más para una directiva, es fundamental la colaboración y apoyo de su familia”, recalca Isabel Cristina ante una segunda provocación, porque en el pasado (y quizás todavía hoy) no pocas mujeres perdieron la oportunidad —o nunca la tuvieron—, cuando alguien pensó que no podían o no debían, por tener un hogar que “atender”.

A todas luces, esa no fue la historia de vida de Noraida González Mellor, hoy en posición de Experta Bancaria, después de más de una década dirigiendo el BPA en el territorio. Había llegado en 1989, recién graduada, a cumplir su servicio social, y nunca imaginó que, ahora en 2024, al mirar atrás, contaría 26 años como directiva.

En ese lapso debió asumir, incluso, el cuidado de sus sobrinos, cuando su hermana salió al extranjero a cumplir una misión internacionalista. No entra en detalles de aquellos días, en el “algoritmo” de acciones para organizar el ámbito profesional y el doméstico, cuatro hijos (dos propios y dos sobrinos), pero cualquier mujer podría hacerse una idea más o menos exacta del esfuerzo, los desvelos, el cansancio, las incertidumbres, los pensamientos de “no puedo más” seguidos de “claro que puedo”.

Esa sororidad —cualidad inherente a grupos de mujeres que se reconocen entre sí y se tratan desde la solidaridad y el empoderamiento mutuo— ha hecho posible que, a día de hoy, cuando le ha tocado ser subordinada de quien lo fuera de ella antes, no exista la menor discordia.

Sentadas en coro y tomando café, estas chicas van de una emoción a otra. Vuelven a reír sabiéndose las “jefas” de las finanzas en casa, salvo Yudelsy, que comparte su vida con un bancario y hay un forcejeo amoroso por ver quién gobierna ese aspecto. Asumen con modestia haber hecho por otras mujeres lo mismo que un día hicieron por ellas: abrir puertas, despejar el camino, fundar bases. Y se les humedecen los ojos al intentar definir con una sola palabra su trayectoria en el sector.

Dicen “es mi vida”.

Dicen “es lo mejor que me ha pasado después de mis hijos”.

Dicen “yo amo al Banco”.

Y les creo.


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