Moncada de carne y hueso

El 26 de julio de 1953 seres humanos de grandes sentimientos pudieron llevar a cabo una obra de tanta dignidad, el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, pero al fin seres humanos

Los desafíos de Cuba merecen recordar la obra de sus héroes, no como simples mortales amenazados por la muerte. Nunca llegaremos a saber con exactitud que sintieron en sus últimos minutos de vida, lo que hubieran querido decir en su despedida a sus hijos o padres, hermanos. Puede que el altruismo ante la patria y su deber con ella, en nombre de todo un pueblo, no les diera tiempo entre las balas.

Son los hechos los que dicen de los hombres, y el Moncada fue uno de esos acontecimientos que demostró, más que con palabras, la estirpe de los cubanos, el valor y el coraje de desafiar la muerte y la adversidad. La decisión de luchar no es cosa de flojos, no solo requiere pantalones, se tiene que asumir una responsabilidad muy grande para no desvanecerse en el tiempo, para que se confíe en la victoria, para seguir indetenibles a pesar de los riesgos, el sobresalto humano y los traidores.Seres humanos de grandes sentimientos solo pueden llevar a cabo una obra de tanta dignidad, pero al fin seres humanos.

Cuenta la historia que un mes antes del asalto al Moncada, Abel Santamaría pudo ver a su padre el tercer domingo de junio, antes de marchar a Santiago de Cuba a los preparativos en la Granjita Siboney, sin saber todavía cuánto tendría que resistir a la feroz tortura que le esperaba. Sus ojos entregaron la luz a una revolución.

Ni él mismo imaginaba cuan reales serían las palabras que dijo antes de salir de la granjita hacia el Moncada “…vayamos con la fe en el triunfo; pero si el destino es adverso estamos obligados a ser valientes (…) lo que pase allí se sabrá algún día y nuestra disposición por morir por la patria será imitada por todos los jóvenes de Cuba. Nuestro ejemplo merece el sacrificio y mitiga el dolor que podemos causarles a nuestros padres (…) ¡morir por la patria es vivir!”

Melba y Haydée tras las rejas esperando lo peor, escuchando las noticias de tantas muertes y la miserable y criminal propuesta de cambiar un ojo de Abel por una declaración que delatara a sus compañeros. Qué pálpito de corazón de estas dos mujeres bajándose, indistintamente, de un tren en Santiago de Cuba, con maletas llenas de armas y municiones, en las mismas narices de los esbirros de la tiranía que custodiaban la estación. Seres humanos hechos de carne y hueso, pero con una profunda convicción de qué era lo que había que hacer.

El recuerdo de Elpidio Sosa, quien tuvo la misión de ayudar a Abel en esos días previos al ataque y con solo 24 años entregó a Fidel sus únicos trescientos pesos que le había negociado al dueño del bar en que trabajaba, y quien le dijo a su hermano antes de partir a Santiago “tengo la seguridad de que voy a morir…”

En los hombres del Moncada se sintetizaba lo más genuino del pensamiento revolucionario de una época plagada por la miseria, el desalojo, el analfabetismo, la tortura y la muerte, el miedo, la desnutrición y tantas injusticias promovidas por los intereses del mismo imperio que nos quiere ver destruidos y olvidados de esa historia que tanto frente le ha hecho en 62 años de Revolución.

Cuando en los últimos minutos, antes de salir hacia el asalto, varios compañeros preparados y organizados renunciaron, nada limitó el esfuerzo y la voluntad de lucha, Raúl Gómez García leyó su poema "Ya estamos en combate" señalando en sus versos: “…No importa que en la lucha caigan más héroes dignos / Será más culpa y fango para el fiero tirano / Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo / Si no se tiene armas se pelea con las manos”. Luego de este encendido clamor se escucharon las notas de nuestro himno Nacional por 121 integrantes, entre ellos dos mujeres, Melba y Haydeé.

He aquí los hombres y mujeres que tienen el decoro de muchos, he aquí una de las razones por la que seguimos en combate. Tanto el asalto al Cuartel Moncada como al Carlos Manuel de Céspedes repican como tambor y hacen temblar la injusticia que sobre Cuba despliegan aquellos que nunca han entendido de qué estamos hechos los cubanos.

El 26 de julio de 1953 enalteció un país, descubrió un camino hacia el triunfo, pero sobre todo dejó principios y métodos de lucha, y el principal de los principios fue pensar en el pueblo, luchar por y para el pueblo. Ya no hace falta como método la clandestinidad, ni el ataque por sorpresa, ni la guerrilla. El Moncada nos dejó como método esencial la unidad frente a las adversidades, nos dejó la solidaridad, hermandad, el apoyo, la firmeza entre todos como valor y cualidad indispensable para la victoria.

Allí donde se tomó por asalto una parte de la historia caminan pañoletas rojas y azules, sonrisas abiertas con libros bajo el brazo. Allí donde las huellas de los proyectiles hicieron mellas al tirano, se yergue la Bandera Cubana de la estrella que nunca será solitaria. Ya los muros de un cuartel no serán trincheras para oprimir sino fronteras de la historia. Allí donde la sangre se derramó en el suelo de la patria ha germinado y crece una generación de moncadistas que en honor a Fidel vencerá para que ninguno de sus compañeros quede muerto ni olvidado.

Relación de los mártires de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes 


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