Muchas madres se identificarán con mi historia, por eso considero oportuno contarla. Transcurrían los últimos días de agosto y era preciso ultimar los detalles para el inicio del curso escolar.
Desde bien temprano en la mañana salimos de casa y luego de la jornada laboral matutina, mi niña y yo nos dispusimos a ir de compras. Como toda madre cubana, recorrí varios puntos de venta en busca de los precios más asequibles.
Mochilas, zapatos, útiles escolares y demás artículos para que los niños asistan a las aulas, abundan por doquier; pero la pesadilla comenzó cuando intenté pagar: “No acepto transferencia”, “No tengo código QR”, “Acepto transferencia, pero debes pagar un 20 por ciento más”, “Solo acepto pagos a mi cuenta personal”, “Ya agoté las transferencias que podía hacer hoy”. Estas fueron algunas de las explicaciones —o excusas— que recibí de los dueños de los establecimientos.
Llegó el momento de buscar forros para los libros y libretas. Todos superaban los 80.00 pesos, pero alguien comentó que en la unidad de Correos ubicada en los bajos del edificio de 12 plantas los vendían a 50.00.
Allá nos dirigimos, hicimos cola, entramos y antes de pedir lo que necesitaba, pregunté por el código QR para efectuar el pago. Cuál no sería mi sorpresa cuando la encargada respondió: “Solo aceptamos efectivo; el código QR solo lo usamos para la caja extra, no para pago en línea”.
A pesar de que la Resolución 93/2023 del Ministerio de Comercio Interior, busca impulsar el desarrollo del comercio electrónico y garantizar el derecho del consumidor de optar por las diferentes modalidades de pago. Todos los actores económicos, sean estatales o no, que realicen actividad comercial deben contar con una pasarela de pago electrónico, como parte del proceso de bancarización, pero hoy la realidad es muy distinta.
Los establecimientos comerciales deben estar inscriptos en el Registro Central Comercial de manera temporal o permanente, y poseer las facilidades de pago por las pasarelas nacionales o terminales de punto de venta para la comercialización de bienes y prestación de servicios al consumidor, así aseguraba un año atrás, a Invasor, Norberto Almanza Tujeiro, jefe de la Filial Comercial del Registro Central en Ciego de Ávila.
Desde el momento en que se utilicen los servicios de instituciones bancarias y financieras, ya estamos bancarizados y utilizando la bancarización, apuntó Eyner Michel Mirón Felipe, especialista de Banca Electrónica de la Dirección Provincial del Banco Popular de Ahorro. Ahora, el término bancarización, de transacción, es lo que nos da la posibilidad de efectuar este intercambio comercial con la moneda virtual y es al que va referido este comentario.
Continuaba el día con un calor agotador, lugares distantes entre sí, y el cansancio, el hambre y la sed se acentuaban con las horas. Nos dimos cuenta de que ya no teníamos agua en los pomos con los que habíamos salido de casa. Así comenzó la segunda odisea: visitamos varios puntos de venta de alimentos para tratar de calmar la sed y el hambre de mi hija, pero fue imposible. Se repetía la historia: rechazo al pago electrónico.
No me quedó más opción que seguir hacia la casa, con el temor de que mi hija sufriera un desmayo por el intenso calor. Ya cerca de nuestro destino, con ella al borde de una hipoglicemia, pasamos frente a un puesto. Me miró con la esperanza de que preguntara si podía comprar un refresco.
Yo, desesperada y sin saber qué hacer, me acerqué temerosamente e hice la pregunta del siglo: “¿Acepta transferencia?”. El señor del puesto miró mi rostro de desesperación, vio el agotamiento en la cara de la niña y asintió. Al fin, alguien se conmovía ante el dolor ajeno. Podía calmar la sed de una pequeña, y yo aliviar mi impotencia.
Nuestra historia no es una excepción. Es frecuente encontrar algunas similares. Invasor ha dedicado muchas de sus páginas al tema de la bancarización, los pagos electrónicos y el acceso al código QR. Pero cabe preguntarse: ¿Quién le pone el cascabel al gato, a estas alturas?
Ángel Aragón César, coordinador de programas y objetivos del Gobierno provincial, comentó a nuestro multimedio que, en el Segundo Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento a los Delitos e Ilegalidades, las principales quejas e inquietudes se basaron precisamente en el no uso del pago electrónico.
A juicio de Anisley Gómez Rodríguez, directora de Desarrollo Territorial, los nuevos actores económicos, aunque no en su totalidad, han incurrido en el uso indebido de esta forma de transacción, constituyendo un hecho ilícito.
Es inaudito que no se cumpla lo establecido casi dos años después de implementada la medida, y que el cliente no pueda decidir cómo pagar; que, por comodidad, falta de cultura o cualquier otra razón, se ignore la normativa. Por supuesto, esto no significa que ocurra en todos los establecimientos; también hay quienes sí se adaptan a las nuevas formas de pago.
Sí, al trabajador le depositan su salario en una tarjeta, pero muchas veces resulta imposible extraer el dinero físico del Banco, ¿cómo se supone que debe adquirir lo que necesita, si aún existe reticencia al cambio?
Actuar con premura, rectitud y apegado a ley es lo que imponen estos tiempos a destiempo, en los que actores económicos del sector estatal y no estatal se vendan los ojos ante lo establecido por decreto y taponean sus oídos ante la queja del cliente o consumidor, que tiene pleno derecho de decidir cómo efectuar el pago de los artículos adquiridos.
Ojalá se avecinen cambios favorables y otras madres cubanas no deban sufrir un momento tan tortuoso como el que me tocó vivir. Porque no era solo sed de agua, comida o artículos escolares; era también sed de justicia, de ver respetados mis derechos como cliente.