Museo Caonabo: construir es soñar

Por Neilán Vera
Fotos: Michel Guerra
Cuando el Museo Municipal de Morón llegó a su actual sede, Ronaldo era apenas un bebé; hoy acepta la tarea de encabezar un colectivo de trabajadores que casi le doblan la edad, pero se identifican con sus ímpetus juveniles

Fuimos al museo dos veces. La primera, semanas antes del 26 de julio, cuando en Morón todavía se ejecutaban muchas de las obras previstas para terminarse durante las celebraciones por el Día de la Rebeldía Nacional. La segunda ocasión, en un recorrido de las máximas autoridades de la provincia por la Ciudad del Gallo.

Entre una visita y otra, cambiaron muchos detalles constructivos en el Museo Municipal Caonabo, pero los proyectos y los sueños de su colectivo laboral siguieron igual de frescos; quizás, incluso, renovados.

Estas líneas pudieran ser el relato escueto de un proceso inversionista que costó 1,7 millón de pesos, y dejó como nuevo el patio de la institución: se cambió el piso y las redes idrosanitarias, se construyó un pequeño escenario, se pintaron y rehabilitaron sus oficinas…

Tampoco estaría de más contar que, meses atrás, el interior de este edificio patrimonial ya había sido objeto de una profunda reparación, por un monto de 3,9 millones de pesos, esfuerzo que lo hizo merecer el Premio Provincial de Restauración 2024.

Sin embargo, rara vez los números pueden traducirse al lenguaje de las esperanzas; y las cifras se nos quedan cortas, cortísimas, cuando pensamos en todo lo que falta por hacer y nos tomamos en serio aquello de la resistencia creativa, que no puede quedarse en una resistencia a secas ni en el acatamiento apático de las orientaciones “de arriba”. Algunas veces, construir es soñar, y de eso está convencida la tropa del Caonabo.

Su joven director, Ronaldo Valle de Posada, tiene bien claro que el dinero invertido debe revertirse en el desarrollo social del municipio. “Queremos que el patio del museo se convierta en un espacio cultural, donde puedan asistir los jóvenes moronenses, y allí confluyan la historia, la sana recreación y lo mejor de la música cubana. Es una deuda que tiene la ciudad con sus nuevas generaciones”.

Aquella tarde calurosa los albañiles aún trabajaban. Y Ronaldo, también envuelto en el polvo de cemento y el sudor, detuvo su faena para contarnos acerca de los mil y un planes que tienen en la institución. Hablaba sobre las escasas ofertas culturales disponibles para los adolescentes y jóvenes de Morón, y aseguraba que, para suplir esos vacíos, el Caonabo tendría que ser mucho más que un museo.

El pasado 24 de julio, mientras un grupo de dirigentes partidistas y gubernamentales chequeaba la terminación de las obras, Ronaldo ya no hablaba de proyectos futuros, sino de una realidad que podía tocarse con la punta de los dedos. Gracias a la inventiva de unos cuantos entusiastas, y del apoyo del Gobierno local, Morón ganó este verano un refugio para la cultura, los valores y los empeños comunes forjados al calor de la patria chica.

museoRonaldo, cuando dialogaba con las principales autoridades de la provincia y el municipio, el día en que el Caonabo reabría sus puertas

DE BANCO A MUSEO

El edificio que hoy ocupa el Museo Municipal Caonabo fue erigido durante la etapa Neocolonial, y ha cambiado de uso varias veces. Primero fue un Banco, luego sirvió de sede a una compañía telefónica; tras el triunfo de la Revolución alojó en su interior una empresa eléctrica, y, hace 23 años, el 6 de mayo de 2001, cobijó entre sus paredes un museo.

A pesar de tener en su nombre el calificativo de “municipal”, el Caonabo no le envidia nada a otras instituciones de su tipo. Aunque solamente cuenta con dos salas, una de Historia y otra de Arqueología, en esta última conserva la segunda mayor colección de objetos aborígenes del país, solo superada por el sitio arqueológico Chorro de Maíta, en la provincia de Holguín.

Las piezas, provenientes de excavaciones en Los Buchillones, Chambas, son el orgullo de los 22 trabajadores del museo, aunque también se nota el apego y el sentido de pertenencia hacia muchos otros objetos históricos que atestiguan el pasado de la urbe moronense, lleno de contradicciones y de luces.

“Aquí siempre tenemos una muestra del mes, relacionada con alguna fecha importante, y también una exposición transitoria que cambiamos trimestralmente”, explica Ronaldo, mientras apunta hacia una colección de antiguos billetes, firmados por el Che Guevara, en su condición de presidente del Banco Nacional de Cuba.

En la azotea del edificio hay un pequeño mirador desde el cual los visitantes pueden tener una panorámica de toda la ciudad. Se ve una parte considerable del pueblo y, en cierta medida, recuerda que la misión del museo va muchos más allá de sus muros.

“También, somos responsables de velar por la conservación de edificios, monumentos, tarjas y otros puntos de valor patrimonial para la historia y la cultura del municipio. Además, el trabajo de un museo no puede encerrarse entre cuatro paredes”, razona el director.

RONALDO

Cuando el Caonabo se instaló en su actual sede, Ronaldo era apenas un bebé con un mes de vida. Por eso, no extraña que ambos compartan las marcas de una misma época, y que, mientras el museo busque mantenerse más cerca de los jóvenes, el muchacho haya aceptado con madurez y entusiasmo una tarea que casi nunca llega a tan corta edad.

“Asumí la dirección del museo en febrero de 2023. En aquel entonces tenía 21 años y me ocupaba de organizar las actividades culturales de la institución, buscar el público, etcétera. Naturalmente, fue un cambio drástico, pero me atreví, y recibí muchísima ayuda de mis compañeros de trabajo”, cuenta Ronaldo.

“No es fácil dirigir un equipo de personas que prácticamente te doblan la edad y la experiencia. Sin embargo, a pesar de las diferencias etarias, hemos logrado funcionar como una familia, donde cada uno se preocupa por los demás. Siempre bromean conmigo y me dicen que soy un niño todavía, pero también son muy disciplinados y comprometidos. Este lugar funciona graciasa ellos”, reconoce.

Además de sus obligaciones como director, siempre encuentra tiempo para otros proyectos.

Estudia la carrera de Cultura Física y Deportes, en la modalidad de Curso por Encuentros; fue durante un tiempo presidente municipal del Movimiento Juvenil Martiano; y sueña en grande con ampliar los servicios que presta el Caonabo.

“Entre los proyectos que hoy tenemos, está uno llamado ‘Los caminos del azúcar’. Con esta iniciativa, hacemos un recorrido hasta el Museo del Azúcar, en lo que antes fue el central Patria o Muerte. Allí los visitantes conocen acerca de la historia de esta industria, y también pueden intercambiar con los habitantes de la comunidad.

“Otra es ‘Tras la ruta de los aborígenes’, opción que incluye la visita a la Laguna de la Leche, luego de pasar por varios edificios patrimoniales de la ciudad, como la imprenta, la biblioteca, la antigua cárcel pública y la iglesia del parque Agramonte, siempre a precios asequibles.

“Y en cuanto a la promoción del pensamiento martiano, buscamos acercar a los niños al museo, adentrarlos en el estudio de la vida y la obra del Apóstol, ayudarlos a elaborar un pequeño y sencillo trabajo investigativo y, cada 13 de octubre, presentar esas obras en el evento Copa con alas, que organiza el museo y donde son premiados los mejores trabajos”.

A quienes piensan que la Historia se reduce a un montón de páginas amarillentas y polvorientas, y que los jóvenes son todos iguales —sobran los clichés—, conviene sugerirles que se den una vuelta por el museo de Morón, y que pregunten por Ronaldo y su gente. No todo está perdido: en el Caonabo se encuentra la prueba.

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