Las primeras brazadas de una futura campeona

Por Arley Puyol Álvarez
A Rachel no le llamen la “Emma McKeon de Ciego de Ávila”, no le gusta.
Fotos: Arley

Cuando Rachel Torres estaba en el círculo infantil llamó la atención de un profesor de natación por las cualidades de ella, a tan corta edad, para esta práctica. Le hizo ciertos exámenes para verificar sus “condiciones” y la invitó a entrenar a la academia.

Sin embargo, Yamilka Méndez, la mamá, no le concedió en aquel momento la importancia que quizá merecía el asunto. Mas quiso el destino, o el dios de los deportes acuáticos, que par de años después tuviesen un encuentro todos ―Rachel, Yamilka y el profesor― en la calle. Él lanzó una pregunta al agua para Yamilka: “¿Por qué no la has llevado a los entrenamientos?”. Rachel hizo el resto…

En segundo grado, Rachel empezó a dar muestras de ser más rápida que otras competidoras avileñas, espirituanas, tuneras y granmenses, siempre piscina mediante en la Copa de la Piña. Desde entonces, Yamilka, quien no se atreve a ir nunca a lo hondo, empezó a escuchar: “Esa niña tiene mucho talento”.

Y tanto es así que en los más recientes Juegos Pioneriles Nacionales participó en siete pruebas: 50, 100 y 200 metros estilo libre, 50 metros estilos pecho y espalda, relevo femenino, relevo mixto; ¡y adivina qué! Obtuvo siete medallas de oro.

Para Yamilka el resultado fue prodigioso, porque Rachel primero tuvo una lesión en una de sus manos, después en los aductores. El coronavirus lo paralizó todo en el inicio. “Rachel iba en blanco para La Habana”. Paradójicamente, la propia nadadora mantuvo todo el tiempo la total seguridad de que “vencería a una por una”.

Por tanto, “cuando la vi entre tantas muchachitas del país completo hacer el mejor tiempo, lloré”, dice Yamilka aún con un poco de la emoción de aquel momento.

• Buen desempeño de Ciego de Ávila en Juegos Pioneriles

Luis Daniel Rojas, el actual entrenador, tampoco dudó de la posibilidad de un alto resultado, aunque no creyó con anterioridad en la magnitud de lo hecho.

Además del primer lugar en los Juegos Pioneriles Nacionales, el equipo alcanzó doce preseas doradas de trece posibles y destrozó el récord histórico de ocho para Ciego de Ávila, también rompió el de 16 medallas con una cosecha de diez más. Rojas indica que los registros personales no fueron superiores a los de la anterior competición, en 2018, porque la pandemia no les permitió desarrollar al máximo las potencialidades de los atletas.

yamilka“Al leer la noticia en Invasor me dio una alegría que pa qué”, agrega Yamilka

Él, durante los meses de confinamiento envió vía WhatsApp ejercicios de entrenamiento. Mientras, Rachel no puso mucho de su parte. Tal vez, la disciplina sea la brazada que le falte para alcanzar en un mañana altas metas.

Por eso Yamilka queda absorta cada vez que bate con relativa facilidad a sus contrincantes. “El talento de ella es innato, pero siempre le digo que no se confíe porque por muy buena que sea, si mañana una se entrega más, le puede ganar”.

Rojas piensa igual, que “el entrenamiento es la base de todo en un deporte tan complejo como la natación. Rachel es una estrella y posee todas las cualidades para ser una excelente atleta, pero si merma en los entrenamientos no seguirá así. Ella puede llegar al equipo Cuba, por eso siempre le insisto en esforzarse más”.

Rachel acepta las críticas y, a la vez, aclara que ya está adaptada a las dobles sesiones, que mejora día a día su técnica y deja bien claro su preferencia por las clases de natación antes que las de matemáticas o lengua española.

La hermana mayor de Rachel incursionó también en el mundo deportivo, y lo dejó. Yamilka sufrió por tal decisión, que le recalcó como madre que no impondrá nunca a sus hijas a qué dedicarse. “Siempre que hagan algo de bien estaré orgullosa”.

El sacrificio es una constante en la vida de Rachel. Yamilka, mejor que nadie, sabe del poco descanso de su hija, del despertar de madrugada y llegar a casa sin otro deseo que dormir, del entrenar en invierno con el agua fría y en verano al resistero, al calor ―valgan las redundancias―, de que tan chica se prive de comerse la pizza que tanto le gusta por temor a engordar o de tomar refresco gaseado porque lo aconsejó el maestro… “Espero que no lo eche todo por la borda, si no para qué tanto nadar”.

Yamilka plantea, además, que no son pocas las vicisitudes para el desarrollo de Rachel y el resto del equipo de natación avileño. Hablar de lo difícil de “encontrar” gafas, gorros… o de los precios, es un despropósito.

Igualmente, decepcionó la no participación en la Copa Marcelo Salado por problemas de transportación. “Los muchachos quedaron un poco indispuestos, porque estaban invitados. Fue una pena, hubieran traído muchísimas medallas. Fuimos al Gobierno y lo intentamos por todas las vías; cuando conseguimos la guagua no había combustible y luego fue al revés”.

Rachel, a sus once años ―recién cumplidos―, demuestra que la timidez frente a interrogantes periodísticas está a la altura de su calidad, no obstante, asegura que persistirá hasta cumplir su sueño y el de su madre de ser nadadora “grande”, y que cuando finalice esta carrera estudiará Medicina.

Ante la habitual y tonta pregunta a los pequeños: ¿Cómo quién quieres ser?, Rachel responde con sutilidad: “Como nadie, voy a dar hasta donde pueda… soy única”.

Impresiona sobremanera la forma en que refiere al fracaso cuando aún no lo conoce: “No me preocupa perder, porque, como enseñó el profesor: en este mundo hay dos jabas, una de ganar y otra de perder, no siempre vamos a tener la primera, la de ganar”.

Remata sin titubear, con una seguridad inverosímil, a lo Michael Phelps ―sin ánimo de comparar―: “Voy a ser campeona olímpica antes de los 20 años, en todas las pruebas en que participe en 2028”.

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