La bancarización no hace magia

Por Neilán Vera
Foto: Irám Guzmán
Del sistema bancario sale hoy más dinero que el ingresado, y esas enormes sumas de efectivo terminan concentrándose en pocas manos

Hagamos un pequeño ejercicio mental. Imaginemos que usted es un trabajador cubano, y no recibe remesas desde el exterior, no posee ningún negocio ni otra entrada de dinero. Solo cuenta con su salario estatal.

También imaginemos que el día del cobro, en lugar de un fajo de billetes, el fruto de su trabajo se transforma en un conjunto de ceros y unos que va a parar a su cuenta bancaria.

Como usted es muy moderno, aficionado a las nuevas tecnologías, y, por suerte, compró teléfono móvil antes de que su precio subiera a la estratósfera, instaló una aplicación para pagar bienes y servicios a través de transferencias bancarias.

Seamos positivos, e imaginemos que esa pasarela de pago es Transfermóvil, porque EnZona requiere de conexión por datos móviles… y ya sabemos lo que pasa en la ciudad de Ciego de Ávila cuando hay apagón en un circuito eléctrico.

Pensemos, por ejemplo, que necesita comprar viandas, una jaba de panes ―de las que vende un señor en bicicleta―, va al negocio de Fulanito a consumir algún alimento, o debe visitar a su prima de Jatibonico…

Usted, un trabajador que “cobra por tarjeta”, saca el teléfono móvil para cambiar su dinero virtual, fruto de un mes de esfuerzo, por ese gordo boniato, por los panes suavecitos de aquella jaba, por el producto estrella de Fulanito el cuentapropista o por el pasaje para darse una vuelta hasta Jatibonico.

Imaginemos que, inocente como es, descubre en ese momento que ni el carretillero, ni el vendedor de panes, ni su vecino Fulanito, ni el chofer del camión aceptan el dinero virtual, ese mismo dinero que, según le prometieron, valdría igual que su equivalente en billetes de papel rugoso.

Para terminar este triste ejercicio de imaginación, véase haciendo cola frente al cajero, o pidiendo el último para extraer efectivo en el banco. Note su cara, mientras intenta cambiar por dinero físico el salario virtual. Ya casi llega su turno, pero en el banco se acaba el efectivo. Vuelva mañana...

No hace falta un gran esfuerzo para imaginar la escena anterior. De hecho, para miles de personas será tremendamente familiar, porque les ha tocado vivirla en bucle, una y otra vez, desde que arrancó el proceso de bancarización de la sociedad

En realidad, este comenzó en 1997, cuando se emitieron las primeras tarjetas magnéticas del país y fueron instalados cajeros automáticos en varios puntos de la geografía nacional.

Durante las últimas tres décadas el proceso avanzó lentamente, hasta que el año pasado ―en medio de una preocupante carencia de efectivo, que retrasó el pago de los salarios― el Banco Central de Cuba (BCC) aprobó la Resolución 111/2023, con el objetivo de acelerar la bancarización.

Más tarde, la política fue reforzada a través de la Resolución 93/2023 del Ministerio de Comercio Interior, la cual obliga a todos los establecimientos comerciales estatales o privados a garantizar canales de pago electrónico, so pena de perder la autorización para ejercer actividades económicas.

A un año de aquella primera regulación del BCC, aunque aumentan progresivamente las operaciones bancarias, y las personas poseen mayor cultura financiera, todo marcha demasiado lento, y así lo reconocen las autoridades del país.

Como su desarrollo va más “despacito” que la canción de Luis Fonsi, la bancarización recibe andanadas de críticas en las redes sociales y en cualquier espacio de expresión del cubano. Sin embargo, en honor a la verdad, esta sí ha marcado importantes pasos de avance en la meta de modernizar la vida socioeconómica del país.

“¿Y para qué sirve esa bancarización?”, preguntará el lector.

Bueno, la experiencia en otras naciones indica que, al bancarizar los procesos económicos y comerciales, hay una mejor gestión del dinero, decrece el uso de efectivo (y los gastos en su fabricación, traslado y protección), disminuye la evasión fiscal, es más sencillo crear historiales crediticios para quienes deseen financiamiento o préstamos bancarios, entre otras facilidades.

¿Entonces, todo marcha bien? No, por supuesto. Sobran los ejemplos de violaciones a estas normas. De hecho, en junio pasado, el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez analizaba en su podcast, Desde la Presidencia, algunos problemas surgidos al calor de la bancarización, que la gente conoce de sobra, pues los sufre a diario.

El principal de ellos, el más evidente, lo ilustrábamos al inicio de este texto: muchas veces, el vendedor solo acepta dinero en efectivo, generalmente en billetes de alta denominación, y no garantiza al cliente una vía de pago electrónica, para adquirir bienes y servicios imprescindibles.

Segundo problema: no siempre hay efectivo disponible en los cajeros automáticos. A veces, tampoco en el banco. Los directivos del BCC lo tienen muy claro: del sistema bancario sale hoy más dinero que el ingresado, y esas enormes sumas de efectivo terminan concentrándose en pocas manos, generalmente de cuentapropistas y gestores de empresas privadas.

“¡Le ronca! Quieren cobrarme en efectivo, y en el banco no hay, porque ellos mismos lo están acaparando”, me dirá usted, y quizá hasta tenga parte de la razón. Sin embargo, toca preguntarse por qué algunas formas de gestión no estatal se resisten a cobrar a través de pasarelas de pago electrónico y tampoco depositan en el banco el efectivo recaudado.

¿Es simple rechazo al progreso, a lo nuevo? ¿Por qué el dinero digital no “da negocio” a cuentapropistas y mipymeros, si en teoría este facilita las transacciones, la contabilidad y la protección de lo recaudado? ¿Y si la bancarización siguiera “trancada” porque el funcionamiento del sector privado aún conserva varios cabos sueltos, como la necesidad de conseguir dólares en el mercado informal, para garantizar el abasto de productos y materias primas? Demasiadas preguntas.

 bancarizacion

Claro, existen otros factores a tener en cuenta, que funcionan como retrancas. Pudiéramos mencionar la baja disponibilidad de terminales de punto de venta (los llamados POS), las deficiencias y arbitrariedades en el servicio de caja extra, los límites impuestos a las transacciones entre actores económicos y la pequeñez de un cuerpo de inspectores estatales que constantemente recibe nuevas encomiendas, pero no más personal.

A pesar de esto, llegaron las medidas de control de daños. Quizá la más severa sea el cierre de negocios que no aceptan pagos por transferencia, aunque todavía le falta extenderse más. Estas y otras decisiones buscan erradicar un sinnúmero de violaciones nacidas al calor del proceso de bancarización, que aparentemente desaparecerán cuando toda la sociedad esté bancarizada.

Al respecto, Juana Lilia Delgado Portal, ministra-presidenta del BCC, se muestra optimista. “En la medida en que las personas puedan pagar digitalmente su alimentación y otros servicios fundamentales, demandarán menos efectivo”, aseguró en Desde la Presidencia.

Hasta cierto punto, el razonamiento parece sólido. Cuando todo esté bancarizado, la demanda de efectivo será pequeñísima. Pero ese argumento olvida que una parte considerable del salario de los trabajadores va a parar al mercado negro, en concepto de alimentos, medicamentos, artículos de aseo, ropa, calzado, materiales de la construcción y un largo etcétera. Y como esos espacios operan fuera de la ley, ningún vendedor se detendrá a estudiar resoluciones bancarias.

Mientras el desabastecimiento continúe, y la población deba suplir “por la izquierda” una buena parte de sus necesidades básicas, la bancarización difícilmente logrará los resultados esperados. Y es importante enfatizarlo: el problema no es la bancarización, que ciertamente contribuirá al progreso del país. El problema es el actual escenario económico de Cuba

 Por ejemplo, legalizamos la empresa privada, porque en los hechos ya existía, y hacía falta regularla, pero no fueron creadas las condiciones para que funcionara con total transparencia y en el más absoluto apego a las leyes. En vez de diseñar un sector privado, lo garabateamos a mano alzada, y ahora sería injusto culparlo por no “encajar” totalmente en el conjunto de la economía de Cuba.

Impulsamos una reforma para acabar con la alternancia entre el CUP y el CUC, porque la dualidad monetaria era un lastre; y ahora nuestros pesos comparten espacio con el MLC, el euro, el dólar americano… Abundan los casos similares, pues, cada poco tiempo, aparece un nuevo paquete de medidas económicas, que modifica el anterior, y no siempre dan el resultado deseado.

De aquellos polvos vienen estos lodos. La bancarización hace lo que puede, resuelve ciertos problemas, pero no tiene una varita mágica.

• Recientemente, autoridades bancarias de Ciego de Ávila intercambiaron con Invasor acerca de la marcha del proceso dentro de la provincia.

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