Angola reafirmó mis convicciones

Por Héctor E. Paz Alomar
Fotos: Tomadas del libro Cangamba, de Jorge Martín Blandino y Héctor
Con apenas 22 años Guillermo Ríos partió para Angola, siendo un joven temerario que solo había oído hablar de la guerra, nunca la había vivido. Han transcurrido cuatro décadas. Estos son los recuerdos de uno de los avileños héroes en la Batalla de Cangamba

Tarde apacible de un día de mayo de 1982. Ansiaba tomar un baño para quitarse de encima el molesto polvillo de cemento y arena que delataba su profesión de albañil mosaista en la avileña fábrica de mosaicos Raúl Cervantes.

No más traspasar la puerta de su casa, el recado: “tienes que presentarte en el Comité Militar”. Todo fue muy rápido: llenado de planilla, otros datos…, “y a seguidas, el aviso de que estuviera listo para partir.

“No hubo sorpresa. Aquello estaba latente. Pocos días después llegué a Nuevitas, breve estancia, y de ahí para Loma Blanca. En poco tiempo me vi sentado en el interior de un avión, junto a otros jóvenes como yo, y otros no tanto. El aeropuerto de Luanda, capital de Angola, nos recibió”.

Guillermo Ríos García respira profundo. Tiene que echar para atrás un montón de almanaques. “Nos ubicaron en Cacuaco, un lugar situado a pocos kilómetros de la capital. Nos recibió el General de División Antonio Enrique Lussón. Conocí la misión a cumplir: la lucha contra bandidos. Recibimos una preparación rápida de tres días y de ahí fuimos para las unidades de destino”.

Recuerda Guille que varios avileños fueron ubicados juntos: “el otro Guillermo, el negro Juan Pol, Javier…, y otros de distintos municipios como Baraguá, Venezuela, Chambas”.

Narra el combatiente que luego partieron para Luena (Moxico) y de ahí para Cangamba, que era una comunidad chiquita, uno de los llamados quimbos, y cuyos habitantes fueron evacuados cuando comenzaron los combates.

“En el largo tiempo que permanecimos allí, hicimos de todo: preparación combativa, incluido el tiro, trincheras, refugios, sembramos plantas de boniato en el techo de los refugios… Llevábamos casi una vida normal. Eso pensábamos”.

La batalla por la defensa de aquella posición comenzó entre el primero y el dos de agosto de 1983, y duró unos diez días. “Para nosotros fueron interminables, pues aquel pedazo de tierra se convirtió en un verdadero infierno de humo y metralla; de balas con zumbidos anunciadores de muerte…”.

cangamba

Sobre las 6:00-6:30 de la madrugada comenzó la preparación artillera. Eso no se esperaba. Estaba muy oscuro y apenas se veían las luces de algunos carros, y a continuación la lluvia de morterazos.

“Nos tiraban con morteros de 80 y '20 milímetros y con otras piezas de artillería. “Entre las 4:00 y las 5:00 de la tarde se rompió la primera línea defensiva de las fuerzas angolanas que nos acompañaban (FAPLA: Fuerzas Armadas para la Liberación de Angola). Al final, los de la UNITA (Unión Nacional para la Independencia total de Angola) fueron rechazados”.

• El viento entre las piedras

Los enemigos eran superiores en hombres y medios. Contaban con unos 3000 efectivos, más piezas de artillería y otros armamentos, entre otros recursos; mientras que los cubanos eran unos 82 hombres, cifra que luego creció a 182 debido a un refuerzo enviado por la jefatura; de las FAPLA eran algo más de 300. Se contaba con varias piezas de artillería y los helicópteros. También actuaba en la retaguardia enemiga una unidad de destino especial.

“Todos los días se combatía en Cangamba”, rememora Guillermo, “y bien fuerte”. La tropa angolano-cubana era hostigada constantemente, fundamentalmente por el día, con el empleo de morteros y la aviación; unas veces por la mañana, otras por la tarde, y otras todo el día. “El ruido de los morteros era infernal, tal parece que ellos querían machacarnos el cerebro”.

 cerco

“Además del hostigamiento, nos afectó mucho la falta de agua y de comida, pues se habían agotado las reservas. Hasta les sacamos el agua a los radiadores de los carros, y cuando se acabó mitigábamos la sed pasándonos pasta dental por la lengua y los labios. Llegamos a comer hojas de la planta de boniato hervidas y arroz crudo con azúcar. Pero había que resistir”.

El día 7 recibieron una carta del Comandante en Jefe Fidel Castro, en la cual reconocía el valor de los defensores de Cangamba. La misiva reiteraba la preocupación del mando y los exhortaba a confiar en la Revolución, que nunca había abandonado a nadie a su suerte

“Esa carta nos infundió nuevos deseos de vivir, de seguir combatiendo contra los enemigos. Nos dio aliento, renovó nuestras fuerzas, y así, nos mantuvimos firmes, como él nos pedía. Por allí no pasaría ningún enemigo. El contenido de la carta fue leído a los internacionalistas cubanos y a los de las FAPLA, en las propias trincheras.

“En un momento del día 10 de agosto, los de las FAPLA nos advirtieron que los enemigos, la UNITA, estaban quemando sus instalaciones, los almacenes y que se retiraban. A pesar de su superioridad en hombres, armas y medios, no pudieron vencer a las fuerzas cubano-angolanas. Como habíamos prometido a nuestro Comandante en Jefe, por allí no pasaron.

“La misión de ellos era tomar Luena, Cangamba, porque allí había un paso que era estratégico para los intereses de la UNITA, liderados por Savimbi, a quien le ofrecieron esa victoria. Y resulta que se le viraron los papeles y fuimos nosotros, cubanos y angolanos, quienes le regalamos ese decisivo triunfo a Fidel, por su cumpleaños”, asevera Guillermo.

Los vencedores tuvieron que lamentar 18 bajas y un grupo numeroso de heridos. “Para nosotros esos momentos de ver caer a nuestros compañeros fueron muy tristes. Recuerdo especialmente la muerte de Ismael Valdivia, incluso, le habíamos enseñado a leer y escribir. Un morterazo en la puerta del refugio lo mató al instante”.

“En varios helicópteros fueron evacuados los heridos, y después, nosotros. El propio día 13 fuimos condecorados, con distintas medallas y distinciones. Y luego fuimos asignados a la III Brigada, en Malange, con el objetivo de participar en la toma del Tercer Frente Estratégico de la UNITA. Tuvimos un grupo de acciones combativas. Por supuesto que cumplimos esa misión “.

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Estando ingresado debido a una dolencia renal, a Guillermo le llegó su desmovilización. Pero, un tiempo después, lo volvió a llamar la patria, esta vez, también para tierras angolanas. Estuvo en Lobito, como cargador de un tanque perteneciente a la 80 Brigada. Luego hizo falta albañiles para la construcción del aeropuerto de Cabo Leo, y hasta allí fue a parar el joven internacionalista. Fajado entonces con la mezcla y los bloques, en esa tierra le llegó la orden de desmovilización —la segunda—, debido a que cumplía el requisito de tener cumplida la primera.

Ahora tiene 64 años y lo he puesto en un aprieto: esta entrevista. Sonríe y me dice: “También lo voy a cumplir”. Las respuestas llegan rápido.

—¿Fidel? Para mí lo más grande. Él es único. Un ejemplo para todos.

—¿Miedo? Claro, Angola fue mi bautismo de fuego. A mí no me habían tirado nunca. Pero ese sentimiento pasa rápido. Uno como que se sacude. Y pa'lante. O tiras o te tiran. Allí defendimos la patria, los principios y la vida.

—¿Volver? Yo sigo estando listo para la patria.

Ya Guille no hace mosaicos ni levanta paredes ni mueve un cordón de mezcla. Ahora protege, con igual celo, su centro de trabajo actual: la Comercializadora ITH. De vez en vez da una charla a las nuevas generaciones, como miembro que es de la Asociación de Base Claudio Triana, de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. “Así también sigo haciendo patria”.

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