Desde Ciego de Ávila, diálogo con El Sinsonte de Carrillo

El sinsonte es un ave canora distinguida por la belleza de los trinos que inundan la floresta. Pero hay una persona, de pura raigambre campesina que emula con el cantor. Solo que traduce sus trinos en ajustadas espinelas que también toman alto vuelo en bateyes, comunidades y ciudades.

Por su nombre artístico: El Sinsonte de Carrillo, lo conocen los amantes de las tradiciones campesinas. Gualberto Domínguez Pérez vive orgulloso de su origen humilde. Carrillo, pequeño batey cañero en el municipio de Baraguá, lo vio nacer hace 56 años; es el mayor de los cinco vástagos que procrearon el isleño Esteban y la cubanita Paula.

Quien por estos días cumplió 25 años de vida artística, confiesa que sigue extrañando el contacto con la Madre Natura, la cría de animales, montar a caballo y ordeñar vacas a la manera de su abuelo materno.

Posted by Alberto Fernández Pena on Sunday, December 8, 2019

“Cuando aquello no había luz eléctrica en Carrillo, un pequeñito punto de la llanura baragüense, cocinábamos con carbón o leña.” Un rictus de amargura dibuja la sonrisa. “Tenía 20 años cuando vi prenderse el primer bombillo, pero tuve una infancia feliz. Cursé con buenos resultados la primaria, la secundaria y la Facultad Obrero Campesina, y mucho agradezco la preparación que nos dio papá, a mí y a mis dos hermanos varones, en labores de la tierra.

Narra Gualberto que su vida laboral comenzó a los 17 años. Transcurría el año 1979. “Computé caña y a ese cultivo le hice de todo; luego fui administrativo en el sector educacional; trabajé dos años en el Poder Popular e, incluso, fui Delegado en dos mandatos consecutivos”.

Claro que fue en Carrillo cuando lo picó el bichito. Abanica el espacio con su tradicional yarey, como si lo abriera a los recuerdos. “Allí comencé a escribir versos, a mi manera; a los 13 años ya cantaba décimas campesinas, algunas aprendidas de los libros y otras de mi inspiración. Seguía los programas de radio y televisión, para aprender de los poetas establecidos. Caminaba unos dos kilómetros hasta el batey de Purificación para ver Palmas y Cañas y Meridiano Campesino.”

Hace un alto en la conversación, y precisa: “Sería injusto si no mencionara a José Rodríguez, más conocido por Ñango. Yo era un muchachón y pasaba las noches viéndolo tocar y cantar punto acompañado por su guitarra. A veces papá me tenía que ir a buscar. De él también me nutrí.”

• Sobre el repentismo en Cuba, opina un joven laureado.

Ahora aclara el origen del apelativo que lo acompaña hace bastante tiempo: “Mira, me lo endilgaron cuando comencé a cantar por radio en Ciego de Ávila, a partir de 1994. Como yo interpretaba varias tonadas, alguien me comparó alguna vez con el sinsonte, ave que imita el canto de otras. Luego le pegaron el apellido de Carrillo y desde entonces me presentan como El Sinsonte de Carrillo. Puede parecer un chiste, pero se me quedó, y para bien”.

Ese año fue decisivo para el joven improvisador, quien había comenzado su vida profesional en Radio Morón. Allí pasó un curso de locución de un año, aprobó los exámenes y recibió el título de locutor habilitado, profesión que también desarrolló en el ámbito radial. Luego vino para Radio Surco como poeta repentista, de pareja con Jesús Leiva estuvo cantando en esa emisora durante dos décadas.

Resalta como vital la preparación para un poeta repentista: “Nosotros poseemos un don que nos da la naturaleza: el de improvisar, es una vocación muy fuerte, que hay que cultivar. ¿Cómo? Pues leyendo mucho, periódicos, libros, textos de Gramática, de Historia, de Geografía, de cultura general e integral, pues cuando vamos a una actividad, muchas veces no conocemos de antemano de qué o a qué quieren que les cantemos”.

Para este cultor de la espinela y la improvisación, la defensa de las más raigales tradiciones campesinas deviene puro sacerdocio: “Eso lo siento como una necesidad. Me gusta la décima, la música campesina, las tonadas, la controversia…, incluso el humorismo criollo. En cada escenario que me paro, defiendo siempre esos símbolos de cubanía, junto a la guayabera, el sombrero de yarey y la pañoleta bicolor que nos caracteriza. ¿Cómo no defender al punto cubano y el repentismo cuando han sido declarados Patrimonio Intangible de la Humanidad?”.

Uno de los sueños realizados por Gualberto es la creación de su propio grupo acompañante. “Pensé y escribí en el 2008 el proyecto y dos años después fue aprobado por el instituto Cubano de la Música. Desde entonces está sonando el quinteto Cuerdas y Voces del Llano, que tiene la condición de Referencia Nacional en la Música campesina, integrado en la actualidad, además, por Javier Concepción, Yeinier Delgado, Odeleysi Echemendía y Alberto Solano, todos muy profesionales y disciplinados; da gusto dirigir un colectivo así.

“¿Satisfacciones? Muchas, sobre todo, haber actuado en lugares donde estuvieron presentes el Comandante en Jefe Fidel Castro, el General de Ejército Raúl Castro, Armando Hart, y otras altas personalidades del Estado cubano; contar con mi propia agrupación, actuar para el pueblo que me vio nacer y sentir continuamente el apoyo de mi compañera en la vida y madrina espiritual Maribel González. ¿Propósitos? Seguir defendiendo las tradiciones campesinas a como dé lugar.”

Gualberto posee, entre otros reconocimientos, la condición de Vanguardia Nacional, el Sello Laureado y la distinción Joya de la Cultura Avileña. Como buen repentista, me pide le ponga, a manera de epílogo, dos pies forzados. Ahí les van: “la música campesina” y “mi recuerdo palpitante”.

Yo soy Gualberto Domínguez/ el Sinsonte de Carrillo/ hombre que le pone brillo/ a un arte que bien distingue/. De mi folclor no te extingues/ porque el mismo te fascina/ y con tu pluma divina/ dejas plasmado este instante/ para que siga adelante/ la música campesina.

II
Vengo de la guardarraya/ del surco, de la carreta/ y de un abuelo poeta/ isleño de áspera talla/ De un guateque que no calla/ de sonoridad gigante/ de un caserío distante/ del pueblo de Baraguá/ donde todavía está/ mi recuerdo palpitante.


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