Entre las figuras de las luchas por la independencia de Cuba y, en especial, del territorio avileño, se destaca por su trascendencia y arraigo popular, el coronel del Ejército Libertador Simón Reyes Hernández, El Águila de la Trocha.
• Invasor le propone entrevista a un nieto del Águila de la Trocha.
Vivía la familia Reyes-Hernández consagrada a las labores del campo, sumida en la pobreza, la incultura, el analfabetismo y la opresión del sistema colonial español, como la mayoría de los campesinos de la época.
Simón de Jesús Reyes Hernández nació el 28 de octubre de 1858 en la finca La Guardarraya, hoy perteneciente al municipio avileño de Ciro Redondo. Sus padres, Benito Reyes Alarcón y Trinidad Hernández Moreno, le inculcaron las ideas independentistas.
Su abuelo materno, Nicolás Hernández, fue asesinado en la finca Santa Rita, jurisdicción de Morón, el 28 de abril de 1866. Cuando Nicolás amolaba un machete en el patio de su casa, se presentó una comisión militar española dirigida por el capitán pedáneo de Morón, Manuel Aragón; lo acusaron de conspiración y le dieron alevosa muerte, en presencia de su esposa e hijos. El hecho causó gran consternación en la comarca, y sobre todo en su familia, la cual juró vengar el crimen. Tal situación causó fuerte impresión en el niño Simón y contribuyó a la formación de sus sentimientos y convicciones.
A LA MANIGUA
Con solo diez años partió con su tío Nicolás Hernández Moreno, El Tocayo, cuando se inició la Guerra de los Diez Años. No fue posible convencerlo para que se quedara al abrigo de su madre. Se incorporaron en el ingenio El Trapiche a las fuerzas que dirigía el coronel del Ejército Libertador Manuel Valdés Urra (Chicho Valdés) que operaban en territorio avileño. Poco después, su padre cayó en combate y su progenitora falleció a consecuencias del cólera.
Participó con El Tocayo en operaciones militares en la zona del río Cauto. En un combate contra las fuerzas del general Blas Villate de la Hera, el Conde de Valmaseda, dio pruebas Simoncito de su valor inigualable; recibió heridas leves, pero cuando se presentó ante sus superiores estaba empapado en sangre por ayudar a los heridos.
En la campaña de Camagüey intervino en las acciones de Las Guásimas, La Sacra, Palo Seco y otras. Entre 1873 y 1876 fue partícipe de diversos hechos de guerra en la región de la Trocha de Júcaro a Morón. Se destacó en el combate de El Pasto, el 2 de agosto de 1876, donde lo ascendieron a alférez, grado con el cual concluyó la contienda bélica en 1878.
Se instaló en la finca Los Suspiros, situada al suroeste del actual poblado de Ceballos; allí se dedicó a las labores agrícolas y a forjar su familia. Desde este lugar conspiró y se alzó el 19 de mayo de 1895, al frente de un grupo de patriotas.
• La región avileña no permaneció impasible cuando en 1895 la lucha armada regresó a los campos de Cuba.
Desarrolló operaciones en los alrededores de la Trocha de Júcaro a Morón, destruyó líneas telegráficas, alcantarillados, irrumpió en la tenería de Morón y atacó su embarcadero. En septiembre de 1895 cruzó la Trocha y se unió al General en Jefe Máximo Gómez, en el campamento El Zorral. Este lo ascendió a capitán y lo nombró Comandante en Comisión del primer escuadrón del regimiento Castillo. Atravesó nuevamente la Trocha con Gómez y, en noviembre de 1895, desplegó acciones de engaño para propiciar el paso de la columna invasora por este enclave militar.
Junto con Gómez, Maceo y el recién constituido Ejército Invasor en Lázaro López partió hacia Occidente, el 30 de ese mes. El 2 de diciembre tomó parte en el combate de La Reforma, bajo el mando del Titán de Bronce, con quien llegó hasta La Campana, para luego regresar al territorio trochano.
Por órdenes del General en Jefe, desplegó una intensa actividad bélica. Atacó los fuertes Piedras y Jicotea, donde sobresalió por su astucia, agilidad combativa, destreza y maniobrabilidad en el terreno. Su pericia en el ataque la demostró cuando sostuvo un encuentro en el sitio Sánchez (Ceballos), y en el combate de El Mijial, donde hizo prisionero al coronel español Feliciano Velarde, a quien luego dejó en libertad, demostrando su caballerosidad y honor militar. En una acción intrépida descarriló, cerca de Júcaro, la locomotora La Cuenca de las fuerzas españolas, el 22 de diciembre de 1896.
Durante la campaña de La Reforma cruzó la Trocha en reiteradas ocasiones y cumplió riesgosas misiones. Trajo parque y comunicaciones a las tropas mambisas y al Cuartel General de Máximo Gómez. Por la facilidad con que burlaba esta barrera militar se ganó el apelativo de El Águila de la Trocha. Se le concedieron los grados de Teniente Coronel, por Serafín Sánchez, el de Coronel por Máximo Gómez y asumiría el mando del regimiento Castillo en enero de 1898.
EN LA PAZ SIN INDEPENDENCIA
Al concluir la Guerra del 95 por la intervención y ocupación yanqui de Cuba, lo licenciaron del Ejército Libertador.
Entonces se desempeñó en diversas labores. En 1903 resultó el organizador y jefe del Movimiento de veteranos en Ciego de Ávila.
En 1905 compró la finca Las Casitas, cercana al poblado Majagua, donde se dedicó a las labores del campo y creó una nueva familia. Dirigió al Partido Conservador en Ciego de Ávila y participó en la Guerrita de Agosto de 1906. Al triunfar los liberales en esta contienda, se retiró de nuevo a su propiedad.
En 1913 lo acusaron de ocultar al bandolero Inocente Solís, quien había sido sargento del Ejército Libertador en la Guerra del 95. Simón respondió airado por tamaña injusticia. Agentes del Gobierno pro-yanqui de Mario García Menocal lo asesinaron vilmente en su propiedad, el 16 de noviembre de ese año, porque constituía un baluarte de rebeldía en el territorio avileño. Su muerte causó gran tribulación en la región y todo el país.
Réplica del machete del Coronel Simón Reyes Hernández que se entrega como símbolo a personalidades e instituciones distinguidas por el Gobierno Provincial de Ciego de Ávila.
El periódico El Pueblo de Ciego de Ávila recogía la fatídica noticia en su edición del siguiente día con el titular: “El valiente coronel Simón Reyes asesinado”; destacaba en su artículo que la patria había perdido a uno de sus hijos más valientes, quien, en aras de su libertad, derramara su sangre en los campos revolucionarios y el pueblo avileño tenía en él a un guardián del orden.