La hazaña del cruce moral por la Trocha de Júcaro a Morón

A principios de octubre de 1958, apenas con dos días de diferencia, las columnas guerrilleras Números dos, Antonio Maceo; y ocho, Ciro Redondo;
encabezadas por los Comandantes del Ejército Rebelde Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara, respectivamente, arribaron a la provincia central de Las Villas, en cumplimiento de una misión dada por el líder Fidel Castro.

Pocos antes de esta llegada habían franqueado el territorio donde radicó la célebre Trocha militar colonial de Júcaro a Morón, un poderoso sistema construido por los españoles de 1871 a 1897, con el fin de impedir a toda costa e inútilmente la propagación de las luchas de los independentistas cubanos.

De ese formidable sistema solo quedan vestigios, conservados como reliquias o testimonios de la historia de la nación. Ciudades como Ciego de Avila y Morón están en su entorno, así como el mítico Baraguá de la protesta valiente del Titán de Bronce.

Efectivamente, fue cruzada la franja donde estuvo la Trocha de Júcaro a Morón, en la extensa llanura camagüeyana, unos 68 kilómetros que hay que mirar de sur a norte, desde el poblado de Júcaro al septentrional Morón, colindante hoy con la actual provincia de Sancti Spíritus, antes perteneciente a la citada Las Villas.

Pero de manera simbólica pudiera afirmarse que la verdadera “Trocha” de los combatientes y héroes del siglo XX, quienes se empeñaron en extender la última guerra de Oriente a Occidente, constituyó su tránsito completo por la provincia de Camagüey, cuyo territorio se volvió extremadamente inhóspito para ellos por los caminos que se vieron obligados a tomar.

Un recorrido de un mes prácticamente que muchos de los combatientes calificaron de infernal en medio de pantanos, marismas, lugares desolados e
inhabitados, hambreados hasta casi el dolor, perseguidos por soldados y la aviación de la tiranía y la falta de prácticos e información de dónde estaban. Camilo confesó que durante la totalidad de esas jornadas su tropa y él solo comieron 11 veces, una de ellas una mula sacrificada casi con
culpa, cuya carne ingirieron cruda y sin sal.

Descansaban de día y se movían de noche. Se alejaban de las poblaciones y de las posibles escaramuzas con el ejército, pues la topografía de ese
llano no los favorecía contra un enemigo bien pertrechado que no cesaba de tramar emboscadas. Salieron lo mejor posible de los encuentros sostenidos, con muy pocas bajas. El imperativo nacido sobre la marcha era llegar a Las Villas para poder obtener mejores resultados. La vida les probó que era lo más acertado.

El Jefe de la Revolución, coincidiendo con José Martí y tal y como había sucedido en la primera guerra, la de los 10 años, pensaba desde siempre que el combate emancipador debía iniciarse en el Oriente del país y luego, fortalecido, extenderse a Occidente. Ese hilo conductor era coherente, no por casualidad, con el proceso emancipador cubano, valorado hoy como único y que ha tenido 150 años de vida.

La ofensiva final rebelde de 1958 también se llamó invasión, en honor a la similar protagonizada por el Generalísimo Máximo Gómez y el Lugarteniente General Antonio Maceo en la Guerra Necesaria, iniciada en 1895.

Pero la organizada por el Comandante en Jefe desde el cuartel general de La Plata solo fue posible a partir de agosto de 1958, después de las contundentes derrotas que el Ejército Rebelde había propinado desde la Sierra Maestra a la ofensiva de verano de la dictadura de Fulgencio Batista.

El 25 de mayo de ese propio año el dictador había desatado su poderosa arremetida con el empleo de unos 10 mil efectivos, entre soldados y oficiales, tropas de infantería y fuerzas de tierra, mar y aire. En 74 días los rebeldes los derrotaron, en más de 30 combates, seis de estos considerados decisivos.

Fidel Castro, al mando de un Ejército Rebelde fortalecido en lo moral y por los pertrechos de guerra capturados y por la cantidad de combatientes fundamentalmente de Oriente y todo el país, aunque mucho menor en miembros que el del tirano, creyó llegado el momento de ir más lejos y dar el tiro de gracia al enemigo, herido gravemente entonces, pero no de muerte.

Son hermosas las palabras con las cuales el Guerrillero Heroico describió a su amigo Camilo la misión que se avizoraba para ellos, el 23 de mayo de 1958: "Te aviso que tenemos, con el mandamás, un proyecto bonito mediante el cual plantarás la maceica bandera en Pinar y yo laburaré [sic] de Máximo [Gómez], como corresponde".

Aunque iban por separado y con pocos días de camino de diferencia ambas columnas fueron emboscadas por el enemigo en la zona nombrada La Federal, poco después de llegar a suelo camagüeyano.

El Che continuó por Laguna Baja, luego a Faldiguera del Diablo, Sumacará, San Miguel del Junco, Jiquí Castrado, —nuevamente se produce un encuentro con el ejército de la tiranía de Fulgencio Batista en el lugar conocido como Cuatro Compañeros—, para proseguir marcha hasta el marabuzal de San Antonio y luego a la finca La República.

El 17 de septiembre están en el lugar conocido como Tembladeras para seguir por las fincas Laguna de Guano, San Nicolás… Lamentablemente no
podemos describir esa suerte de via crucis. Entra en territorio avileño el 26.

Camilo y sus hombres arriban por el sur del territorio camagüeyano el ocho de septiembre para transitar por San Miguel del Junco, La Jagua, Curajaya, Forestal, Los Pericos… Tampoco aquí podemos hacer el relato completo.

Venció la histórica franja de la Trocha de Júcaro a Morón el 30 de septiembre de 1958. Camilo refirió emocionado como se inclinó y besó la tierra de Las Villas -hoy Sancti Spíritus, Cienfuegos y Villa Clara- a su llegada.

Allí, una vez llegado el Che, ambos jefes y Comandantes dirigirían heroicas y victoriosas batallas que los consagrarían aún más en la historia cubana. Empezaría una nueva, ardua y difícil etapa de la guerra liberadora, que ayudaría a asegurar la victoria definitiva.


Comentarios  
# barbaro martinez 28-09-2018 18:07
es algo muy IMPORTANTE, fuera IDEAL escrivirlo en varias partes e incluirle fotos y un mapa.

brmh
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