Transporte en Ciego de Ávila: hablar con la pared

Chofe, ¿la máquina va pa Morón?”, pregunta Oscar a un transportista privado en la piquera de la terminal de Ferro-ómnibus de Ciego de Ávila, forzado por el rato que lleva esperando un medio estatal en esa ruta y espantado por la cantidad de personas que indagan en la taquilla por “algo” para la Ciudad del Gallo.

—Monta que falta uno —le responde el conductor.

—¿Cuánto le debo?

—200.00 pesos por persona, pipo.

Él pudo hacerse “el harakiri”, pero la mayoría de los viajeros ni averiguan. Esa es la gente que, ahora mismo, está abanicando su suerte con billeticos o a brazo tendido en calles y carreteras de la provincia, los que pueden, incluso, no inscribirse entre los 52 puntos de embarque oficializados (nueve de ellos alternativos, ante la crisis energética). ¿Donde no existen “amarillos” ni inspectores, cómo será?

Exigen a choferes del sector estatal recogida de pasajeros

Ciego de Ávila enfrenta un bajo coeficiente de operatividad técnica en la transportación pública estatal, pues en las bases se deteriora una significativa cifra de ómnibus por la carencia de neumáticos, baterías, partes y piezas.

Además, el escaso combustible disponible para el sector estatal del Transporte genera un cuello de botella en el servicio. Por otro lado, el valor de un porrón del crudo o una pieza en el mercado informal (e ilegal) ya es, en lenguaje callejero, lo que quiera pedir quien lo vende.

200.00 pesos por persona desde la ciudad cabecera hasta Morón, si se paga, es en un día de apuro. Pensemos en que el salario mínimo para un obrero es de 2 100.00 pesos mensuales, en las pensiones de poco más de 1 500.00, en que no siempre se anda solo, en que hay otras tantas necesidades… Quien no puede, se va a pedir botella.

Entonces, entre las alternativas se incluye la obligación de los conductores de vehículos estatales, según la capacidad de los medios, de apoyar a las personas que se encuentren en las paradas, aunque no estén de cuerpo presente los inspectores. Sin embargo, consta desde hace 20 años la Resolución 435 del Ministerio del Transporte, desoída por unos cuantos que andan con el pie en el cloche y los cristales oscuros.

Ministerio del Transporte: La obligación de detenerse en las paradas es para los vehículos estatales

En conversación con un chofer estatal, escuché: “Este cacharro lo arreglo yo, para que venga alguien a tirarme las puertas o romperme las manillas. Además, no se ha acabado la COVID-19”.

¿Qué corazón le ponen a su gente conductores como este? ¿Es sentido del momento histórico engañar con “Voy hasta allí”? ¿Más vale “romper” personas que permanecen un tiempo prolongado en La Rotonda o en El Piñacito?

Dejar a la gente en la orilla de la carretera es más rechazable en aquellos que tienen que ejercer una autoridad responsable. Y lo que se sufre en la botella hoy es bastante viejo; por lo que ya la cura a los reincidentes tampoco puede reducirse a las acciones profilácticas.

Lo sabe de sobra Rolando Fernández Quiñones, subdirector de Operaciones en la Empresa Provincial de Transporte, para quien han caído en saco roto varios de los análisis con conductores y directivos de las entidades y organismos. A veces es como hablar con la pared, coincidimos.

La situación está lejos del “tin marín…”, porque los ramalazos de la crisis económica afectan a cuantos medios y choferes circulan por las vías. Y si la Resolución o las indicaciones nacionales se vuelven un “te lo digo, te lo digo y te lo vuelvo a decir”, hay que pasar a severas medidas en cada centro laboral e incrementar la cifra de fiscalizadores en las calles, porque la unidad del país frente a los retos actuales se define, por lo claro, si una mano lava la otra y las dos lavan la cara.


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