Mientras las mujeres de América Latina han salido a las calles durante años para exigir derechos sexuales y reproductivos, sin ver todavía luz verde para muchos de sus reclamos, en Cuba hemos sido dichosas. Cada quien decide cuándo desea, o no, tener un hijo, y desde 1965 el aborto está institucionalizado como un servicio de salud.
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Hablar de educación sexual no es tabú, la salud reproductiva es prioridad y los métodos anticonceptivos, como norma, han estado. Sin embargo, en los últimos meses al complejo panorama económico y sanitario que ha vivido el país se ha sumado una baja cobertura en las farmacias y hospitales de métodos anticonceptivos, dejando al descubierto la fragilidad del concepto de planificación familiar.
La ausencia de preservativos parece casi crónica y Eyanis Leyva Medina, administradora de la farmacia 0808636 Sevilla, ubicada en el centro de la ciudad cabecera, despeja cualquier duda. Los recibieron por última vez el 13 de octubre del 2021, en baja cobertura, pues de un máximo posible de 5 000 estuches, llegaron 720.
El pasado año no vendieron Etinor, el Estracip se ha mantenido con entradas irregulares y el Levonorgestrel (píldora del día después) solo se ha recibido una vez en lo que va de año. Un panorama similar describió Oledaines Cabrera Sánchez, administradora de la farmacia La Central. La última fecha de entrada data de octubre del 2021 y, aunque se reguló la venta, la demanda superó con creces la oferta.
La otra cara de la escasez se dibuja en el mercado informal, donde aparece todo lo que no está hoy en las farmacias y en los hospitales: copas mestruales, preservativos, tabletas anticonceptivas, inyectables, y test de embarazo… y, al final, hasta se agradece este comercio “por la izquierda”.
Pero si alrededor de un 20 por ciento de las terminaciones voluntarias de embarazos se asocian a un fallo en el uso del anticonceptivo, reconocer que no están al alcance de la mano, es el primer paso para un debate mucho más serio en torno, no solo al acceso universal y gratuito, sino a cómo garantizar la dignidad de un proceso, casi siempre, doloroso tanto física como emocionalmente.
Una interrupción no debe ser una “exclusividad” a la que se llega de la mano de amigos, sino opción viable y sana, en cualquier caso y, por más que parezca conquista lograda, puertas adentro de los hospitales y policlínicos el asunto es complejo. Hoy, hasta la disponibilidad de camas en el servicio de Legrado del Hospital Provincial. Doctor Antonio Luaces Iraola incrementa la presión sobre el sistema de Salud, justo cuando acaban de superar un déficit de Misoprostol de tres meses, imprescindible para los abortos medicamentosos.
Sucede que ingresan en este espacio, también, a embarazadas y casos ginecológicos, por lo que solo seis camas pueden emplearse para estos fines. El doctor Efrén García Hernández, jefe de dicho servicio, junto a su equipo, tiene que ingeniárselas para lograr un promedio de 17 procedimientos diariamente, a sabiendas de que necesitaría más horas y camas para ser suficiente.
Terminaría por reconocer a las 10:00 de la mañana del pasado jueves, cuando no poder trasladar y liberar capacidades en la sala le había impedido iniciar con el primer caso, que: “el legrado siempre ha sido demandado, incluso se ha abusado, pero en los últimos meses han sido más pacientes”.
De hecho, los números salidos del Departamento de Estadística de la Dirección Provincial de Salud confirman su hipótesis: las terminaciones voluntarias de embarazos en el primer trimestre del 2022, en comparación con igual lapso del año anterior, crecen en la mayoría de los municipios de la provincia. El incremento más considerable se registra en Chambas, de nueve a 57, y en Morón, de 62 a 193.
Entonces, hay una realidad inmensa como témpano de hielo: mientras más difícil sea acceder a métodos anticonceptivos, serán más las mujeres que busquen asistencia médica para poner fin a un embarazo no deseado. La carga ya la siente el sistema de Salud y la pregunta es casi retórica: ¿estamos listos?