Antes no era un monstruo, dicen

Hay hilos muy finos que unen al autor de la reciente matanza de Uvalde, con la “mala conducta” de los adolescentes en Cuba y el mundo: se llaman depresión y desatención

Con más de 20 víctimas y una comunidad que no volverá a ser la misma, es difícil que tras el siniestro de Uvalde, la semana pasada, alguien tenga energías para ponerse en el lugar del agresor.

Asusta pensar qué motivaría a un muchacho de 18 años (una semana después de cumplirlos) a levantarse una mañana, disparar a su abuela y salir en auto hacia una escuela donde no conoce a nadie. La pregunta de ¿por qué lo hizo? tiene dos respuestas.

La primera es, sin vestigios de duda, que días antes entró al supermercado Oasis donde puedes comprar “hamburguesas, trajes de baño y armas”, según describe la prensa internacional, para comprar dos rifles de asalto y 375 rondas de municiones, sin que nadie lo viera preocupante.

En 2020, las agresiones con armas de fuego eran la primera causa de muerte en menores de edad en ese país

Pero esa razón parece caer en saco roto cada vez que ocurre algo parecido, mientras las autoridades que protegen “la libertad de que un joven de 18 años compre un rifle o un fusil”, como el propio gobernador de Texas, Greg Abbot, les echan las culpas a los problemas de salud mental de los atacantes, como si una razón no estuviera ligada estrechamente con la otra.

Y así llegamos a la segunda respuesta. Una que debería preocupar en todas partes, porque si las consecuencias parecen ser más graves allí, es un fenómeno tan universal que también lo tenemos aquí, en Cuba.

Por años, y quizás hasta siglos, hemos mirado a los trastornos de personalidad y las enfermedades mentales, sobre todo en adolescentes con problemas de conducta, como una forma de “malcriadez” que debería ser castigada. Que pasan de “mala cabeza” a “monstruos” cuando la violencia escala. Y hasta que necesitaban “pantalones” o castigos en la infancia.

Nadie piensa que las familias disfuncionales, los ambientes violentos, el acoso escolar y cualquier situación social que ponga a niños y adolescentes en desventaja, como discapacidades, racismo, homofobia o precariedad económica, resultan incubadoras perfectas.

No es casual la descripción de Salvador Ramos que he podido reunir de algunos medios de prensa: 18 años, vivía con los abuelos, relación lejana con los padres, callado, retraído, sus compañeros se burlaban de él por una discapacidad en el habla, un día se cortó la cara “por diversión”, hacía unos meses había comprado guantes de boxeo, “no era un monstruo”. En todas las fotos que han difundido por ahí se le veía triste.

Tampoco es casual que las principales dificultades funcionales de los estudiantes cubanos estén en el desarrollo emocional: control de la conducta, ansiedad y depresión, con una mayor prevalencia en alumnos de sexo masculino, piel negra y origen rural, según esta encuesta de 2019 de la UNICEF en Cuba. Otros estudios añaden al perfil violento las malas condiciones de vivienda, hacinamiento, bajo nivel de escolaridad de los padres y alcoholismo. En resumen, factores todos externos al niño o niña.

La línea que divide a Salvador de los muchachos cubanos que cito arriba, son los medios para que su rabia y su inadecuada gestión de las emociones acaben lastimando a un número mayor de personas. Pero hay algo que los une: y es la cantidad de adultos a su alrededor, maestros, padres, tíos, abuelos, vecinos, que cuando se preguntan “¿qué voy a hacer con este niño?” piensan solo en castigar, y no en buscar ayuda psicológica, cuando es esto lo que gritan las señales.

“Tenemos grandes niveles de violencia naturalizada en Cuba —alertaba la psicóloga avileña Katya Roldán Contreras hace unos meses, a propósito del nuevo Código de Familias—, incluso, hacia los niños, en la crianza”. Desde golpes y gritos hasta enseñanzas del tipo: “los hombres no lloran”. Violencia que cría adolescentes violentos e incapaces de manejar sus emociones.

Más sobre el tema

Así que podemos regocijarnos de no vivir atrocidades como la de Uvalde, Texas, pero aquí también es un asunto de vida o muerte. Las lesiones autoinfligidas y las agresiones son la tercera y cuarta causas de muerte entre los 10 y 19 años en Cuba, con más de 50 decesos al año, según el Anuario de Salud de 2021. Aquí hay algo para pensar.


Comentarios  
# Roberto 05-06-2022 11:35
Excelente punto periodista...que muy, pero muy pocos especialistas y periodistas tocan, nuestro problema es el que debemos resolver...los de los demás, que lo resuelven ellos..sd
Responder | Responder con una citación | Citar
# Ana Mahe 06-06-2022 15:47
Gracias!!! Oye q orgullosa me siento!!! Me veo ahí también.
Excelente!!! Gracias!
Responder | Responder con una citación | Citar
# Amanda 07-06-2022 12:30
¡Claro que sí!
Responder | Responder con una citación | Citar
Escribir un comentario


Código de seguridad
Refrescar