Con apenas 5 hospitalizados de la COVID-19 en Ciego de Ávila y nueve días sin confirmados pareciera que seguimos la bajada, “estancados” en 93 positivos
Cero, siete, cuatro, cero…Zigzaguea el conteo de casos en las semanas de este mes y vuelve a caer en su cifra más baja, aunque no sabemos hasta dónde el descenso será una tendencia que aplanaría los casos confirmados hasta hacerlos desaparecer…por semanas. Ese será el lapso de tiempo más objetivo que usemos en lo adelante; sobre todo porque los epidemiólogos nos han dicho que el virus será controlado, pero no desterrado.
De modo que la secuencia de positivos o negativos tendría puntos suspensivos que podrían ubicarnos, de nuevo, en el punto inicial. (Con) secuencias de un ciclo que con la bajada se traduce en sospecha y deja en estado de incertidumbre a los que piensan en futuro, y en el de relajación, a los que no piensan ni en presente.
Si alguna duda quedaba de tales intermitencias ahí están ambos extremos del país… y del virus. El oriente montañoso, aplanado en su curva de contagios y la llanura Habana-Matanzas, con picos constantes que acaparan los partes diarios de esta semana. La paradoja, sin embargo, no está en sus atípicos accidentes “geográficos”, sino en comportamientos tan dispares, cuando a estas alturas ya todos deberíamos saber cómo infestarnos y cómo no.
Nadie escarmienta por “provincia” ajena, casi que nos advierte el mapa de Cuba, donde justo al centro, Ciego de Ávila aparenta una posición de equilibrio, si bien dijimos la semana pasada que esa posición tampoco es segura y podríamos caernos… y subir; otro de los sinsentidos del coronavirus.
Pero, por ahora, parece que nos mantenemos. Las primeras cuatro semanas fueron de 27, 38, ocho y 10 confirmados. Y estas cuatro, de cero, siete, cuatro y cero. Si nos comparamos en pasado, obviamente nos movemos por un escenario muy favorable; no obstante, en materia de COVID-19 todas las miradas se mantienen en perspectivas y aquí tal reflejo se ilustra con los cuatro controles de focos que se mantienen abiertos, tres en el municipio cabecera y uno en
Turiguanó, donde después de 469 estudios de PCR-RT todavía continúa nuestro único evento de trasmisión y la cuarentena deberá prolongarse dos semanas más…si no aparece otro confirmado.
Este es uno de los 14 eventos que permanecen activos, de los 44 que llegó a registrar el país, si bien tal enquiste no ha impedido que se sigan vigilando personas de otras Áreas de Salud, aunque sí ha habido una reducción notable en centros de aislamientos: empezamos el sábado con 224 avileños y ya el jueves eran 99 los contactos y sospechosos en dichos centros; la cifra más baja de este mes. Y para tranquilidad de muchos hasta las pesquisas han tenido días en los que no se ha identificado infecciones respiratorias sospechosas.
Claro, eso también pudiera ser síntoma de que no se ha profundizado en el sondeo o de que las personas minimizan estornudos, flemas y tosecitas y creen sentirse bien y estar bien; lo que, sin dudas , no es sinónimo (más del 50 por ciento de los confirmados aquí no mostró síntomas en el momento de la detección).
O sea, decían estar bien, y de no haber sido eslabones de una cadena que no vieron torcerse a su alrededor, hoy pudieran seguir creyéndolo y multiplicando el virus por todas partes.
Precisamente esa invisibilidad ha forzado el estudio poblacional que arroja los primeros resultados para los cinco municipios en los que se han muestreado 215 avileños. Invasor detallaba que “alrededor del 2 de junio será el segundo corte y un tercero a partir del 23 de junio, ambos con análisis basados en la tecnología SUMA, buscando anticuerpos generados por el organismo, una vez que es atacado por el patógeno. El último examen será un PCR-RT, indicado para el 14 de julio”.
Hasta tanto no llegue esa fecha, seguimos mirando esos 215 casos con el temor de los contagiados hasta que no se pruebe lo contrario; frase “apropiada” por la colega Sayli Sosa para definir la magnitud de la sospecha con la que vivimos. En estos primeros exámenes no hubo positivos, pero los hubo en Manatí y en Mantua, territorios que solo integraron la lista de los 112 municipios con COVID-19, luego de que el azar se los descubriera. Y si donde nunca se había reportado, apareció, qué nos hace pensar que nuestras altas probabilidades no serán en algún momento validadas, otra vez.
Los estudiados representan el 5,4 por ciento de los 4 000 que se analizan en el país y la cifra avileña es superior al por ciento de nuestros confirmados (4,9) respecto al acumulado del país. Esa consonancia expresa los riesgos de un territorio que exhibe la quinta peor tasa de incidencia de la enfermedad (21,38 por cada 100 mil habitantes). Solo debiéramos sentirnos “aliviados” al compararnos con La Isla de la Juventud, La Habana, Villa Clara y Matanzas.
Amén de que desde esos lugares se generen buenas noticias, los últimos reportes hablan también de causas objetivas que unidas a la baja percepción de riesgo han hecho estallar un brote en el hospital matancero, acaparando la atención de la semana, con alrededor de 50 confirmados.
Decía el diario Girón en un necesario reportaje: “En menos de 72 ho¬ras, después de la visita ministerial, se comenzaron a colocar los tanques que se prevé solucionen definitivamente el abasto de agua en la Terapia Intermedia, numerosos organis¬mos se han sumado a las labores de de¬sinfección y han llegado nuevos in¬sumos”.
Así, la sala que llevaba más de un año sin agua corriente, en menos de tres días comienza a vislumbrar soluciones… ¿Será pura coincidencia? El caso matancero es, en potencia, el de muchos otros y en ocasiones pareciera que solo el grandísimo talento de nuestros médicos y científicos nos salva de semejantes contrastes.
Contrastes menores, si decimos que la “gripecita” de la que hablara Bolsonaro, hace que en Brasil se apliquen test a 623 personas por cada millón de habitantes, mientras Cuba estudia una proporción 100 veces mayor; o que en España “olvidan” sus muertes y salen a manifestarse a la calle en contra de algo, y casi en contra de la vida. O que en Estados Unidos anuncian “el camino de regreso” en los 50 estados, relajando medidas, cuando pareciera que ni rondando las 100 mil muertes han llegado.
Pero nada de eso debe ser referente para minimizar nuestros pequeños deslices, por pequeños que parezcan. En la COVID-19 los contrastes pueden ser tan opuestos como vida y muerte. Y ya sabemos hacia qué lado nos inclinamos en esta Isla.
Lea aquí los anteriores resúmenes de Invasor
•La tranquilidad no está de altas ni de bajas
•COVID-19 en Cuba: A paso lento también se suben las curvas
•COVID-19 en Ciego de Ávila, en la recta… ¿final?
• Un respiro y tres puntos suspensivos