No pensar, escuchar o cambiar a tiempo es un vicio que nos ha pasado factura en los últimos meses
¿Qué es lo de siempre? Decretar las mismas medidas que se indican desde arriba y que han funcionado en otros momentos. Explicarle a la gente cuáles son las carencias y pedirles disciplina y confianza. Ir a las reuniones para decir cómo "se trabaja" para lograr un objetivo en vez de soltar todas las preocupaciones y las trabas que hay para alcanzarlo. Desoír la experiencia de quienes están en la calle clamando porque algo no funciona. Pensar que no es el momento o no se puede. En lugar de ponerle cabeza.
He buscado exactamente a qué se refieren los llamados al cambio de mentalidad en Cuba y me he topado, por obra y gracia de los algoritmos de Google, con una nota que cita al doctor Manuel Calviño: "la mentalidad que en un momento pudo ser eficiente y productiva, se convierte en barrera para otro momento histórico".
Y lo explica aún mejor: “Pensamos que si la experiencia es positiva, lo que tenemos que hacer es sentirnos contentos. Y hay informaciones interesantes: los errores más pedestres y elementales que se cometen en los ejercicios profesionales, los cometen los especialistas de más experiencia”.
Pero si la calma o el éxito motivan a mantener los mismos comportamientos, no hay mejor parto que una crisis para las nuevas actitudes. Lo triste es que quizás para muchos ya sea tarde.
Lo que decíamos al inicio recuerda mucho al manejo de la pandemia, y a que, de cierta manera, se le esté dando una “vuelta de tuerca”. Los mejores ejemplos los tienen los lectores, pero han llegado también hasta este diario.
• De hecho, lo hemos contado en primera persona. Lea: Crónica de una provincia enferma y El día que me convertí en una cifra
Si hace un mes y no unos días se hubiera comprobado in situ lo que decían los papeles sobre las capacidades de ingreso, quizás se hubiera notado a tiempo que si en la Universidad de Ciencias Médicas de Ciego de Ávila se destupía un baño, quedaba libre para su uso un bloque de dormitorios completo.
Si hace un mes y no unos días se hubiera escuchado a la gente decir que sin carro, ni motorina y ni tiempo de esperar por ambulancias no podían llegar a los centros de Salud, los 100 bicitaxis que ahora trasladan pacientes en la ciudad de Ciego (que ojalá fuese en toda la provincia) ya hubieran asistido a miles.
Tampoco es tan difícil darse cuenta de que si los médicos no tienen ni papel ni lapiceros, se les pueden transferir los de un curso escolar que no podrá empezar a menos que esos médicos trabajen.
Nada de milagroso tiene que en pocos días la provincia haya pasado de un 70 por ciento de pacientes en casa, a un 22. "Tomemos lo que funcionó en rebrotes anteriores y hagamos lo inédito ahora. No se puede esperar más", decía esa nota de Invasor. Que hayan llegado 400 camas, respiradores y otros insumos imprescindibles es buenísimo, pero no se puede evitar pensar que si las alarmas hubieran encendido antes, quizás habría bastado con 200.
El latinismo incorrecto de status quo, que también gugleé, viene de la expresión romana statu quo ante bellum (el estado de cosas antes de la guerra) que usaban en los tratados de paz. La frase lleva implícita la voluntad de volver a ese estado, de prolongarlo en el tiempo, de hacer las cosas igual. Aquí ya sabemos que no se puede, si queremos que todo lo vivido valga la pena.