Más de una vez he hablado con ellos, de manera casi siempre informal, y admito que, en ningún caso, he sido testigo o receptor de la ingratitud o de la inconformidad.
No creo equivocarme si afirmo que en la mayoría de “mis viejitos”, como suelo decir cuando hago referencia a las jubiladas y jubilados, predomina un sentimiento de gratitud frente al ligero aumento que registrarán sus chequeras, como resultado de las medidas que está poniendo en práctica la máxima dirección política del país para mejorar ingresos en la población y estimular el desarrollo económico y social.
• Vea el impacto de ese incremento entre jubilados y pensionados avileños.
Y puedo entender la esencia de tal agradecimiento porque 40.00 ó 50.00 pesos más (y ojalá mañana pueda ser mucho mayor el monto) siempre serán bienvenidos en un grupo poblacional tremendamente humilde y, sobre todo, necesitado.
Mientras en el ámbito presupuestado activo hay quienes están haciendo cálculos similares a los que laboran en el empresarial, para determinar en qué emplear el incremento salarial, y algunos hasta hablan de darse, por fin, el refrescante gusto de una o dos “cervezas de latica”, o de ir creando un fondo para disfrutar mejor el próximo verano, para viejitos y pensionados está claro el destino: salud y alimentación, sin que por ello menosprecien el calzado, la batica de casa o el aseo.A un alto por ciento de jubilados se les va la chequera en la compra de medicamentos imprescindibles para su salud
No olvidemos que, con muy raras excepciones, el grueso de esas chequeras parecen estar conectadas en directo a la caja registradora de las farmacias, adonde la gran mayoría de esos ancianos tienen que acudir, invariablemente, detrás de medicamentos no siempre en existencia o en las cantidades necesarias, para enfrentar enfermedades propias de la tercera edad: hipertensión arterial, diabetes, úlceras, lesiones de piel, estrés…
A diferencia de los ciudadanos jóvenes o de no muy avanzada edad, muchos de nuestros jubilados no pueden comer lo primero que aparece en placitas, mercados u otros escenarios de cotidiana “lucha” y se ven obligados a guapear productos indicados por especialistas, de acuerdo con una dieta bastante rigurosa, que requiere selección de alimentos poco a la vista en la oferta estatal, lo que los obliga a concurrir a otra alternativas que esperamos sean más asequibles a partir de ahora con las nuevas regulaciones.
Optimista, como nos enseñó a ser siempre Fidel, consciente de que este mejoramiento salarial no es definitivo y de cuánto más quisiera hacer el país a favor del adulto mayor (segmento, por demás, in crescendo) albergo la esperanza de que, en la medida en que la situación económica y financiera lo permita, pueda haber nuevos beneficios para esos jubilados y pensionados que agradecen haber sido tenidos en cuenta, aun cuando saben que, en el contexto de los precios actuales, 300.00 ó 400.00 pesos, e incluso un poco más, no resuelven la situación del modo que ellos desean y merecen.
Quiero subrayar la frase “del modo que merecen” porque espero nadie ponga en duda la consagración con que, por lo general, esas personas le entregaron al país sus energías y capacidades, durante años, en jornadas de ocho y más horas de labor, cuando el trabajo parecía ser mucho más sagrado que hoy y, tanto como deber, devenía orgullo y hasta placer para la mayoría de los cubanos.
La atención y bienestar de jubiladas y jubilados, desde luego, no puede reducirse a una chequera, a la ley, ni descansar solo en hombros del Estado. El rol de la familia, en especial de los hijos, no puede ser ignorado en una sociedad como esta, llamada a afianzar y a perpetuar valores humanos de generación en generación..
El Estado se esfuerza por mejorar las vías de atención al adulto mayor