Dice una amiga que quien no ha solicitado un círculo infantil, no sabe lo que es la vida. Y habrá por ahí quien no le deje mentir, porque detrás de cada solicitud hay tantas historias como familias que se enfrentan al dilema diario del cuidado de los más pequeños para poder trabajar. Desde la que corrió con mejor suerte y le tocó una capacidad, hasta la que lleva tiempo en el banco de la espera y, en el mejor de los casos, puede costear la cuidadora particular que le ha resuelto la situación, hasta que desiste, o un buen día le sorprende la noticia de que por fin le asignaron el círculo para el niño.
Por eso, cuando en agosto pasado la ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, señalaba a Ciego de Ávila, como una de las dos provincias que no han logrado materializar la alternativa de las casitas infantiles —variante de atención educativa, en la modalidad institucional de la Primera Infancia, donde se presta servicios a los infantes, hijos de las madres, padres o tutores, en entidades que, a partir de sus condiciones económicas y materiales, puedan destinar fondos para su apertura, mantenimiento y garantizar su sostenibilidad—; el dato caía como cubo de agua fría, mientras hacía saltar la duda de ¿por qué en otros lugares sí, y aquí no?
La misma pregunta se ha hecho, en más de una ocasión, Alba Jiménez García, jefa del Departamento de Primera Infancia en la Dirección Provincial de Educación (DPE), que, desde que fuera aprobada la Resolución 58/2021 del Ministerio de Educación, que establece las regulaciones para la apertura y funcionamiento de Casitas Infantiles en empresas, unidades presupuestadas, cooperativas agropecuarias y no agropecuarias, empresas mixtas, organizaciones políticas, sociales o de masas, no ha parado de tocar puertas ni hacer propuestas, en busca de voluntades que secunden un empeño, con beneficios a todas luces, que algunos no han querido ver.
Habrá quien diga que proponérselo no basta y que hace falta mucho más que intención para abrir una institución educativa de este tipo, lo cual puede entenderse si se mira la responsabilidad de las entidades para mantener en el tiempo un servicio en el que deberán velar porque no se generen diferencias significativas con lo que se aplica para los círculos infantiles y encargarse de la selección de los locales, el mobiliario y los recursos materiales que se requieran, pues a Educación corresponde garantizar la base material de estudio y el personal docente. Pero, aun así, cuesta creer que no existan en esta provincia organismos con condiciones para acoger una iniciativa que se traducirá en mejor atención a las madres trabajadoras, quienes no solo lo agradecerán profundamente, sino que podrán aprovechar más la jornada laboral, mientras sus hijos reciben cuidados y educación. Eso, sin contar que igualmente tendrá un impacto en la comunidad, dado que, de manera excepcional y a propuesta de la Dirección Municipal de Trabajo, podrá brindar atención educativa a niños de familias con situaciones sociales complejas.
En un contexto donde abrir nuevos círculos infantiles es una probabilidad remota, al punto de que más de un quinquenio ha pasado desde que iniciara la inversión para construir uno de estos planteles en el poblado de Turiguanó, sin que a estas alturas haya pasado de los cimientos, ¿de verdad podemos permitirnos renunciar a las casitas infantiles?
De cuánta falta hacen hablan las 1186 solicitudes pendientes para el otorgamiento de capacidades que este 4 de octubre contabilizaba el Departamento de Primera Infancia de la DPE, en una suma protagonizada por sectores como Educación (219), Salud (178), Minint y Minfar (111), Poder Popular (111), Agricultura (61) y Turismo (43).
Ojalá cuando se vuelva a hablar del tema en las páginas de este periódico, sea pronto y con la feliz noticia de que las dos casitas infantiles que hoy se proyectan abrir en la Escuela Especial Águedo Morales, de la ciudad cabecera, y la Escuela Pedagógica Rafael Morales, de Morón, reciben a los primeros niños. Sin embargo, no solo puede ser Educación quien empuje en una alternativa que necesita de muchas manos para escribir un final de feliz.
Si vamos camino a ser un país envejecido que busca estimular la natalidad y que defiende, ante todo, el empoderamiento de la mujer, no debiera costarnos tanto ver crecer iniciativas como las casitas infantiles, porque, aunque la voluntad por sí sola no haga milagros, más de una vez la realidad nos ha demostrado que cuando se quiere, se puede.