Data de 1950 y correspondió a Enrique Tamayo Alberdi, segunda base del equipo de béisbol que reconquistó el título regional en Ciudad Guatemala
Únicamente las mejores propuestas de la Unión Atlética de Amateurs de Cuba (UAAC) no garantizarían una escuadra en condiciones de recuperar el cetro del Deporte Nacional en la capital guatemalteca, sede de los VI Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe, de modo que se procedió a efectuar una “eliminatoria olímpica” —así la identificaba la prensa de la época— en la que contendieron una selección de la Liga Pedro Betancourt y los elegidos de la UAAC.
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Para nada casual resultaba esta decisión, si se tiene en cuenta el auge de la justa en predios yumurinos que, en principio, constituía un campeonato municipal, inaugurado en mayo de 1944 en Pedro Betancourt. “Dos años después, ya esa liga era un reducto donde tenían gran aceptación y cabida los peloteros negros de todo el país, al extremo de pasar a ser una notable cantera aficionada con cupos a los equipos nacionales”, como ha precisado el periodista e historiador Oreidis Pimentel.
La formación matancera (vencedora en tres de los cinco choques efectuados en 1949), se erigió en la base del conjunto de la isla mayor de las Antillas; la encabezaba Edmundo Amorós, un joven que haría historia en los Centrocaribes.
Repetía en el puesto de mando Víctor Muñoz, al que no se le podía olvidar el descalabro regional en el último mes de 1946. Vitico había sumado a su expediente un nuevo triunfo de los Caribes de la Universidad de La Habana en la Liga Nacional de la UAAC en 1949 (ya lo había hecho tres años antes) e incorporó a varios de sus hombres a la renovada escuadra, entre ellos, Alberto González.
Por cierto, este último sustituyó a Homero Leblanc, a quien semanas antes el mentor criollo había anunciado como posible patrullero regular de los jardines, junto a Antonio Chacón y Ángel Scull. Leblanc, natural del central Violeta, con cuyo equipo fue campeón de la Liga Interprovincial de 1947, era un corredor rapidísmo y un portento del bateo. Podía blasonar de la triple corona ganada en la Interprovincial con la chamarreta del central Punta Alegre en 1949, temporada en la cual, además, encabezó las bases robadas y anotadas. ¿Qué razones provocaron que Leblanc quedara fuera de la nómina? La respuesta no ha estado al alcance del autor.
Tomada de https://deportescineyotros.comTamayo, con el atuendo del Miramar, equipo con el que jugaba en 1950Sí pudo hacerse justicia, Enrique Tamayo Alberdi, quien antes de probar suerte en la capital había ganado los aplausos de la afición en su natal Ciego de Ávila. Casi indelebles permanecían en la memoria local los sucesos del 27 de febrero de 1944, cuando Martín Dihigo, El Inmortal, lanzó como refuerzo del Deportivo Avileño y doblegó por la mínima, 2×1, a un conjunto profesional que reunía a excelentes jugadores. “Ese día el Deportivo utilizó en el campo corto a un juvenil que jugaba con el Instituto de Segunda Enseñanza, Enrique Tamayo, que después se destacó en la Liga Nacional y llegó a integrar equipos Cuba para Series Mundiales”, evocaría años después Eddy Martin.
En la hoja de servicios de Tamayo, la más reciente calificación de excelencia la había rubricado en 1949, cuando en la Liga Nacional de Baseball Amateur, estuvo discutiendo el liderazgo de bateo hasta la recta final del certamen.
Ocho conjuntos se dieron cita en la competencia con sede en la tierra del quetzal. El debut se produjo el domingo 26 de febrero. Ante una concurrencia bastante grande, la gruesa artillería de Vitico Muñoz apabulló el pitcheo de El Salvador al fabricarle la friolera de 18 anotaciones, en tanto los derrotados marcaban seis. Desde los primeros acordes de la banda, se evidenció que la batuta ofensiva la llevaría Amorós, inicialista y tercer bate, quien en el estreno del uniforme mandó par de veces la pelota más allá de los límites del parque e impulsó cinco para la goma.
Las salidas posteriores serían aún más convincentes, primero blanqueada de Antonio Mingolo del Monte a costa de Honduras (12x0) y luego otro nueve ceros a la artillería mexicana en juego completo de Martiniano Tin Garay, en el que los criollos anotaron en ocho oportunidades.
Así, la escena quedaba lista para el reencuentro cubano con Petaca Rodríguez, el que ahora fungía como manager de Colombia, defensora del título.Fue este el más reñido y emocionante de los partidos. En condición de visitadores, los cafeteros rompieron el celofán en el cuarto inning, gracias a un tubey después de dos outs y un rolling de frente que perforó a Tamayo, trayendo a home la primera y única carrera enemiga. Cuba empató en el sexto. Una entrada después, Reglanito Martínez sustituyó a Luis Fiuza y prolongó el duelo con Periñán, cuyas bolas de rodilla mantuvieron en jaque a los del Cuba hasta el cierre del décimo, cuando despertaron del letargo al anotar la segunda ante el hombre que se mantuvo todo el tiempo sobre el box de los colombianos.
Los triunfos finales, a costa de Guatemala, 12x0; Nicaragua, 11x3; y Costa Rica, 11x2; solo vinieron a hacer realidad el favoritismo de una novena que en los pronósticos de analistas y fanáticos se presumía muy superior al resto de los contendientes.
Aunque sin mayores consecuencias, y a juzgar por lo reñido del encuentro, la marfilada que causó la carrera sucia de los colombianos, devino instante crítico de Tamayo Alberdi en justa donde brilló con sus engarces y también desde el cajón de bateo.
Ya en el estreno ante los salvadoreños se apuntó un cuadrangular e impulsó tres carreras. A partir de entonces, no se hicieron esperar los elogios que desde la sede emitían los reportes periodísticos. Una nota publicada en el diario Noticias de Hoy, fechada el 3 de marzo, le dedicaba un párrafo: “Otro muchacho que está jugando a gran altura es la segunda base Tamayo. Contra los mexicanos se lució en forma estupenda en la defensiva realizando varias jugadas interesantísimas. Pegó un salto descomunal en el quinto inning, con un hombre en primera y un out, para engarzar una línea que parecía hit y fabricar sobre la inicial un doble play estupendo”.
Su desempeño ofensivo provocó otra valoración favorable cuando la agencia Associated Press (AP) reseñó el choque con los anfitriones y que reprodujera el Diario de la Marina, el 8 de marzo: “En el quinto anotaron cinco veces mediante dos hits, un doblete del segunda base Enrique Tamayo y un triple de Ángel Scull”.
“Las dos últimas anotaciones fueron en el octavo, ligándose para ello un single y dobletes de Alberto González Prats y nuevamente de Enrique Tamayo, segunda base de los caleteros del Miramar Yacht Club, de la Liga Nacional de Baseball Amateur, que ha resultado una de las sensaciones de los Juegos”.
Invictos regresaron los criollos y en poder del recuperado cetro del área. Con un promedio de bateo de 308, Enrique Tamayo Alberdi le concedía una alegría adicional a la afición avileña. Las pesquisas bibliográficas apuntan a que el espigado camarero del Miramar, y luego del elenco cubano, fue el pionero entre los avileños en retornar a casa con el metal dorado en la lid multideportiva de Centroamérica y el Caribe. 15 años después de la inicial incursión de atletas locales (Germán Ignacio Vázquez Alvarado) en la tercera cita de los Juegos, el oro de Tamayo abría una senda que, a partir de 1966, se fue ensanchando, al punto de que las imaginarias arcas de Ciego de Ávila archivan más de 90 pergaminos del más preciado de los metales.