De beneficiarios a contribuyentes: otro contrapeso

Podemos suspender Física por no saber que la materia ni se crea ni se destruye, que simplemente existe desde el Big Bang, y de descifrar cómo se trastoca se encarga la filosofía. Y para los “ponchados” en economía sentados durante estos días frente al televisor aquí hay una clase diferida que bien pudiera equipararse en importancia a la primera: el dinero de un país ni se crea ni se destruye, porque el dinero es solo un papel.

Por eso hay que meterle el coco a lo que está detrás: la Cuba que en 2021 pagará 2 100.00 pesos cubanos como mínimo a un trabajador es la misma que este mes pagó 400.00. No tiene ni una sola fábrica más, ni más clientes rusos en los hoteles de Jardines del Rey, ni más hectáreas sembradas de yuca.

De ahí que después de varias noches intentando equilibrar ingresos y gastos en canasta básica y un largo etcétera, hemos entendido que más dinero no quiere decir más bienes y servicios, y que la palabra clave es la de redistribución de la riqueza.

Con suerte, la ventaja del ordenamiento es la de poner varios conceptos en su lugar. El primero es el de contribuyente. Si antes el Estado sufragaba y decidía el respaldo desde los servicios gratuitos hasta la tasa cambiaria del sector empresarial, hoy se busca reconocer el papel del ciudadano (de su trabajo) en la generación de riquezas, cuando (veremos a partir del primero enero de 2021) sea quien se haga cargo de sus gastos de alimentación, electricidad, medicinas, productos de aseo y servicios del sector privado.

Un tres por ciento de impuestos sobre ingresos personales, a partir del monto de 3 260.00 pesos, y un cinco por ciento destinado a la seguridad social, son parte de los tributos de un trabajador común en pos de que el Estado pueda subsidiar la canasta básica normada, la construcción de viviendas para familias de bajos ingresos, los programas vinculados a la maternidad, la primera infancia y los enfermos encamados, los servicios ópticos y los medicamentos normados por tarjetón.

En términos generales, podemos suponer que todo esto le cuesta al país, aproximadamente, 86 000 millones de pesos, cifra identificada como el déficit fiscal calculado para el presupuesto aprobado este jueves por la Asamblea Nacional del Poder Popular para 2021. Solamente en seguridad social, dijo la ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños Weiss, en la Mesa Redonda de este viernes, lo que debe pagarse a jubilados, enfermos y personas incapacitadas de trabajar supera en 11 000 millones al aporte del total de trabajadores.

Haciendo las cuentas de los 7 000 millones destinados a los medicamentos, y los 20 366 millones reservados para personas vulnerables o insolventes, se va completando el panorama de a qué responden los 86 000 millones.

No obstante, las adecuaciones tributarias tienen a bien reducir la carga y contemplar un mínimo exento de pago de 39 120 pesos, para que esa causa afecte en lo mínimo la cobertura de necesidades básicas. Los trabajadores no estatales, quienes asumirán el encarecimiento de insumos y materias primas que ya desde antes encarecía adquirir en el mercado minorista, podrán consignar un cien por ciento de gastos deducibles, en la búsqueda de que el peso cubano de sus ingresos valga más.

??De la adecuaciones tributarias en la #TareaOrdenamiento #Cuba

Posted by Mesa Redonda on Friday, December 18, 2020

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El tope de sus tributos, y el balance con los precios de sus servicios, caerá sobre los hombros de los gobiernos locales, junto con la preocupación por enfrentar impuestos medioambientales y sobre tierras ociosas. Por otro lado, la capacidad de emplear el 50 por ciento de la contribución territorial es una buena nueva que se suma.

Después del largo repaso de este viernes en televisión nacional, si el presupuesto de 2021 fuera contenido de prueba, deberíamos anotar como tarea que las exportaciones del año pongan en mejor situación la economía nacional, en aras de no “revalorizar” en déficit fiscal para 2022. Por el momento, podemos sacar algunas conclusiones claras: del total de gastos podemos respaldar (en ingresos brutos), más o menos, el 77 por ciento. Pero el otro número, con la etiqueta de déficit fiscal, nos cuesta lo mismo, o más, en sudor y neuronas.