Mientras la jutía conguina, una especie de lagarto, cuatro palomas terrestres y la grulla cubana viven seguros en seis áreas protegidas de la provincia, la erosión acelerada por el cambio climático nos arranca metros de playa en las cosas norte y sur.
Contrastes como este explican el amplísimo frente de trabajo en la gestión medioambiental que lidera la delegación territorial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) en Ciego de Ávila.
Este año, sus esfuerzos han sido reconocidos no solo en Ciego de Ávila, con el otorgamiento de la distinción Latir Avileño, sino nacionalmente, cuando fue declarada la provincia como sede del acto nacional por el Día del Medio Ambiente.
Tanto entonces como ahora, Rafael Pérez Carmenate, delegado, explica los reconocimientos como resultado directo del trabajo sostenido de varias instituciones, siempre en función de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que integra la función rectora del CITMA en programas, metas e indicadores para la protección de suelos, agua, fauna, bosques y otros recursos.
Hasta mayo de este 2022, se habían establecido en la provincia 16 polígonos de conservación, para contrarrestar los procesos de degradación de los suelos, y 10 centros de abono orgánico. En 2021, 16 000 hectáreas (ha) se beneficiaron con el programa de mejoramiento de los suelos.
Para su fortuna —la de los suelos—, la cobertura boscosa del territorio aumenta discretamente, hasta un 21,67 por ciento de la superficie, aun cuando el uso de las tierras para fines agrícolas pudiera ir en detrimento de este objetivo.
En las costas, el 64 por ciento de los manglares afectados (más de 1000 ha) ya se han recuperado gracias a la reforestación o la regeneración natural que enrola a las empresas Agroforestal y de Flora y Fauna. Así se disminuye la intrusión salina y las afectaciones al ecosistema durante eventos meteorológicos.
El 28 por ciento de las playas de la cayería norte han sido recuperadas a través del vertimiento de más de un millón de metros cúbicos de arena (que representan 10 kilómetros de playa) y del restablecimiento de plantas nativas que combaten la erosión de las dunas.
Desde 2017, afortunadamente, la provincia no vive períodos complejos de sequía, gracias al control del recurso en los sectores de la economía de más consumo. El montaje de sistemas de riego eficiente en más de 20 000 ha explotadas por el Grupo Azucarero Azcuba, y en el 44 por ciento de las áreas de cultivo de Ministerio de la Agricultura, contribuyen a ello.
Quizás las mayores alegrías provengan de las seis áreas protegidas, que ocupan el 8 por ciento de la superficie terrestre de la provincia y 237 000 ha en el mar. No solo los objetos de conservación citados al inicio gozan de buena salud: el Parque Nacional Jardines de la Reina, al sur de la provincia, presenta los arrecifes más conservados del Caribe insular y los sitios de nidificación de especies de tortuga, caguama y carey más grandes en la región. Gracias a ello, mereció la condición de Blue Park 2021 —Parque Azul— que otorga el Instituto de Conservación Marina de Estados Unidos.
Uno de los más serios frentes de trabajo restantes es la gestión de desechos y contaminantes, que involucra, también, al sistema empresarial. A cargo del CITMA, existe un inventario de fuentes contaminantes de las aguas, que deriva en estrategias de manejo a las que se destinaron 37 inversiones en 2021 y 44 millones de pesos en 2022.
El levantamiento de sustancias agotadoras de la capa de ozono, señaló hacia la Fábrica de Calentadores Solares RENSOL, ubicada en Morón, que ha incorporado productos más amigables al medio ambiente, mientras que, respecto a desechos peligrosos, las 183 entidades categorizadas por la Oficina de Regulación y Seguridad Ambiental poseen licencias ambientales para el manejo seguro de aceites, lodos, baterías y desechos biológicos.
Algunos pasos ha dado Ciego de Ávila para la sustitución de combustibles fósiles en la generación de energía, aunque aún son discretos: 679 molinos de viento, 76 digestores de biogás, 2573 calentadores solares y 475 hogares con sistemas fotovoltaicos.
Si se mide entonces el impacto de cada programa o meta en términos de biodiversidad, sostenibilidad y soberanía energética, no quedan dudas de que la salud ambiental no es, en absoluto, una inversión nimia.