Lenguajes que no traban lenguas

Nueve de cada diez niñas entre seis y ocho años asocia la ingeniería con habilidades masculinas. Desde el Joven Club de Morón, un curso de programación demuestra que todos, niños y niñas, son talentos

Sofía tiene los ojos puestos sobre la pantalla y nada parece sacarla de su estado de concentración. Llego, saludo, hablo con su profesora, me siento de lejos, hago fotos, y nada. Su pequeña mano sigue firme sobre el mouse y apenas logro verle la cara.

A su lado, Dariannis Lubin Fernández, la instructora, le guía, señala la pantalla y va eslabonando preguntas para hacerla razonar.

Si digo que todo esto pasaba en el Joven Club de Computación Uno de Morón, puede que nos venga a la cabeza el recuerdo de clases aburridas o la tecnología desfasada de nuestra infancia. Pero ese prejuicio nos traiciona: Sofía está aprendiendo ¡robótica!

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Dary, como llama todo el mundo a la profe, da detalles sobre el programa. Se titula Programando con Scratch y en el Joven Club lo cursan dos niñas y un niño de entre 10 y 12 años.

“Scratch es un lenguaje de programación por bloques, especialmente destinado para niños, pero muchos adultos lo usan. Es fácil de usar, porque está formulado por bloques, por colores y cada bloque significa una cosa, como movimiento, control, apariencia, sonido... A los niños les es muy intuitivo.

“Está pensando para niños de seis años en adelante, o sea, niños pequeños que puedan interactuar con el programa sin tener ni siquiera buen dominio de la lectura ni de la matemática, que influye mucho en la programación”.

Todo esto viene de la pandemia causada por la COVID-19. En el mundo y en Cuba se acentuó el interés por ramas de la cibernética y otras ciencias “duras”. Ellas, las instructoras de los Joven Club, se vieron entonces ante el reto de aprender para poder enseñar. “Todavía en la marcha vamos aprendiendo, porque es algo novedoso. Pero sigo buscando documentación y preparándome en el tema”, cuenta Dary. Así, cada alumno viene una vez por semana, en las tardes, después de la escuela. Son lo que ella llama “niños talentos”, con facilidades para asimilar el lenguaje de programación. “Son como esponjitas”.

Podemos suponer que, si hay solo tres, debe ser una combinación entre desconocimiento de tan buena oportunidad de aprendizaje y algo que menciona la propia Darys: lo vertiginoso de la docencia en las escuelas, en el intento de recuperar los programas de enseñanza habituales tras la pandemia.

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Sin embargo, no se puede medir en números la influencia de una educación completa y atractiva. Si tres niños son, son tres cerebros que se estimulan y se cultivan, tres posibles ingenieros o científicos, o lo que ellos escojan.

“Son niños que tienen mucha retentiva y hay que explicarles una sola vez. Trabajan con el programa como si siempre lo hubieran visto”.

Afuera, Milaxis, la mamá de Sofía, espera sentada a la sombra de una de las enormes columnas. Asegura que a la niña le encanta venir. “Ella es una niña que le gusta mucho crear y esos niños siempre están buscando alguna alternativa”.

Milaxis puede no entender del todo lo que viene a aprender Sofía, pero a esta última, por supuesto, no la íbamos a molestar.

Jerigonzas

El lector promedio puede, como yo, quedarse en ascuas cuando ligamos los temas de robots y programas de computación. Y es que de la robótica estamos acostumbrados a ver un androide que anda solo y habla entrecortado como los de las películas.

Pero hablar de robótica obliga a remitirse a varias ramas de las ciencias que hacen posible aquello. Desde la mecánica, para encajar piezas, la electrónica, para alimentar de energía, hasta la cibernética que, para decirlo “en cubano”, programa el cerebro del robot.

Así se diseña, construye, se pone a andar y se destina a una aplicación específica un robot, que no tiene que lucir una apariencia humana, sino que se trata solo de un ente virtual o electromecánico con apariencia de tener un propósito propio.

Lo que Sofía y el resto de los niños aprenden es, a no dudarlo, un salvoconducto a un futuro en el que cada vez más tareas estén ejecutadas por robots y más personas deban entrar al mercado laboral exclusivamente para trabajar con ellos.

“En la Robótica es muy importante que los infantes empiecen desde edades tempranas —corrobora Dary—, no solo para sean hombres y mujeres de ciencias, sino porque los prepara, les desarrolla el pensamiento lógico. Cuba no puede quedarse atrás, porque el auge de la robótica, la inteligencia artificial...”.

 niños robotica

Y no está tan lejos. El portal web de la Universidad Central Marta Abreu, de Villa Clara, da cuentas de los progresos científicos en el área; en las academias cubanas se trabaja desde finales de la década de 1980.

“En la actualidad, tras años de exploración e investigación, el mundo apuesta por la automatización de procesos de la vida cotidiana como una forma de alcanzar la mayor eficiencia posible con un aprovechamiento óptimo de recursos humanos y materiales. Cuba se inserta en esta dinámica internacional y, aunque muchos piensen que es imposible desplegar tal rama de la ciencia en un país subdesarrollado y asediado, los científicos cubanos demuestran todo lo contrario”, enuncia el artículo “Robótica en Cuba: por un futuro promisorio”.

Así, el país cuenta con el Grupo Nacional para el Desarrollo de la Robótica, en el que confluyen universidades, centros de Educación Superior y empresas; o sea, organismos que forman y organismos demandantes de la tecnología. Los resultados han sido proyectos para la agricultura de precisión, el monitoreo de cultivos y masas de agua, máquinas de riego inteligentes y otras soluciones aplicadas a la agricultura y la industria. Por ahora.

 niña robotica

Con lazo rojo y mente abierta

Pudiera parecer insignificante que de los tres alumnos de robótica dos sean niñas. Pudiéramos dejarlo pasar y no dedicarle apenas un párrafo. En definitiva, es igual de bueno que un niño se interese. Es bueno, y punto, que los niños tengan actividades extracurriculares, sin distinción de género.

Y es verdad, pero a la vez ingenuo. No en vano la Organización de Naciones Unidas ha declarado el tercer jueves de abril como el Día Internacional de las Niñas en las TIC, con el objetivo de alentar a niñas y adolescentes a encaminar sus carreras hacia ramas de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Este mundo necesita más mujeres haciendo ciencias, no solo por el bien de ellas y su desarrollo personal, sino por el bien de todos. “La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible —dice ONU Mujeres— coloca a las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas como espacios que impulsan la construcción de sociedades más inclusivas y sostenibles. La incorporación de las niñas y mujeres en estas áreas es imprescindible para reducir la brecha entre hombres y mujeres y contribuir al empoderamiento y a la igualdad de género”.

Nueve de cada diez niñas entre 6 y 8 años asocia la Ingeniería con habilidades masculinas, aseguran. Habilidades que ellas han demostrado tener. Y por pequeñas acciones empieza el cambio. Damos todo nuestro aliento a Sofía y confiamos que con ella venga un futuro más tecnológico, pero también más sostenible, y en femenino.